0 3 min 2 meses

El 16 de febrero de 1953, el cielo sobre Corea del Norte ardía con fuego enemigo. A miles de kilómetros de Fenway Park, Ted Williams —la estrella más brillante de los Red Sox y de MLB—, no empuñaba un bat…

Haz una donación única

Se agradece tu contribución.

Donar

Haz una donación mensual

Se agradece tu contribución.

Donar mensualmente

Haz una donación anual

Se agradece tu contribución.

Donar anualmente

¡Williams empuñaba un avión de combate! Y ese día, la muerte estuvo a punto de ganar la partida.

Mientras volaba en misión cerca de Pionyang, una ráfaga de artillería antiaérea impactó su nave. El metal se desgarró, los controles fallaron, y el destino del último bateador en superar los .400 de promedio en MLB, parecía sellado en el aire helado de Asia.

Cualquier otro habría caído. Pero Williams, igual que en el plato, tenía el temple para esperar el lanzamiento correcto. Con sangre fría, logró un aterrizaje forzoso en la base K-13…..Había esquivado el out más definitivo de todos: La muerte.

Y lo increíble es que no paró ahí. Con el avión hecho pedazos y la sombra de la tragedia persiguiéndolo, Williams volvió a su base y siguió volando misiones de combate. Ningún pitcher lo intimidó en el diamante, y ningún cañón antiaéreo lo frenó en la guerra.

Lo más brutal de esta historia es pensar en lo que sacrificó.

Ted Williams se perdió varias temporadas de Grandes Ligas sirviendo a su país (de 1943 a 1945): Primero en la Segunda Guerra Mundial y después en Corea.

Aun así, cerró su carrera con números de inmortal: Porcentaje de .344, 521 jonrones, dos premios al MVP, etc.

¿Te imaginas lo que habría logrado si no hubiera dejado el beisbol para ir a pelear en los cielos? Probablemente, los récords serían aún más inalcanzables de lo que ya son.

Ted Williams no fue solo un pelotero. Fue un guerrero. Un hombre que cambió el rugido de las gradas por el silbido de las balas, que estuvo cara a cara con la muerte y volvió para seguir bateando como nadie más lo ha hecho desde 1941, cuando terminó con .406 y nadie más ha superado los .400 desde entonces.

Cuando alguien pregunta por qué su nombre está escrito con letras de oro en la historia, la respuesta es sencilla: Porque Ted Williams no solo venció a los pitchers más temidos… También le bateó a la muerte en el cielo de Corea.