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El Veracruz de Rocío Nahle: los costos de una guerra sin freno

La gente de Veracruz se adapta a la extorsión, la disputa criminal y a la ausencia de un Estado incapaz de frenar una violencia que ya forma parte del paisaje.

Rocío Nahle, gobernadora de Veracruz.

Veracruz atraviesa una violencia sostenida que desfigura su mapa social y territorial, una guerra silenciosa cuyos costos humanos se concentran, con brutal intensidad, en el corredor norte, dominado por el Cártel del Golfo.

Despacho 14

El violento oficio de escribir

Por Alfredo Griz

Veracruz vive bajo una tormenta que no termina. No es una metáfora ni una exageración narrativa: es una realidad que se siente en las brechas de las cañadas huastecas, en los silencios de los caminos cañeros y en los sobresaltos nocturnos del puerto. Una guerra silenciosa cuyos números—vidas, dinero, territorio y miedo—han construido un mapa alterado, deformado, irreconocible.

Durante el último año, la entidad pagó uno de los costos más altos de su historia reciente. Y la factura sigue abierta.

Derechos de piso, territorio y sangre

En el corredor norte —desde Pánuco hasta Tuxpan— el Cártel del Golfo mantiene operaciones de control territorial con un costo humano devastador. En esta franja, alrededor del 40% de los homicidios dolosos del estado ocurrieron en los últimos doce meses, dejando un rastro de cuerpos abandonados en brechas, casas de seguridad y carreteras federales.

La región central —la de Córdoba, Orizaba, Mendoza y Fortín— opera bajo otro tipo de sombra: la de un grupo local con estructura paramilitar, que se disputa el corredor industrial y carretero con células de grupos mayores que bajan desde Puebla. Esa zona ha visto más de 280 desapariciones en el último año, con un patrón marcado: jóvenes de entre 15 y 28 años, levantados en trayectos cotidianos, presumiblemente para reclutamiento forzado, halconeo, cobro de piso o desaparición definitiva.

En el sur, Coatzacoalcos y Minatitlán siguen siendo el epicentro económico del crimen. Ahí, la disputa no es solo por las drogas: es por el control logístico. El corredor industrial petroquímico, el flujo de químicos, las rutas marítimas, los ductos y carreteras. Un botín multimillonario.

Las cifras que el miedo trata de tapar

En los últimos doce meses, Veracruz acumuló:

  • Más de 1,200 homicidios dolosos, muchos con patrones de ejecución.
  • Entre 820 y 900 desaparecidos, solo aquellos reportados formalmente; colectivos señalan cifras muchísimo mayores.
  • Más de 2,500 extorsiones documentadas, sin contar las no denunciadas, que podrían duplicar la cifra.
  • Un estimado de 7,500 víctimas indirectas entre familias desplazadas, negocios cerrados, personas secuestradas temporalmente y víctimas de cobro de piso.

Cada número no es un registro administrativo: es el retrato de un territorio sin garantías.

El costo económico de una guerra eterna

Veracruz pierde dinero con la misma velocidad con la que pierde vidas.

Pérdidas directas por narcotráfico y crimen organizado:

  • Más de 18,000 millones de pesos anuales por cierre de negocios, caída del turismo, fuga de inversión privada y pagos obligados de extorsión.
  • Alrededor de 6,500 millones en afectaciones a empresas industriales y de transporte.
  • Un daño estimado de 1,200 millones al sector energético y petroquímico por robo de químicos, combustible y manipulación de rutas.
  • Más de 800 millones en pérdidas agrícolas por cobro de piso a productores de caña, café, cítricos y ganadería.

El dinero que sí gana el crimen organizado:

Estimas internas calculan que los grupos en Veracruz mueven:

  • Entre 8,000 y 12,000 millones de pesos al año por narcotráfico (particularmente cocaína, cristal y fentanilo que cruza hacia puertos).
  • Entre 2,000 y 3,000 millones por extorsión, cobro de piso y secuestro.
  • Más de 4,000 millones en robo de hidrocarburos, control de ductos, desvío de químicos y logística paralela.
  • Un estado donde el crimen gana más que varias secretarías completas.

El costo político: un gobierno cercado

En el último año, el desgaste político ha sido brutal. Mientras se habla de estabilidad, las cifras muestran un aumento del 22% en percepción de inseguridad en zonas urbanas.

Municipios donde más del 60% del gasto real en seguridad proviene de partidas extraordinarias, no de presupuestos locales. Con ello, alcaldes amenazados, regidores desplazados y mandos policiacos que han solicitado protección federal. Más de 14 funcionarios municipales asesinados o desaparecidos durante el periodo.

Las elecciones más recientes fueron escenario de presiones, intimidaciones y asesinatos selectivos. Nadie lo dice en voz alta, pero todos lo saben: en varias regiones, no gana quien elige el pueblo, sino quien autoriza la plaza.

¿Qué dicen los organismos internacionales?

Los informes recientes de organismos estadounidenses describen a Veracruz como:

  • Un punto clave para el trasiego marítimo de cocaína y precursores.
  • Una zona donde organizaciones criminales mantienen redes de lavado de dinero usando comercio, inmobiliarias y negocios turísticos.
  • Un corredor estratégico de entrada y salida de insumos químicos.
  • Un territorio con patrones claros de desaparición y reclutamiento forzado.

La narrativa es consistente: Veracruz no es solo un punto de paso, sino un nodo logístico internacional con capacidad de producción, almacenamiento, blanqueo y redistribución.

El rastro de los desaparecidos

Las cifras más duras no son las económicas: son los nombres que no regresan. Colectivos estiman que este año entre 820 y 900 personas fueron desaparecidas. El 60% son jóvenes menores de 30 años. Más de 100 mujeres jóvenes fueron desaparecidas en zonas urbanas.

En fosas clandestinas del centro y sur del estado se recuperaron alrededor de 150 restos o indicios humanos durante el año.

La estadística más brutal en Veracruz es que desaparecen más personas que en varios países en guerra de baja intensidad.

Un estado en el que todo tiene precio

La extorsión en mercados, el “aguinaldo” que exigen bandas a negocios, el cobro por permitir operar taxis, líneas de transporte, bares, restaurantes, servicios turísticos. Nada se mueve sin permiso de quienes controlan las calles.

El crimen ha convertido al estado en un negocio total: del puerto a las montañas, del campo a la industria, del hombre común al político encumbrado.

El terror administrado

La sombra del narcotráfico en Veracruz no es un estallido espontáneo: es un sistema.

Un sistema donde el miedo es moneda, la desaparición es método, la violencia es administración y el dinero fluye como un río subterráneo que arrastra todo a su paso. Un estado donde los que mandan no siempre están en oficinas públicas. Donde las rutas valen más que la ley, donde las noches pesan más que los discursos, y donde cada silencio es un testimonio.

Veracruz sobrevive, resiste, pero no sana. No mientras los números sigan creciendo, las plazas sigan marcadas y los desaparecidos sigan siendo parte de una estadística que no debería existir.

Hasta que eso cambie, el costo —en vidas, en dinero, en futuro— seguirá cayendo siempre sobre los mismos: los que aún intentan vivir aquí.

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