Religión y vida pública
Días de guardar en Roma mientras León XIV socava la obra de Francisco
El papa León XIV apuesta en grande a complacer al ala más clerical, menos responsable y más depredadora de la Iglesia Católica.

Al hacerlo, León XIV corre el riesgo de perder lo que Francisco logró para controlar el uso de efectivo y abordar la crisis de abusos sexuales del clero.
¿Hasta dónde llegará León XIV en su intento de socavar los tímidos intentos de Francisco por frenar los peores apetitos clericales de la Iglesia Católica?
Por Rodolfo Soriano-Núñez
Los últimos meses en Roma han sido días de guardar, pero no de una manera que inspire esperanza de una mejora institucional. En cambio, las acciones recientes del papa León XIV señalan una posible reversión de las reformas en materia de rendición de cuentas y transparencia instituidas por el papa Francisco.
Esto se observa en los temas de la crisis de abusos sexuales del clero y las mejoras del sistema financiero diseñadas para prevenir su encubrimiento. Por mucho que se quiera creer que las instituciones aprenden de sus errores, las primeras señales del nuevo pontificado muestran una peligrosa disposición a tropezar con las mismas piedras que socavan la credibilidad de la Iglesia Católica.
Por razones que no son evidentes, León XIV decidió contradecir políticas clave de rendición de cuentas impulsadas por su predecesor, aunque sus aliados las presentan como destinadas a mejorar la administración de la Iglesia Católica.
Primero, a principios de septiembre, León XIV hizo una importante concesión a su paisano, el cardenal Raymond Leo Burke, un enemigo declarado del papa Francisco, para celebrar la llamada misa tradicional en latín en la basílica de San Pedro.
Más tarde ese mismo mes, León XIV inició un problemático giro retórico sobre la crisis de abusos sexuales del clero. En una entrevista con Crux, habló de “sacerdotes inocentes” que enfrentan acusaciones falsas. Por razones difíciles de comprender, desestimó el riesgo de reabrir la cacería de sobrevivientes.
El lunes 6 de octubre, León XIV publicó un documento, similar a un decreto, conocido por la Iglesia Católica como Motu Proprio. Este documento, titulado en latín, como suele ser Coniuncta Cura o Cuidado compartido, cancela una de las reformas financieras clave de Francisco.
Finalmente, el jueves 9 de octubre, León XIV publicó el primer documento importante de su pontificado, la exhortación apostólica Dilexi Te (Te he amado). El documento enfatiza el deber cristiano de cuidar a los pobres y marginados y, como tal, se ha presentado como una crítica indirecta a las actuales políticas autoritarias y antiinmigrantes en Estados Unidos.
Si bien es cierto que es imposible calificar las decisiones de León XIV como una traición total al legado de Francisco, es difícil evaluar hasta dónde llegará al tratar de complacer a las fuerzas conservadoras que presionan para restaurar la misa en latín, cancelar la reforma financiera y que están más que dispuestas a volver a una defensa sorda del clero depredador.
Aislados, estos episodios podrían fácilmente desestimarse como “gestos” para complacer a clientelas dentro de la Iglesia Católica. En conjunto, estas ideas representan el riesgo de un importante retroceso en lo que ya era un tímido intento de cambiar las formas de la jerarquía de la Iglesia Católica.
El riesgo es mayor si se considera que, a pesar de todas las concesiones, es difícil encontrar apoyo de estas fuerzas al desafiar las agendas regresivas de Donald Trump y otros populistas en temas como la migración. Basta con observar la rebelión “silenciosa” del ala más conservadora de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, dispuesta a apoyar las políticas de Trump en materia de migración, a pesar de sus efectos en la propia base de la Iglesia Católica en ese país.
La apuesta por el cardenal Burke
Permitir que Raymond Burke regrese a San Pedro a celebra la misa en el antiguo ritual tiene consecuencias políticas. Rehabilitar a Burke legitima a la facción cuya oposición a los cambios litúrgicos se remonta al pontificado de Pablo VI, desafía su autoridad y la del Concilio Vaticano II para promulgar cambios y promueve las más delirantes teorías de conspiración que la Iglesia Católica haya padecido.
Cabe destacar que el latín nunca estuvo ausente de los rituales y sacramentos durante el mandato del papa Francisco. Como prescribía el ritual, el latín era la lengua franca de la mayoría de las misas que presidía como Pontífice, con la relativa excepción de misas como las celebradas el 12 de diciembre, donde hablaba en español sobre Nuestra Señora de Guadalupe.
Al traer a Burke de vuelta a Roma, León XIV legitima a una facción de la Iglesia católica conocida por promover teorías conspirativas para criticar las reformas de las décadas de 1960 y 1970.

En ese sentido, recuperar el antiguo ritual de 1962 no sólo legitima los numerosos ataques perpetrados o aprobados por Burke y sus seguidores contra Francisco, apoyados por las facciones más conservadoras de la Iglesia Católica en el mundo angloparlante, en particular el llamado Napa Institute (contenido en inglés) o en el de habla española a cuenta del Yunque y Tradición, Familia y Propiedad.
Estos ataques son una extensión de los ataques contra Pablo VI en las décadas de los sesenta y setenta. Los ataques más “caritativos” presentan a Pablo VI como un personaje crédulo, pero las facciones más radicales de la Iglesia Católica lo presentaban como un hereje y peor aún, como un traidor, pues según ellos era un “marrano”, un “judaizante”, un criptojudío y peor aún, porque según ellos era la encarnación misma del Anticristo.
Afirmar que Pablo VI era un “criptojudío” es una recurrente teoría de conspiración antisemita arraigada en el rechazo de quienes promueven la misa en latín a la declaración del Concilio Vaticano II, Nostra Aetate o En nuestro tiempo de 1965, que repudia el concepto de deicidio judío, es decir, la culpa colectiva del pueblo judío por la muerte de Cristo.
Dado que los tradicionalistas ven a Nostra Aetate como una ruptura con doctrina previa, la teoría de conspiración dio una “razón” no teológica a la “traición”: un supuesto vínculo judío en la familia de Pablo VI.
Presentar a un papa como Pablo VI como el Anticristo, solía ser el dominio exclusivo de los protestantes más radicales, como en los insultos que los unionistas de Irlanda del Norte gritaban a los católicos durante el conflicto de los setenta, los llamados The Troubles. La diferencia es que, al atacar a Pablo VI, uno encuentra a supuestos católicos devotos usar insultos similares a los de los protestantes de Irlanda del Norte.
Los tradicionalistas post-Vaticano II adoptan ese lenguaje y la actitud para retratar a Montini, como lo siguen llamando hasta hoy a Pablo VI, como un papa hereje que presidió una “apostasía” masiva. Como ejemplo, véase la publicación de un usuario hispanohablante que se autodenomina “Un seglar católico” en lo que solía ser Twitter, donde en agosto de 2025 llamó al papa Pablo VI “Montini el Anticristo”.
Además, en Scribd se puede encontrar otro ejemplo de esta corriente de pensamiento católico con una edición relativamente reciente en PDF de un clásico de la literatura anti-Pablo VI de los setenta: El enigma de Montini, un panfleto donde se acusa a Pablo VI, entre otras cosas, de estar al servicio de logias masónicas con el objetivo de destruir a la Iglesia Católica.
El enigma de Montini fue escrito por un exjesuita mexicano, Joaquín Sánchez Arriaga, quien fue expulsado de la Compañía de Jesús tras el Concilio Vaticano II y se convirtió en una celebridad de los Rad-Trad o Radicales Tradicionalistas, donde criticaba a Pablo VI a la menor provocación.
Aunque es difícil encontrarlos, existen sitios web antiguos donde es posible encontrar referencias a otras obras de Sánchez Arriaga, como Sede Vacante: Pablo VI no es un papa legítimo o un favorito del Yunque: La Nueva Iglesia Montiniana.
Por esa razón, el pontífice argentino impuso severas restricciones al uso del llamado “rito antiguo”. No por su antigüedad, sino porque desde la década de 1970, la llamada Misa Tridentina, se convirtió en la bandera del rechazo a los cambios que Pablo VI promovió en la Iglesia, no sólo en temas de liturgia, sino sobre todo en el tema del antisemitismo en la Iglesia Católica.

Ese ritual, llamado “Tridentino” por la ciudad italiana de Trento, donde se celebró un concilio dividido, conflictivo y tan prolongado que duró 18 años, de 1545 a 1563, cuyo logro fue el de imponer una uniformidad artificial en materia litúrgica.
Curiosamente, los defensores del supuesto “rito antiguo y auténtico” promulgado en Trento desestiman y menosprecian los ritos más antiguos de la Iglesia Católica. Si un siglo antes de Trento, Europa albergaba diversas variantes de los rituales para celebrar la misa y otros sacramentos, Trento apenas permitió la supervivencia de los ritos mozárabe y ambrosiano en ciertas regiones de España y de lo que hoy es Italia, respectivamente.
Abandonar a las víctimas
En septiembre, esta serie profundizó en las posibles implicaciones de la postura de León XIV sobre el supuesto riesgo de la sobredenuncia de casos de abuso sexual del clero. El artículo advierte, durante una entrevista con los medios, sobre los posibles riesgos de desmantelar el progreso logrado con tanto esfuerzo hacia la rendición de cuentas en la crisis de abuso sexual del clero.
Al centrar la preocupación institucional en la defensa del clero acusado, una postura sin respaldo empírico, prioriza los esfuerzos documentados de las diócesis por desestimar al máximo los informes, las preocupaciones e incluso las sentencias firmes sobre sacerdotes depredadores.
El papa decidió priorizar la defensa del clero acusado advirtiendo contra las “acusaciones falsas” y la destrucción de las vidas de “sacerdotes inocentes”. El artículo sostiene que, si bien el papa enfatizó que la gran mayoría de las denuncias son auténticas, su énfasis en las excepciones señala un peligroso cambio en la preocupación institucional, al tiempo que incentiva los frecuentes ataques contra los sobrevivientes de abuso sexual del clero para desacreditarlas.
El principal problema es que el comentario de León XIV sobre falsas acusaciones carece de respaldo empírico, ya que no existen informes nacionales ni globales que documenten una significativa sobredenuncia de casos de abuso sexual. En cambio, los datos institucionales respaldan abrumadoramente la autenticidad de las denuncias de sobrevivientes, y todos enfatizan que el principal problema es la subdenuncia, y no la sobredenuncia, de los abusos en entornos religiosos.
Al hacer de la excepción el enfoque retórico, León XVI se alineó con las facciones clericales conservadoras que han resistido las reformas centradas en los sobrevivientes y que buscaban reafirmar la “presunción de inocencia” canónica por encima de todos los demás deberes pastorales y éticos.
Las palabras del papa Prevost no fueron una postura pastoral sobre el tema, sino una decisión política quizás destinada a señalar una nueva dirección para la jerarquía de la Iglesia Católica. Esta retórica parece ser un para calmar la ansiedad del clero, en particular de los elementos de la jerarquía acostumbrados a anteponer la reputación de la institución a las necesidades de las víctimas.

El resultado es la posible rehabilitación del antiguo mecanismo de defensa que caracterizó la era previa a Francisco: priorizar la protección de la carrera sacerdotal sobre la transparencia.
El artículo destaca el caso de Giuliana Caccia y el Sodalicio de Vida Cristiana del Perú para exponer la verdadera naturaleza de las acusaciones peligrosas. El artículo señala que León XIV conoce bien el contexto peruano.
Sin embargo, el caso Caccia no sirve como prueba de acusaciones falsas por parte de víctimas al azar, sino como un ejemplo de una falsa acusación con motivaciones políticas, hecha por Caccia, integrante de la clase política peruana, para presentarse como víctima de un exmiembro del Sodalicio que había denunciado sus experiencias en esa “orden” ahora suprimida.
Caccia intentaba obstruir una investigación dirigida por el Vaticano y proteger su propia red de la represión. Este contraejemplo demuestra que, cuando se descubre que las acusaciones son falsas, a menudo son actos de “autodefensa” institucional contra la rendición de cuentas. El artículo concluye preguntándose si los comentarios León XIV fueron simplemente un lapsus o una escalofriante profecía de lo que vendría.
Al iniciar su papado con una retractación retórica sobre la crisis de abusos sexuales del clero, León XIV corre el riesgo de convertirse en quien sancionó la revocación de la rendición de cuentas, sugiriendo que la costumbre interna de la Iglesia de acomodarse al egoísmo clerical podría finalmente triunfar sobre las difíciles, pero necesarias, reformas que exigen las víctimas y el mundo moderno.
Es difícil entender por qué León XIV hablaría de ese tipo de comportamiento cuando es realmente difícil encontrar otro ejemplo de actitudes similares por parte de una presunta víctima que intenta engañar a un miembro de una orden religiosa como el ahora suprimido Sodalicio de Vida Cristiana.
Roma parece insistir en que la supresión del Sodalicio está en marcha, según lo decidido por Francisco, pero la buena voluntad que uno pueda mostrar ante tal decisión se diluye al considerar las otras señales que Roma transmite estos días.
Y hay otro riesgo: el que se quiera presentar la supresión del Sodalicio como la medida que lo resuelve todo. Es triste ver, en ese sentido, cómo sobrevivientes de la Legión de Cristo, del Opus Dei o del Instituto del Verbo Encarnado reprochan a los sobrevivientes del Sodalicio el que celebren la supresión de la orden peruana como una suerte de solución final para todos los casos de abuso sexual del clero.
Apetitos clericalistas
El lunes 6 de octubre, León XIV desestimó una de las reformas financieras clave del papa Francisco al publicar un documento, similar a un decreto, conocido por la Iglesia Católica como Motu Proprio.
Este decreto, titulado en latín Coniuncta Cura o Cuidado compartido, revierte directamente el intento de Francisco de centralizar el control financiero. El texto oficial del Motu Proprio puede consultarse en el sitio web de la Santa Sede, aunque sólo en italiano, pues no hay hasta ahora traducción al español o el inglés. Incluso en ello hay ecos de viejas actitudes de la curia romana para limitar la rendición de cuentas y la transparencia tanto como puedan.
El pontífice argentino había centralizado la gestión de los fondos de la Iglesia Católica bajo el Instituto para las Obras de Religión (IOR), el llamado Banco Vaticano. No lo hizo por capricho, sino porque el Vaticano se recuperaba de múltiples crisis de opacidad financiera que llevaron a la suspensión efectiva de la Santa Sede de los principales sistemas de pago europeos, un bloqueo financiero que se produjo en los últimos meses del pontificado de Benedicto XVI.
La crisis financiera se expresó de manera violenta en un negocio en el mercado inmobiliario de Londres, en el que la Secretaría de Estado del Vaticano invirtió aproximadamente 350 millones de euros (más de 400 millones de dólares) en un proyecto inmobiliario especulativo.
La mala gestión, la extorsión y el fraude subsiguientes, que llevaron a la destitución de Ángelo Becciu de la curia romana y del Colegio Cardenalicio, y finalmente a su juicio, resultaron en pérdidas asombrosas para la Santa Sede, como se puede leer en el texto enlazado después de este párrafo.
El estimado de The Associated Press es de entre 140 y más de 200 millones de euros (aproximadamente entre 150 y más de 210 millones de dólares) en pérdidas para la Santa Sede.
Este escándalo impulsó la decisión de Francisco de centralizar la gestión, pero no fue la única razón. Décadas de prácticas laxas en Roma permitieron que depredadores como Marcial Maciel, Carlos Miguel Buela y Theodore McCarrick compraran impunidad con donaciones en efectivo en la curia vaticana.
Esta capacidad para usar “dinero blando”, fondos distribuidos en efectivo y sin las formalidades de las transacciones bancarias, es una característica conocida de los abusos sexuales en la Iglesia Católica en general.
Casi siempre, donde hay un fuego de abuso sexual por parte del clero, también está el humo de la malversación financiera y delitos similares, ya que sacerdotes depredadores, y a veces sus obispos, utilizan dinero en efectivo para intentar silenciar a sus víctimas, comprar la ayuda y la lealtad de la policía en sus países o asegurar el apoyo de los funcionarios de la curia en Roma.

Este retroceso, sumado a la incertidumbre del juicio de Becciu, amenaza uno de los pocos logros de Francisco para frenar los peores apetitos clericales de la curia vaticana, y se ve agravado por los resultados del juicio en curso contra Becciu.
E incluso si el caso de Becciu es débil, su comportamiento recuerda al de otros altos funcionarios del Vaticano que utilizan su acceso a “dinero blando” para ayudar a sus familiares a acceder a acuerdos lucrativos, como el exsecretario de Estado durante el pontificado de Juan Pablo II, el cardenal Angelo Sodano.
En la primera década de este siglo, cuando Sodano estaba en la cúspide de su poder, su sobrino, Andrea Sodano, se vio involucrado en negocios turbios, actuando como “asesor de construcción” para la Legión de Cristo de Maciel y participando en actividades de las familias mafiosas italianas de Nueva York.
The New York Times en 2008 y Jason Berry en The National Catholic Reporter en 2010 (contenido en inglés) informaron del uso del joven Sodano de los contactos de su tío.
En lo que respecta al joven Sodano, las autoridades estadounidenses desestimaron los cargos, ya que no eran lo suficientemente graves como para justificar, en su opinión, su persecución. Sin embargo, la corrupción ha sido una de las muchas manchas en la trayectoria de Sodano en Roma.
Volviendo al caso, bastante débil, de Becciu, el Tribunal de Apelaciones del Vaticano asestó un golpe vergonzoso al desestimar aspectos del caso por errores procesales. Esta incapacidad para castigar las irregularidades financieras es sintomática de las dificultades de la Iglesia Católica para autogobernarse.
Penélope en el Banco Vaticano
También hay que tener en cuenta que este caso fue el origen de uno de los episodios más amargos del recientemente celebrado cónclave donde el cardenal Prevost resultó electo papa.
Becciu, quien afirma ser inocente, fue expulsado a medias del Colegio Cardenalicio por el papa Francisco. La forma en que el pontífice argentino “castigó” a Becciu dejó la puerta abierta para que el prelado italiano hiciera el ridículo cuando trató de que se le aceptara en el Colegio de Cardenales durante la llamada Sede Vacante, es decir, el interregno tras la muerte de un obispo de Roma y antes de la elección de su sucesor.
Francisco había impuesto el “castigo” a Becciu por la mala gestión de los fondos a su cargo. Becciu utilizó las cuentas bancarias de uno de sus familiares para realizar la “contabilidad creativa” que terminó perjudicándolo a él y a la Santa Sede.
La “contabilidad creativa” de funcionarios clave del Vaticano, como solía ser Becciu, fueron la fuente de numerosos ataques contra Francisco por la extrema derecha italiana, descontenta con su apoyo a migrantes que trataban de entrar a la Unión Europea, aunque no había forma de vincular el apoyo de Francisco a los migrantes y a las ONG que ofrecían asistencia, con la generosidad de Becciu con su familia.
Si bien es cierto que para ayudar a los grupos que se enfrentan a formidables amenazas de narcotraficantes, jefes, contrabandistas y similares, las organizaciones religiosas necesitan “dinero blando”, es decir, efectivo y sin las formalidades de las transacciones bancarias, existe un historial conocido de comportamiento abusivo en el Vaticano al tratar con este tipo de dinero.
El artículo anterior a este párrafo describe el caso de Becciu como parte de la dificultad documentada que tiene la Iglesia Católica para autogobernarse y la incapacidad de castigar efectivamente las malversaciones financieras, una característica recurrente de los abusos sexuales cometidos por el clero.
El dinero “blando”, como el que el Vaticano suele gestionar, es utilizado con frecuencia por sacerdotes depredadores para intentar silenciar a sus víctimas o para comprar la ayuda y la lealtad de altos funcionarios de Roma.
El más reciente decreto de León XIV, traducido al español como Cuidado compartido, señala un cambio de un enfoque centralizado en la gestión de fondos para intentar combatir la corrupción a uno enmarcado como una “flexibilidad administrativa compartida”, como solía ser cuando los solícitos sacerdotes de la Legión de Cristo solían distribuir la “alegría” de Marcial Maciel en sobres por toda la curia de Juan Pablo II.
Dada la postura del papa sobre una supuesta crisis de falsas denuncias de abuso sexual por parte del clero, cabe preguntarse si el revertir el enfoque centralizado de Francisco es, en efecto, similar a las labores de Penélope: deshilachar lo tejido por Francisco para proteger y sugerir que la opacidad financiera es el riesgo que la curia de León XIV está dispuesta a correr.
Amarás a tu prójimo
En Dilexi Te (Te he amado), el documento del papa León XIV del 9 de octubre, se enfatiza el deber cristiano fundamental de cuidar a los más pobres de sus comunidades en un momento en que la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos está profundamente dividida sobre la dirección política del país y los efectos de las políticas de Donald Trump.
Es imposible no preguntarse por la respuesta real que el documento del papa tendrá en Estados Unidos, dado el tenso contexto político actual.
Originario de Chicago, León XIV se ha visto obligado a presenciar a través de los medios estadounidenses la ocupación de su ciudad natal por parte de tropas de la Guardia Nacional desplegadas para hacer cumplir las restrictivas políticas migratorias de Trump.
Horas antes de la publicación del documento, la crisis llegó directamente a Roma: Mark Seitz, obispo católico de El Paso, Texas, celebró una audiencia privada (contenido en inglés) con León XIV, donde informó al pontífice sobre la crisis actual en la frontera entre Estados Unidos y México.

Como exhortación apostólica, el documento es un llamado pastoral que no profundiza en la redefinición ni la reforma de cuestión teológica alguna. En cambio, revela la mirada del nuevo papa sobre el presente y el futuro de la organización que preside.
El momento lo es todo, ya que el documento llega en medio de una profunda crisis política en su país de origen, con citaciones emitidas por la administración Trump bajo cargos dudosos, que hacen del sistema judicial estadounidense algo más parecido al de México que al de Canadá, y cuando Estados Unidos lidia con un severo cierre gubernamental, sumado a otras preocupaciones económicas.
Además, se publicó días antes de la celebración de lo que será, a finales de octubre, un nuevo avance en el Sínodo sobre la Sinodalidad, convocado por el papa Francisco, que ya lleva años en marcha..
El documento ha sido percibido en algunos sectores de la Iglesia Católica como una crítica indirecta al giro autoritario y populista en curso en Estados Unidos, y un llamado directo a la base católica para reafirmar la enseñanza de la Iglesia sobre la migración.
Sin embargo, no está claro si la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) está realmente dispuesta a desafiar las políticas de Trump. Unos días antes de la publicación formal del documento, los obispos del estado de Illinois, donde se encuentra Chicago, se enfrascaron en una agria disputa sobre la política en materia de aborto, el principal motivo del respaldo, bastante ciego, de muchos obispos católicos a las políticas de Trump.
¿Acción coordinada?
La confrontación pública se produjo cuando el cardenal de Chicago, Blase Cupich, anunció su disposición a reconocer al senador Dick Durbin, demócrata que se identifica como católico, por su contribución en temas migratorios.
Tan pronto como Cupich anunció el premio, el obispo Thomas Paprocki, de Springfield, Illinois, salió, con bulas de excomunión en mano, a atacar a Cupich por la postura de Durbin sobre el aborto.
El ataque de Paprocki contra Cupich, teóricamente su superior, fue demasiado similar al que lanzó en 2023 contra el cardenal Robert McElroy, obispo de San Diego, California, en el momento de su enfrentamiento y ahora arzobispo de Washington, D.C.
El ataque de Paprocki contra McElroy se produjo poco después de que este respaldara la bendición informal del papa Francisco a las “parejas irregulares”, que incluye a los católicos LGTB. Aunque las acusaciones e insinuaciones de Paprocki tenían a McElroy como objetivo declarado, todas apuntaban a atacar al papa Francisco, presentándolo como hereje.
La disputa entre Cupich y Paprocki demostró, entre otras cosas, que existe poca o ninguna comunicación extraoficial entre Roma y la USCCB, y entre los obispos de diócesis vecinas, para evitar conflictos públicos. Más aún cuando Springfield, en la metrópolis de Illinois, es Chicago. En ese sentido, es difícil esperar una acción coordinada como respuesta al primer documento importante de León XIV.

Además de su apoyo bastante ciego a quienes respaldan las políticas contrarias al aborto, independientemente de otros temas, Paprocki es conocido por sus actitudes negacionistas al abordar la crisis de abuso sexual del clero.
En 2023, la Fiscalía General de Illinois publicó su Informe sobre el abuso sexual infantil por parte del clero católico en Illinois (aquí está disponible un resumen en español). El informe analiza cada una de las diócesis católicas del estado.
Al referirse a Springfield, territorio de Paprocki, el informe afirma claramente: «Los hombres que dirigieron la diócesis de Springfield durante 50 años optaron por proteger la reputación de la Iglesia y sus clérigos, en lugar de intentar garantizar el bienestar físico y mental de sus menores».
En la sección dedicada al mandato de Paprocki, el informe muestra cómo apostó y apuesta tanto como le es posible por la opacidad y por dificultar al máximo que las víctimas identifiquen a sus depredadores:
- «Incluso ahora, la lista de la diócesis de abusadores sexuales de menores confirmados no incluye las asignaciones parroquiales de cada clérigo, siendo la única diócesis de Illinois que omite información tan vital para los clérigos diocesanos. En 2019, la diócesis explicó que su práctica de excluir asignaciones buscaba “evitar traumatizar a las comunidades parroquiales que desconocían que un sacerdote asignado a su parroquia pudiera haber dañado a menores, y no queremos retraumatizar a las comunidades donde se sabía que el sacerdote era un abusador”».
Cumbia sandinista
Las actitudes de Paprocki y la extrema derecha del episcopado de Estados Unidos no son nuevas. Lo mismo ocurrió en Nicaragua durante la década del 2000, cuando el cardenal Miguel Obando y Bravo respaldó plenamente a Daniel Ortega como líder a cambio de leyes contrarias al aborto en el país centroamericano.
Un artículo publicado tras la decisión de Ortega de tomar posesión de la Universidad Católica Centroamericana (UCA) en Managua, cuyo enlace se encuentra después de este párrafo, detalla lo que Obando hizo entonces.
El documento de León XIV sobre el amor a los más pobres no presenta innovación alguna; la clave está en el momento en que se presenta y en cómo, aparece días antes de la celebración del Sínodo sobre la Sinodalidad (contenido en inglés), se reanudará cuando Estados Unidos se enfrenta a un severo cierre gubernamental y a un clima aún más encarnizado de confrontación política sin una solución fácil a la vista.
En este contexto, surge una paradoja: si bien Dilexi Te reafirma muchas de las preocupaciones y preferencias de Francisco, existen marcadas diferencias entre Francisco y León.
¿Hasta dónde llegará Prevost al intentar complacer a las fuerzas conservadoras internas que presionan para restaurar la misa en latín, cancelar la reforma financiera y volver a una defensa sorda del clero depredador?
Es difícil encontrar apoyo en estas facciones conservadoras al desafiar las agendas regresivas de Donald Trump y otros populistas en temas como la migración, a pesar de sus efectos devastadores en la propia base de la Iglesia Católica en ese país.
En ese sentido, lo que surge es el riesgo de que el interés de León en restaurar cierta unidad con las facciones más conservadoras de la Iglesia Católica, las más cercanas a Donald Trump, entre en conflicto directo con la necesidad de mantener un sentido básico de coherencia con la postura de Francisco sobre la migración y otros temas sociales clave.
A poco menos de 150 días de su papado, León XIV parece dispuesto a realizar un profundo cambio institucional.
Externamente, parece reconocer la necesidad de comprometerse con el Evangelio, como lo demuestra Dilexi Te. Para hacerlo, exige que la Iglesia Católica se enfrente al autoritarismo político y proteja a los marginados.
Sin embargo, el intento de promover decisiones internas simultáneas (rehabilitar a la oposición tradicionalista, flexibilizar las salvaguardias financieras diseñadas para contener la corrupción del “dinero blando” y validar la defensa de los sacerdotes “falsamente acusados”) plantean el riesgo de que la Iglesia Católica se centre en complacer los intereses personales del clero.
El riesgo de este cambio de rumbo es que esta búsqueda interna de apaciguamiento con el ala tradicionalista, la afición de la curia por el “dinero blando” y el afán de desestimar los abusos sexuales del clero como un problema clave se interpreten como una contrarreforma funcional. Ello socava, en última instancia, la coherencia y la autoridad moral necesarias para desafiar a las fuerzas políticas regresivas contra las que León XIV se pronuncia en Dilexi Te.
En su homilía de la misa de ayer domingo, 12 de octubre, León XIV aparentemente reconoce la peligrosa ruta que sigue al socavar el legado del papa Francisco. Como suele ser el hiperbólico lenguaje religioso, uno lee ahí:
- Los leprosos que en el Evangelio no vuelven a dar las gracias nos recuerdan, de hecho, que la gracia de Dios también puede alcanzarnos y no encontrar respuesta, puede curarnos y seguir sin comprometernos. Cuidémonos, pues, de ese subir al templo que no nos lleva a seguir a Jesús. Existen formas de culto que no nos unen a los demás y nos anestesian el corazón. Entonces no vivimos verdaderos encuentros con aquellos que Dios pone en nuestro camino; no participamos, como lo hizo María, en el cambio del mundo y en la alegría del Magnificat (mi énfasis). Cuidémonos de toda instrumentalización de la fe, que corre el riesgo de transformar a los diferentes —a menudo los pobres— en enemigos, en “leprosos” a los que hay que evitar y rechazar.
El principal problema es más claro y evidente: ¿por qué tratar de quedar bien y agradar a aquellos cuyos corazones han estado anestesiados desde que un papa legítimo como Pablo VI decidió cambiar la manera en que la misa se celebraba?
¿Por qué tratar de agradar y congraciarse con Burke y los grupos de tradicionalistas en la Iglesia Católica? ¿Cuál es el toma y daca en este asunto? ¿Está relacionado con los cambios en las finanzas de la Santa Sede?
Esto es más relevante cuando uno considera que los cambios a la misa aprobados por Pablo VI fueron la consecuencia de una serie de reportes a sus predecesores a lo largo de al menos siete décadas, que se remonta a León XIII cuando autorizó en 1897 la publicación, hasta entonces prohibida, de traducciones del texto de la misa en latín a las lenguas vernáculas para que se usara en devocionales o “misales personales”. Pablo VI y todos sus predecesores, incluido Pío X, reconocieron el riesgo de una ciega y sorda adhesión al latín como único idioma.
Luego de leer la homilía de León XIV pude encontrar que el papa peruano-americano había tenido una audiencia privada, el lunes 6 de octubre, con Juan Luis Cipriani, el cardenal peruano que se mofó de las restricciones que impuso el papa Francisco sobre él cuando decidió presentarse, revestido como con el atuendo de coro de cardenal, en los funerales de Jorge Mario Bergoglio en Roma.
Gareth Gore informó de la reunión en una entrada de su Substack que capturó de inmediato la atención de las muy enojadas víctimas del Opus Dei, la entidad simular a una “orden” de la que Cipriani es un numerario. La pregunta de Gore sobre por qué León XIV estaba dispuesto a reunirse con Cipriani al tiempo que evitaba reunirse con las muchas víctimas del Opus Dei y muchas otras “órdenes” religiosas afectadas por abusos sexuales de clérigos sigue, hasta ahora, sin respuesta y, tristemente, es poco probable que pudiera ocurrir un supresión del Opus Dei similar a la que Francisco hizo del Sodalicio.

