
En Aguascalientes, a unos metros de la Plaza Punto 45, se erige un obelisco rojo con una dedicatoria que sorprende a cualquiera que la lea: “General Porfirio Díaz, soldado de la República, presidente de México e impulsor del desarrollo nacional”.
El monumento, inaugurado en enero de 2010, pasa desapercibido para la mayoría de los automovilistas que circulan por la zona, pero su existencia resuena en la disputa por la memoria histórica del país. Mientras en muchas ciudades las figuras de Díaz fueron borradas o nunca existieron por el peso negativo de la dictadura, en Aguascalientes permanece un obelisco que lo honra en pleno siglo XXI.

El contraste es evidente: frente a un complejo comercial moderno, símbolo del consumo neoliberal, se levanta el recuerdo oficial a un presidente que gobernó con mano dura durante más de tres décadas. Para unos, Porfirio Díaz representa la modernización y el desarrollo del país; para otros, la represión, la desigualdad y la semilla de la Revolución Mexicana.
El obelisco rojo es, en ese sentido, más que un adorno urbano: es una memoria incómoda que interpela a la ciudad y obliga a preguntarse qué héroes decide celebrar Aguascalientes y por qué.
(Fotos: Cuauhtémoc Villegas Durán / Objetivo7)
