
Alfabeto QWERTY/Andrés Villarreal/Ríodoce.
Fátima y Lesley, solo tenían 14 años cuando fueron asesinadas a balazos en los últimos días de octubre de 2025. Compartían la edad y el sector de la ciudad por donde vivían. Dos niñas de secundaria como miles más en un Culiacán en guerra.
Fátima estaba frente a su casa junto a una mujer adulta en la colonia Santa Rocío, muy cerca del aeropuerto, cuando le dispararon. Lesley viajaba con su padre en una motocicleta por un camino vecinal de San Pedro, Navolato, les dieron alcance y los asesinaron a ellos dos y a un tercer acompañante en otra motocicleta.
Octubre concluye con 173 homicidios, el quinto más violento de estos 14 meses de guerra entre los grupos armados de los Guzmán Salazar y Zambada Sicairos, los Chapitos y el Mayito. El número de asesinatos de octubre es casi igual a noviembre del año pasado, apenas en el arranque de esta guerra, y que contabilizó 175 crímenes.
A Fátima y Lesley, se le suma Misael, otro jovencito de apenas 16 años, asesinado a balazos la noche del 31 de octubre en el Fraccionamiento Villa Bonita, al sur de Culiacán. También viajaba en una motocicleta.
Antes de que sus nombres se pierdan entre los 2 mil 260 nombres de personas asesinadas en esta guerra de las organizaciones criminales del narcotráfico, Fátima, Lesley y Misael quedan como muestras de nuestro fracaso.
La lista del fracaso es muy larga, además de estos niños asesinados por otros niños, están jovencitos como Carlos Abraham, que pasó de promesa del futbol a ser capturado en el grupo que mató a los agentes de tránsito Iris Irene y Luis Alberto, también en este mes de octubre recién concluido.
Como Carlos Abraham hay casi dos docenas de jovencitos menores de edad, casi todos en edad de preparatorianos, capturados con armas y drogas, en medio de enfrentamientos o vigilando casas de seguridad y dispensarios.
También están Carlos Alejandro y Paúl Alexander, de apenas 16 años, aparecieron asesinados el 14 de julio, dentro de una camioneta en la comunidad de El Pozo, Culiacán. Habían desaparecido en Zapopan, Jalisco, en mayo pasado, y tenían una ficha de búsqueda porque sus familias no sabían de ellos.
Este fracaso arruina a la generación que nació justamente en medio de la otra guerra del narco en Sinaloa, aquella de 2008-2011. Fátima, Lesley, Misael y Carlos Abraham nacieron por aquellos años, y mueren casi sin haber vivido, atrapados en otra guerra.
En los últimos 15 años poco o nada hemos hecho para enfrentar un fenómeno social que nos aplasta cada vez que surge. La violencia los devoró, y nos carcome a todos.
Este no es solo un fracaso de los gobiernos, el actual o los anteriores. Simplificarlo así es no asumirnos como parte de esta tierra. La mayor culpa está en los gobiernos, no hay duda, en ellos recaen responsabilidades y facultades que hasta ahora no se han asumido. Peor aun, se han caído componendas y cercanías que nos tienen donde estamos.
Nuestro mayor fracaso es que tenemos medio siglo mintiéndonos a nosotros mismos. Ni siquiera nos atrevemos a decirnos una verdad que nos ha incomodado y que ahora les cuesta la vida a Fátima, Lesley, Misael, Carlos Abraham…
Margen de error
(Mar) Es el mismo fracaso que debemos admitir cuando aparecen 27 jovencitos abandonados en el mar de Cortés, dejados a la deriva en una embarcación que rescató la Secretaría de Marina esta última semana de octubre. Todos menores de edad, apenas dejando de ser niños.
En medio de todas las dudas alrededor del hallazgo, sean reclutados para el trabajo en el campo o para cualquier otro, esos jovencitos están tocados también por el fracaso que les arruina sus vidas.
La SEMAR compartió unas fotografías de su arribo al puerto de Topolobampo. Bajan todos en una fila india desde el ferry, van con sus maletas y sus pantalones de mezclilla rota y sus chamarras de Puma y Nike, como cualquier otro jovencito de México. Viajan sin ningún adulto que los acompañe, van sin conocer sus destinos.
Los campos agrícolas de Comondú, en Baja California Sur, no son distintos a los surcos de la Cruz de Elota, o de Villa Juárez, Navolato.
Estos 27 jovencitos de Chiapas, sin nombres conocidos, no son muy diferentes de otros miles de menores de edad que son llevados a lo que parece la única oportunidad para sobrevivir: el trabajo en un campo que seguramente ni habían oído en sus vidas y ni siquiera podrían ubicar en un mapa. Los trepan en un camión y luego en un barco, sin saber ni siquiera donde los llevan en realidad.
Primera cita
(Fracaso) Ni antes se reconoció el fracaso, ni ahora esperamos un acto de contrición. Es más, no sería necesario. Lo que urge para Sinaloa ante una guerra que no cede ningún instante de paz, que va arrasando a jóvenes y viejos, es una gran cruzada contra las muchas cabezas del crimen que nos están devorando.
Necesitamos enfrentar nuestro fracaso con verdad, y no será desde el gobierno donde surjan las propuestas porque están sumidos en la inmediatez. Con paciencia, con perseverancia en un objetivo, es posible iniciar acciones sociales y desde el gobierno contra el reclutamiento del narco y sus poderes de seducción, o contra la violencia extrema que parece imparable.
La estrategia de seguridad federal y estatal, podrá tener resultados en el mediano plazo, apaciguando la ola violenta que nos arrasa desde hace 14 meses, pero eso no va a significar que a la vuelta de dos o cinco o 10 años estemos igual en otra guerra. Los Chapos contra los Altos, los Mayos contra los Catrines, porque llámense como se llamen, habrán otros que hagan una guerra (PUNTO)
