La narcoguerra y un gobierno agazapado

Altares y sótanos/Ismael Bojórquez/Ríodoce
“Corresponde a la Fiscalía”, “se está procesando”, “no tenemos información”. Estas eran las salidas más comunes durante la conferencia sobre temas de seguridad que durante meses se estuvo realizando en el auditorio del palacio de gobierno. Fue una salida a la presión que el gobernador tenía todos los lunes durante las conferencias semaneras, por la acumulación de hechos violentos que exigían una explicación desde que estalló la guerra al interior del Cártel de Sinaloa. Se llevaban a cabo primero seis días a la semana, después miércoles y viernes y en las últimas semanas, solo los viernes, pero la información de todas maneras no fluía, a pesar de que era y es siempre vital para entender lo que está pasando en tiempos de crisis como los que estamos viviendo en Sinaloa desde hace más de 400 días.
Turismo Sinaloa
No había manera de que el gobierno controlara la narrativa, pero tampoco lo intentó. Fue rebasado desde el principio por las redes sociales y en algunos momentos también por airados movimientos sociales. Incluso los medios fuimos rebasados. La velocidad con que corrían los hechos por las plataformas digitales al inicio de la guerra fue por momentos desquiciante. Luego también tuvimos que lidiar con cuentas —en Facebook, en X, en Instagram, en TikTok, en YouTube— que contaban cada quien su historia del mismo hecho según su interés. Fue la locura, y por ello los periodistas y los medios teníamos que sacar lo mejor de nosotros mismos para llevar al lector, al radioescucha, al televidente, lo que más se acercaba a la realidad. Si la ética de los escritores —dicen los ortodoxos— suele medirse por la actitud que asumen frente al lenguaje, la de los periodistas se debe valorar a partir de qué postura asumen frente a los hechos, cómo los reportean, cómo los narran, cómo se los ofrecen a sus seguidores.
Siempre, en estos contextos, la información oficial es vital. Es un contraste obligado en la indagación y por ello el reportero debe estar allí, buscar ese enfoque, ya sabrá él y el medio cómo procesarlo para el lector. El gobierno debiera entender eso, pero todo indica que no. La manipulación por delante, construye o trata de construir su propia narrativa. Así es siempre en las guerras y ellos son parte de la guerra, de esta guerra a la que la sociedad también ha sido arrastrada, pero como víctima.
Por ello las conferencias sobre seguridad, donde supuestamente se daría información puntual de lo que estaba ocurriendo en las calles y en los pueblos, resultaron una pantomima grotesca. Habilitado como pararrayos, Feliciano Castro terminó recibiendo los golpes de una realidad que ya lo había rebasado antes de que se sentara en la silla. Fue errático en el concepto informativo y por eso dejó al gobierno que representaba desprovisto de una narrativa mínimamente creíble ante el espanto que invadía a la sociedad. No había mucho que hacer, es cierto, pero lo poco que pudo tener cerca, tampoco lo alcanzó. Y no porque no tuviera manos, sino porque estaba atado.
Ahora desaparecen también esa instancia, que no fue más que un parapeto para ocultar la realidad a través del embuste, y la pregunta es quién va a informar lo que está pasando. Porque los hechos no ocurren cada semana —por aquello de la semanera—, sino todos los días y a todas horas y eso debiera producir información puntual para que la gente esté informada. Es tan vital como si estuviéramos —estamos— frente a un huracán. No informar hacia dónde va, cómo, con qué intensidad, para que la gente se prepare, es criminal.
Una instancia que en situaciones como esta debiera estar en la primera línea de la información, es la fiscalía estatal, pero sigue agazapada, acobardada, avergonzada. Su pasado inmediato es deleznable y muchos de los que ahora están al frente de ella, debieran más bien estar rindiendo cuentas sentados en un banquillo judicial, empezando por su titular. No tiene capacidad para investigar delitos que se dispararon en todos los órdenes porque no tiene recursos ni humanos ni materiales, así de grande es el monstruo. Pero, además está atrapada en sus redes de complicidad con los grupos del crimen organizado, empezando con quienes dirigen la policía de investigación. ¿Qué se puede esperar cuando los policías tienen que investigarse a sí mismos?
Bola y cadena
SE ENTIENDE QUE EL GOBIERNO ESTATAL sea omiso ante la ineficacia de la fiscalía porque ha sido siempre un instrumento del tercer piso. Lo que es inaceptable es que el gobierno federal, a través de la FGR, haya caído en el mismo juego al no presentar cargos contra muchos de los funcionarios que estuvieron al frente de las “investigaciones” del crimen de Héctor Melesio Cuen y que, documentó, fueron burdamente manipuladas.
Sentido contrario
“Y VOY A PAGAR PURA CHINGADA” suele decir el empresario hotelero Ernesto Coppel cuando alguien le comenta sobre la deuda que tiene el acuario de Mazatlán con el ayuntamiento por concepto de renta. Son 52.1 millones de pesos acumulados porque desde que llegó Estrella Palacios a la alcaldía, simplemente dejó de pagar. Que porque no es lo que pensaba, que porque tuvieron un bajón en las taquillas. Pretextos. Le debe a la comuna y por tanto al pueblo de Mazatlán. Y la alcaldesa no tiene base para decir que la deuda se debe negociar. No es dinero de ella, es de los mazatlecos.
Humo negro
EL PASADO 30 MURIÓ EN PRISIÓN el legendario narcotraficante Juan Ramón Mata Ballesteros, de origen hondureño y ariete principal de las operaciones secretas de la CIA para apoyar a la contra nicaragüense a través del Cártel de Guadalajara, que en la década de los 80’s, comandaba Miguel Félix Gallardo. Ex agentes de la DEA afirman que estuvo presente en la tortura de Enrique Kiki Camarena, y fue juzgado por eso… pero nunca trascendió de fuentes oficiales el papel que tuvo la CIA en el secuestro, tortura y muerte del agente.
Artículo publicado el 02 de noviembre de 2025 en la edición 1188 del semanario Ríodoce.
