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Abuso sexual de clérigos

Marcial Maciel, ¿lobo de Dios o síntoma de una crisis más amplia?

Marcial Maciel, lobo de Dios, de HBO, es una buena serie de TV, pero al centrarse en las perversiones del personaje nubla el papel de la Iglesia Católica.

Marcial Maciel, al centro, preside con indumentaria litúrgica, una ceremonia religiosa, ca. 1970. Dos clérigos no identificados lo flanquean. Imagen compartida en el grupo Legioleaks de Facebook.

Al evocar a un lobo en el título presenta a Maciel como un depredador solitario, un mito con el que la Iglesia Católica y otras instituciones aturden a las víctimas.

Regresa el debate sobre el abuso sexual a 2010, cuando Benedicto XVI exculpó el papel del Vaticano con la novela gótica de Maciel como un lobo solitario.

Rodolfo Soriano-Núñez/Los Ángeles Press

En las últimas semanas, las redes sociales en español discuten vivamente la serie de TV dedicada al fundador de la Legión de Cristo, Marcial Maciel Degollado.

Maciel: el Lobo de Dios de HBO ofrece una mirada accesible a la vida del protagonista, un buen resumen de lo que hizo y algunos aspectos de cómo lo hizo.

Sin embargo, su enfoque en explicaciones psicológicas e individuales y su descuido del contexto institucional y cultural más amplio han sido motivo de críticas por su abordaje del daño que él y su “orden” infligieron a las vidas de sus víctimas y a la Iglesia Católica en general.

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La serie, actualmente disponible en HBO-Max y otras plataformas, consta de cuatro episodios, cada uno de cerca de una hora de duración.

Para muchos, la serie representaría una oportunidad para conocer, quizás por primera vez, algunos detalles sobre las prácticas depredadoras de Maciel. Nada de lo que dice la serie puede considerarse falso. Matías Gueilburt, el director, afirma que es un homenaje a los periodistas que dieron a conocer la noticia.

Theodore McCarrick durante una visita al presidente de la Cámara Baja del Congreso de Estados Unidos John Boehner en Washington, DC. Abril 17, 2012. De las redes sociales de Boehner @ www.flickr.com/photos/57209931@N03/7087911035.

Es un relato desgarrador de cómo Maciel se convirtió en un superdepredador sexual. Con él, otros clérigos con perfiles similares integran una suerte de club: el chileno Fernando Karadima, el neoyorquino Theodore McCarrick, y el argentino Carlos Miguel Buela, por mencionar sólo algunos, quienes han sido sujetos de entregas de esta serie sobre abuso sexual del clero en diferentes momentos.

Pero ahí se advierte ya una debilidad en la serie de HBO. A pesar de qué tan profundamente excava en el carácter fallido de Maciel, no enfatiza suficientemente la naturaleza sistémica del abuso sexual de clérigos, ni siquiera dentro de la Legión de Cristo misma. Esa ausencia es más notoria cuando uno considera cómo Maciel se convirtió en una suerte de prototipo para otros miembros de ese club.

Maciel no estaba solo

Esa ausencia es aún más dolorosa al considerar que, incluso en la propia Legión de Cristo, Maciel no estaba solo. Incluso cuando Maciel vivía, hubo otros depredadores conocidos en la orden y, dadas las múltiples complicidades involucradas, sus crímenes quedaron tan impunes como los de Maciel.

Según lo relatado por una sobreviviente mexicana de otro miembro de la Legión de Cristo, la serie no reconoce que Maciel no actuaba solo y que, si bien Maciel hacía lo que describe la serie, había otros sacerdotes de la Legión de Cristo y muchas otras órdenes y diócesis católicas que hacían prácticamente lo mismo que Maciel hacía con sus numerosas víctimas.

Uno de los depredadores que abusa de sus víctimas mientras Maciel era el amo y señor de la Legión era Fernando Martínez, legionario que trabajaba en el Cumbres, un colegio católico en Cancún, el resort mexicano del Caribe.

A principios de los noventa, Analú Salazar, entonces una niña de 8 años, fue víctima de Martínez. Si la experiencia del abuso sexual por un clérigo no fuera suficiente, ha tenido que soportar años de calvario, según el procedimiento habitual de la Legión: cállate o atente a las consecuencias.

Jorge Bernal Vargas (1929-2023), preside su misa de cumpleaños en 2023. Él era el obispo de lo que es ahora la diócesis de Cancún-Chetumal cuando Fernando Martínez abusó de Analú Salazar. Imagen de las redes sociales de su diócesis.

Quien se atreva a criticar todavía hoy a la Legión o a Maciel, como lo hace ella, se arriesga a los implacables ataques de los leales, que presentan a las víctimas de la Legión y a sus familiares como “enemigos de la Iglesia”, “odiadores” rencorosos, “comunistas” y la tontería que se les ocurra ese día a los fieles miembros del Regnum Christi o sus familiares.

Sendos comunicados publicados por la ONG mexicana Spes Viva (disponible aquí en Scribd), y un grupo de antiguos sacerdotes de la Legión de Cristo (disponible aquí en Scribd) enfatizaron horas después del estreno, esas prácticas ocurrían cuando Maciel vivía y contaba con el apoyo de sus más leales discípulos, dispuestos a destruir a quien se atreviera a denunciar lo que Maciel y otros depredadores hacían en esa organización, similar a una orden religiosa.

Y no sólo en México hubo y hay otros depredadores distintos a Maciel en la Legión de Cristo. Un caso que conmocionó a Chile fue el del irlandés John O’Reilly. Abusó sexualmente de al menos dos niñas menores de edad en la primaria del colegio de la Legión de Cristo en Santiago de Chile.

Antes había sido una celebridad nacional chilena. Sus feligreses, algunos de los nuevos ricos del país andino, dado que la mayor parte de los antiguos ricos ya pertenecían al Opus Dei, ansiaban ver en él una suerte de héroe, un extranjero blanco dispuesto a convertirse en el símbolo de la Legión de Cristo chilena.

La conexión irlandesa

O’Reilly recibió todo tipo de premios, reconocimientos y elogios, incluyendo la nacionalidad chilena en una ceremonia pública. Cuando se revelaron los detalles de cómo abusó de al menos dos niñas, el Congreso Nacional, avergonzado, dio marcha atrás a la concesión de la ciudadanía chilena. Fue juzgado, condenado a una irrisoria pena de cuatro años de prisión y luego expulsado a su Irlanda natal.

El primer grupo de miembros de la Legión of Cristo provenientes de Irlanda, cerca de la Plaza de San Pedro, Roma, ca. 1960. Imagen compartida por el grupo de defensa de derechos de sobrevivientes ReGAIN en Facebook.

Seleccionado personalmente por Maciel, O’Reilly fue miembro del primer equipo de la Legión de Cristo en Chile. Se encargó de replicar allí el modelo que habían perfeccionado en México y España: construir colegios y universidades para las élites, con el dinero de esas élites, proyectando el dominio del inglés como una especie de pasaporte hacia un futuro seguro y próspero.

Como ocurrió todavía en 2024, en el Colegio Highlands en el norte de Madrid, España, la promesa de una educación bilingüe, o trilingüe en España por la influencia del francés, conllevaba el riesgo de caer en las garras de un legionario de Cristo.

Los sacerdotes irlandeses desempeñaron un papel clave en los planes de Maciel. Serían el puente entre su orden y el próspero Norte global angloparlante. La Legión contaba, como uno de los muchos ejemplos posibles de la conexión irlandesa, con una escuela de idiomas en Irlanda.

Maciel tuvo, en ese sentido, una clara comprensión del papel que el inglés desempeñaría en el mundo que emergió de la II Guerra Mundial, el inglés y que le resultaba ventajoso incorporar a Irlanda como un elemento clave de su mezcla. Sin embargo, la historia de abusos en la Iglesia Católica en Irlanda obliga a preguntar si, además del inglés y las oportunidades que ofrecía Irlanda entonces, había otras razones para que Maciel buscara expandir su “orden” ahí.

Una era el racismo. Maciel era consciente de sus ventajas como “un güero”, y reclutó donde fuera a güeros como él, Whitexicans de México o de algún otro país, dispuestos a participar de su empresa criminal. Irlanda era ideal para ello.

El papa Benedicto XVI y el entonces superior de la Legión de Cristo, Álvaro Corcuera Martínez del Río, circa 2010. Fuente: Redes sociales de la Legión de Cristo.

Angelo Sodano, fue un egresado clave de la escuela en Irlanda luego de ser nuncio en Chile. Lo que sabía de inglés lo aprendió ahí. El futuro cardenal y secretario de Estado de Juan Pablo II y Benedicto XVI, se convertiría en una figura clave en el encubrimiento, las excusas y la protección que recibieron en Roma Maciel, Karadima, Buela, los fundadores “laicos” del ahora suprimido Sodalicio peruano, Theodore McCarrick, los Heraldos del Evangelio brasileños y otros depredadores en los mundos católicos de habla hispana, inglesa y portuguesa.

El sitio de Internet de la rama chilena del Regnum Christi compila los comunicados que ha debido publicar a lo largo de los años desde que este caso estalló allá, disponibles aquí. Sin embargo incluso ahí es notable que mientras en Chile hay alguna disposición a reconocer el alcance de los daños causados por algunos de los más cercanos a Maciel, en México todavía se insiste en la lógica de que fue sólo Maciel.

En ese sentido, a pesar de lo bien documentada que está la serie, es difícil no extrañar la falta de algún testimonio de las víctimas de Martínez en México, O’Reilly en Chile y quién sabe cuántos otros depredadores de esos o de cualquier otro país donde opera la Legión.

La serie se estructura como una serie de declaraciones extremadamente bien documentadas sobre las andanzas de Maciel. Las personas que ofrecen su conocimiento no son improvisadas. Estaban en las trincheras del periodismo cuando surgieron las noticias sobre Maciel, a finales del siglo XX.

Estos segmentos se complementan con testimonios de algunas de las víctimas de Maciel. Para inquietud de un segmento de la audiencia, también hay testimonios de personas que facilitaron en diferentes momentos los crímenes de Maciel y que ahora insisten en no haber estado al tanto del verdadero alcance de la situación.

Son también quienes suelen hacer el tipo de declaraciones pomposas acerca de su compromiso con la verdad y las víctimas cuando, en los hechos, alientan a que los devotos de las obras de la Legión de Cristo y el Regnum Christi ataquen implacablemente a quienes señalan los crímenes de sus miembros.

Forzar el perdón

Incluso cuando deponen esa actitud belicosa contra los sobrevivientes, insisten en exigirles que perdonen, sin que haya reparación del daño causado o al menos un reconocimiento cabal del daño y, sobre todo, de la conspiración del silencio que existe, a pesar de una serie como la de HBO, en torno a Maciel.

Quien navegue las redes sociales católicas debe estar al tanto de cómo legionarios de Cristo obsesionados con ser influencers, usan la imagen y biografía de María Teresa Goretti, para imponer el perdón como un deber cristiano.

Goretti, una santa católica, declarada mártir en 1950 por el papa Juan XXIII, murió en 1902, a la edad de 11, en Nettuno, cerca de Roma, poco después de ser víctima de abuso, no de un sacerdote, sino de un laico. Un ejemplo de ese intento de imponer el perdón a punta de pistola espiritual aparece, en Instagram, después de este párrafo o aquí.

Las narrativas de la muerte de Goretti enfatizan su disposición a perdonar en su agonía al depredador, lo que ha convertido en la santa patrona de esos sacerdotes en Instagram, Tik-Tok y otras redes sociales de formato corto en vídeo.

Y es cierto, presentan la necesidad de perdonar como parte de su deber de ayudar a quien atraviese un periodo difícil, pero su actitud es sospechosa de padecer un conflicto de interés al promover esa actitud sobre el perdón.

Más porque, después de todo, Goretti falleció poco después del ataque, que no fue sólo contra su integridad sexual sino contra su vida también. Ella no debió lidiar con el trauma de rehacer su vida o de que se le culpara de incitar el ataque, como es frecuente que ocurra contra las víctimas.

Y el uso de María Teresa Goretti como “modelo de víctima” no es exclusivo de los legionarios. Una sobreviviente española de abuso a manos de un sacerdote jesuita me informó de la manera en que la Iglesia Católica usa a Goretti.

Sin embargo, es claro que en redes sociales, la idea de Goretti como “modelo de víctima” es una de las favoritas de los discípulos de Maciel. Hasta donde es posible comprender, estos repetidos intentos de forzar el perdón a las víctimas explican la reacciones adversa a la serie.

Aunque bien documentada en lo que hace a Maciel, la serie se queda corta respecto de los aspectos que garantizan la impunidad de Maciel y otros depredadores y cómo la Legión insiste en garantizar la impunidad de los depredadores vivos, en evitar la responsabilidad hacia los sobrevivientes de los muertos, y para la “orden”. Esos patrones existen en otras organizaciones, religiosas o no, conocidas por sus prácticas predatorias, en México y otros países.

En el campo católico uno las observa en los destemplados ataques de la líder de la defensa a ultranza del Sodalicio peruano, Giuliana Caccia, incluso contra el papa Francisco. Esa actitud también se encuentra en la defensa que hace el Opus Dei de sus prácticas predatorias en Argentina y otros países de América del Sur.

En México y Estados Unidos los observa uno en el linchamiento en redes sociales que practican los fieles de la Luz del Mundo, incluso ahora que Naasón García Joaquín y su madre, entre otros, han sido acusados en Nueva York de conspirar para abusar sexualmente de los miembros de esa iglesia.

En Estados Unidos ocurre también tanto con los disidentes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los llamados mormones, así como con los que dejan lo que uno considere que es la Dianética o Cienciología.

Voces destacadas

En la serie de HBO entre las voces más destacadas que comparten su conocimiento sobre los abusos, manipulación, mentiras y engaños cometidos por Maciel se encuentra Jason Berry, quien, además de documentar el caso Maciel, ha investigado la crisis de abuso sexual del clero desde principios de los ochenta.

Además de Berry, se pueden escuchar testimonios de primera mano sobre el tema de Carmen Aristegui, Emiliano Ruiz Parra, Raúl Olmos, periodistas mexicanos; Fernando González, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México; Iacopo Scaramuzzi y Marco Politi, periodistas italianos; e Idoia Sota, periodista española, entre otras voces.

También hay testimonios de algunas de las víctimas de Maciel en la Legión de Cristo, algunas de las cuales desempeñaron un papel clave en la denuncia del fundador de la orden mientras vivían en Estados Unidos, sobre todo en la diócesis de Rockville Centre, en el estado de Nueva York, donde Maciel aterrizó en la costa este de Estados Unidos.

Entre ellos se encuentran José Barba y Juan José Vaca. Algunos se verían tentados a incluir también a Elena Sada. Ella es relevante por ser hija de una de las familias más adineradas de Monterrey, la capital industrial del norte de México.

Era una, así llamada, “consagrada” del Regnum Christi, un movimiento asociado a la Legión de Cristo. Sus miembros, como algunos del Opus Dei, y más en el recientemente suprimido Sodalicio, la organización peruana, entre muchas otras nuevas organizaciones católicas, vivían en una suerte de limbo donde no eran laicos. Incluso se les imponía una noción absurda de obediencia, aceptada y legitimada por el Vaticano, pero no se les reconocía plenamente como religiosos.

Imagen de un grupo de seminaristas de la Legión de Cristo, ca. 1990. Imagen compartida en el grupo Legioleaks de Facebook.

Esa noción de obediencia también existía para los sacerdotes de la Legión de Cristo, es el así llamado voto privado. Era una herramienta de control sectario, que obligaba lealtad absoluta a Maciel y, al mismo tiempo, le otorgaba impunidad absoluta. Roma permitió que Maciel conservara esa herramienta a pesar de la abrumadora evidencia, ya desde los sesenta, de los efectos demoledores que tenía en quienes estaban sometidos a ella.

El pretexto que permitió que usara esa comprensión sectaria de la obediencia fue el boom de vocaciones. Roma estaba encantada con las ordenaciones masivas como un espectáculo de músculo espiritual en las basílicas de Roma y México.

Ello le permitió a Maciel encontrar cómplices en Roma dispuestos a aceptar, así fuera “temporalmente”, el voto privado. Y peor aún, la praxis de Maciel se convirtió en un ejemplo para el argentino Instituto del Verbo Encarnado, el peruano Sodalicio de Vida Cristiana y los brasileños Heraldos del Evangelio. El texto dedicado a la Legión de Cristo (antes de este párrafo) y el dedicado al cardenal Franc Rodé (después de este párrafo) consideran con mayor detalle el papel que esas ordenaciones masivas tuvieron durante el pontificado de Juan Pablo II.

A los miembros de la Legión y el Regnum se les imponía esa noción de obediencia para mantenerlos en ese limbo, perpetuos menores de edad, fieles de segunda, sujetos a los deberes de una monja o un hermano religioso, pero sin los derechos que la Iglesia Católica reconoce a las monjas, hermanas, monjes o hermanos.

Aunque lo que dice Sada acerca de no estar al tanto de lo que en realidad hacía Maciel es creíble, es inevitable preguntarse por qué la serie dedica tanto tiempo a la recreación de cómo ella y sus compañeras del Regnum Christi dormían en autos o trabajan desde teléfonos de monedas en la era previa a los celulares en Estados Unidos.

¿No hubiera sido preferible llamar a un experto que explicara lo que hace creíbles las afirmaciones de Sada de desconocer lo que Maciel hacía mientras abusaba espiritualmente de ella y otros en vez de dedicar tanto tiempo a la recreación?

También, aunque es muy positivo tener a Sada ahí para compartir su dolorosa experiencia, es notable la ausencia de otros miembros de las muy poderosas élites financieras y políticas de México vinculadas con la Legión de Cristo.

Y si no de ellos, de expertos que hablen de cómo el poder de Maciel se construyó como resultado de su capacidad para asegurarse el implacable apoyo, todavía ahora, de la familia Slim, entre otros en las élites mexicanas, dispuestos a cruzar las puertas de infierno en su apoyo al fundador de la Legión de Cristo.

Al centro, el arzobispo Charles Scicluna, funcionario del ahora Dicasterio para la Doctrina de la Fe en la ceremonia en la que él y Jordi Bertomeu, a su izquierda, pidieron perdón, a nombre del papa Francisco por el manejo del caso Karadima en la catedral de Osorno, Chile. Junio 17, 2018. Imagen compartida por Jaime Bertín, alcalde de Osorno, en sus redes sociales.

Hay fragmentos de vídeo donde se puede escuchar, y en algunos casos ver, a miembros clave de la jerarquía católica ofrecer sus opiniones sobre el tema. Ese es el caso de Charles Scicluna. El arzobispo maltés es relevante porque se le encargó un informe original tras la llamada Visita Apostólica de 2009-2010.

De dicho informe, el único elemento disponible es un comunicado todavía localizado aquí.

El “abominable depredador solitario”, de nuevo

En ese documento uno encuentra una explicación, demasiado común en los informes sobre abusos sexuales del clero, que se resume en la metáfora del “abominable depredador solitario”.

Al analizar el uso inconsistente de la idea de “tolerancia cero” en la crisis de abusos sexuales del clero, esta serie abordó las implicaciones de usar la metáfora del abominable depredador solitario para explicar casos como el de Maciel en el texto enlazado antes de este párrafo, de junio, en la sección así titulada, y en julio, el enlazado después, en la sección “El depredador solitario y el supervisor ‘ciego’”.

Este enfoque está presente en la serie documental de HBO en los segmentos donde se escucha al sacerdote austriaco de la Legión de Cristo, Andreas Schöggl, a quien se identifica como secretario general de la organización. La captura de pantalla que aparece después de este párrafo se tomó del minuto 29:10 del cuarto episodio donde Schöggl aparece con ese título.

Sin embargo, cuando se va al sitio principal de la orden, sea en español o en inglés, quien aparece como actual secretario general es Luis Alberto Henao. Schöggl fue secretario general de 2018 hasta una fecha desconocida, según se puede ver aquí en ese mismo sitio.

En general, la serie ofrece un relato exhaustivo de quién era Maciel: un manipulador y narcisista consumado. Todos los entrevistados ayudan a desenmascarar la farsa de Maciel, el dizque santo con la perspicacia de un empresario consumado que se hacía pasar por miembro de los servicios secretos de México y Estados Unidos, mientras abusaba incluso de sus propios hijos.

Pero también es notable que la ausencia de un análisis más amplio del papel del liderazgo de la Legión de Cristo y del de los obispos y las élites políticas y financieras de México, así como la cúpula del Vaticano parece contribuir a esta idea de promover la tesis del depredador solitario.

Y es cierto que también está el testimonio de un legionario que aparece de espaldas y que, tras el estreno de la serie, publicó en redes sociales una declaración adicional de una página donde habla sobre el miedo a criticar abiertamente a Maciel, sus subordinados y sus sucesores en la Legión.

Sin embargo, el hecho mismo que ideas tan relevantes como esas vinieran de una fuente anónima le obliga a uno a preguntarse si no había otras maneras de presentar temas tan importantes al público.

En busca de un propósito

Personalmente, y esto es claramente una cuestión de gustos y preferencias, la serie de HBO profundiza de manera poco productiva en los detalles de la vida de Maciel a través de una serie de recreaciones de momentos clave de su vida.

Evitan detalles de la sórdida vida de Maciel. Así que, incluso si es HBO, no es el HBO de series como Taxicab Confessions o Real Sex, ni de otras de finales del siglo XX en que HBO llevaba al extremo los límites de lo aceptable.

Las recreaciones aportan poco o nada de valor a la narrativa. Son una especie de apoyo visual que ha sido elogiado por un sector de la audiencia que destaca la capacidad de quienes están detrás de esos segmentos, para recrear escenarios de Roma a Nueva York, de México a España, en diferentes momentos.

Son cuidadosas en la recreación de antiguas prácticas como personas que firman cheques con largas series de ceros, la sobredosis de Maciel en Marruecos con su droga favorita, la Dolantina, o Maciel en un congal en México para encontrarse con una pareja sexual o Sada viviendo en un auto en Estados Unidos. Lo mismo podría decirse de las reuniones donde se tomaron decisiones sobre la Legión y los intentos de esa orden de frenar los excesos de Maciel.

Estas recreaciones de la vida de Maciel sólo apuntalan la narrativa ya presente en la declaración del Vaticano sobre la supuesta exhaustiva Visita Apostólica durante el pontificado de Benedicto XVI. Un par de párrafos de dicha declaración bastan para captar la esencia:

La Visita Apostólica ha podido comprobar que la conducta del P. Marcial Maciel Degollado ha causado serias consecuencias en la vida y en la estructura de la Legión, hasta el punto de hacer necesario un camino de profunda revisión.

Los comportamientos gravísimos y objetivamente inmorales del P. Maciel, confirmados por testimonios incontestables, representan a veces auténticos delitos y revelan una vida carente de escrúpulos y de verdadero sentimiento religioso. Dicha vida era desconocida por gran parte de los Legionarios, sobre todo por el sistema de relaciones construido por el P. Maciel, que había sabido hábilmente crearse coartadas, ganarse la confianza, familiaridad y silencio de los que lo rodeaban y fortalecer su propio papel de fundador carismático.

Pretextos

Por si fuera poco, también hay segmentos, escenas, donde los líderes actuales de la Legión de Cristo hacen todo lo posible por excusarse a sí mismos y a sus predecesores en posiciones similares para descartar cualquier conocimiento de los crímenes de Maciel y las tácticas que siguió para cometer tales crímenes.

Que la fábula del depredador solitario no describe lo que ocurrió lo reconoció el propio Charles Scicluna luego de que intentó repetirla cuando redactó un informe similar para el caso de Fernando Karadima en Chile.

Fieles a las puertas de la catedral de Osorno despliegan una pancarta que cita el libro de Jeremías (23:1). Dice: “¡Ay de los pastores que dispersan y extravían a las ovejas de mí”. Redes sociales del grupo Laicos y laicas de Osorno, 2018.

Scicluna se vio obligado a cambiar la narrativa oficial del Vaticano sobre Karadima cuando enfrentó el repudio por haber publicado una imitación andina del informe de Maciel, en que se culpaba a Karadima de lo ocurrido en la llamada Pía Unión Sacerdotal, una organización del clero local en Santiago de Chile.

Tras la debacle chilena del papa Francisco en 2018 (ver el texto vinculado antes de este párrafo), Scicluna tuvo que revisar la evidencia y aceptar los numerosos errores que él y su equipo cometieron en el informe original sobre Karadima.

Lo mismo podría decirse del exhaustivo informe que publicó la Secretaría de Estado de la Santa Sede para explicar los crímenes de Theodore McCarrick. Si algo está claro en ese caso es que Roma estaba dispuesta a proporcionar un relato detallado de los delitos de McCarrick, así como de los de uno de sus cómplices, el Maciel argentino, Carlos Miguel Buela.

El texto enlazado después de este párrafo, publicado poco después de la muerte de McCarrick a principios de este año, detalla la relación entre ambos superdepredadores. Más significativamente, en dicho informe se deja claro que personas con conocimiento de la situación advirtieron a Juan Pablo II sobre los posibles riesgos de promover a McCarrick y que, a pesar de dichas advertencias, él estaba dispuesto a poner en riesgo a la gente para lograr otros objetivos políticos o financieros.

Theodore McCarrick, ¿muerto el perro se acaba la rabia?

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió con el primer informe sobre Karadima o con el que trata sobre McCarrick (disponible aquí en Scribd o aquí en el sitio web del Vaticano, aunque sólo en inglés en cualquiera de los dos casos. En lo que hace a Maciel, nunca se ha retractado el remedo de una investigación de 2010. Al menos oficialmente, la “verdad establecida” de la Iglesia Católica sigue siendo la tesis del depredador solitario.

En el caso McCarrick se evitó el mito del depredador solitario es porque ese reporte necesitaba desmentir, entre otros, al complotista Carlo María Viganò.

Él fue nuncio en Estados Unidos de 2011 a 2016. Desde que dejó el cargo, por edad, dedicó su vida a atacar a Francisco en el marco de la promoción de distintas teorías de conspiración, incluidas las que tratan de desacreditar el uso de vacunas. Excomulgado en 2024, Viganò culpaba a Francisco de promover a McCarrick. Eso era imposible dado que McCarrick se retiró como obispo, por edad, en 2006, siete años antes de la elección de Bergoglio como papa en 2013.

Sin embargo, es claro que cuando se trataba de McCarrick, la Santa Sede puso mucho cuidado en evitar la fábula del depredador solitario porque ya había varios artículos en medios de habla inglesa que daban cuenta con todo detalle de cómo habían sido posibles los abusos de McCarrick.

También, porque había la expectativa de un juicio que finalmente nunca ocurrió, pues McCarrick ya tenía 88 cuando Francisco forzó su salida del Colegio de Cardenales en 2018 y 89 cuando el antiguo arzobispo de Washington, DC fue “reducido al estado laical” o “laicizado”. Dos años antes de su muerte, ocurrida este año, un juez lo había declarado incapaz de enfrentar un juicio.

Es necesario señalar que las decisiones narrativas de la Iglesia Católica en esos reportes no son neutras. Pueden ser rehenes de luchas intestinas, así como de la necesidad de ofrecer una explicación creíble.

Cuando Scicluna admitió sus muchos errores en su primera explicación de lo que había pasado con Karadima, enfrentó movilizaciones en la catedral de la diócesis de Osorno. Fieles dentro y fuera del recinto sagrado repudiaban con carteles a Juan de la Cruz Barros Madrid, uno de los “obispos de Karadima”.

Fieles dentro de la catedral de Osorno, Chile, despliegan masivamente carteles que exigen la renuncia de Juan de la Cruz Barros Madrid como obispo ahí, ca. 2017. Del grupo de Facebook Laicos y laicas de Osorno.

Ellos garantizaron impunidad gracias a lo que parecía ser un interminable río de encubrimientos y pretextos. Tristemente, sólo los fieles chilenos de Osorno han estado dispuestos a ser tan explícitos en su repudio de las prácticas predatorias en el catolicismo latinoamericano.

Además del reporte oficial sobre McCarrick y cómo Scicluna cambió su argumento acerca de los abusos de Karadima luego del viaje de Francisco de 2018 a Chile y Perú, el mejor ejemplo del abandono de la tesis del depredador solitario lo ofrece lo que Scicluna hizo en Lima durante la investigación sobre el Sodalicio.

En Perú, Scicluna y su equipo ya no intentaron culpar sólo a los fundadores del Sodalicio, Germán Doig y Luis Fernando Figari. Se reconoció algo que no se quiere reconocer con la Legión de Cristo: su carácter de grupo depredador, dominado por prácticas sectarias. No es que el Sodalicio no lo hubiera intentado. Lo hicieron, pero nadie que no fueran sus incondicionales en la extrema derecha peruana les creyó.

La Legión de Cristo insiste en que Maciel actuó solo, como prueba su informe de 2020, que presenta a Maciel como un personaje terrible, uno que actuó por su cuenta; que engañó a todos.

Hacerse la víctima, otra vez

La serie de HBO es muy buena al investigar archivos de imágenes, tanto públicas como privadas, e incluso al utilizar material disponible de los numerosos videos promocionales de la Legión.

La Legión ofreció acceso a esos materiales, de modo que estaban felices de impulsar la idea de haber sido víctimas también. Pero incluso en eso sus instintos los traicionaron. Tras el estreno, personas cercanas a la Legión jugaron su juego favorito: víctima. Alegaron que HBO (Warner Bros., para ser más precisos) se aprovechó de la buena voluntad de la Legión de Cristo al usar las imágenes, aunque los productores fueron bastante cuidadosos al digitalizar los rostros de algunas de las personas que aparecen en esas fotos.

Aun así, la Legión va por detrás de otras “órdenes” católicas conocidas por su comportamiento depredador. Desde 2024, el Opus Dei, Hizo acusaciones similares contra Gareth Gore, autor de un libro que expone algunos de los aspectos más predatorios de esa entidad española.

Es evidente que la serie hizo un buen trabajo al integrar algunos de estos elementos. HBO sabe cómo hacer televisión y ese es el principal problema.

En ese sentido, la serie tiene una base sólida, ya que es posible comprender algunos aspectos de cómo Maciel se convirtió en el tipo de depredador que fue.

Sin embargo, a pesar de lo útiles que pueden ser explicaciones como el papel que tuvo el ausente y abusivo padre de Maciel en la “construcción del monstruo”, sólo lo son cuando uno se centra en él, y no en las implicaciones de su comportamiento corrosivo en México y otros lugares.

El padre autoritario ausente, su propia obsesión para tratar de obtener la aprobación de su madre, su supuesto acceso limitado a la educación formal, etc., son relevantes sólo hasta cierto punto si uno quiere entender que él no es, en modo alguno, el único depredador en su orden o, peor aún, en la Iglesia Católica.

En el último año, aproximadamente, dos discípulos muy cercanos de Maciel Degollado fueron arrestados en España (Marcelino de Andrés Núñez como narra el texto antes de este párrafo) y en México (Antonio María Cabrera Cabrera como da cuenta el texto después de este párrafo).

Ambos desempeñaron papeles relevantes en instituciones clave del imperio legionario. Ambos fueron el epítome de la cercanía con Maciel. Estuvieron con él en sus últimos años en Florida, como lo narran los textos que abordan sus casos.

La genealogía de Maciel

Aunque es precisa en muchos de los antecedentes de Maciel, la serie ignora algunos aspectos clave del entorno donde creció Maciel en el llamado Bajío, tras la Guerra Cristera. Esta variante del catolicismo mexicano, con sus profundos lazos familiares y estructuras de poder locales, fue el entorno perfecto para que una figura como Maciel prosperara. Las conexiones de su familia fueron particularmente clave para su ascenso.

Si uno busca ejemplos de lo que científicos sociales como Toine Spapens y Hans Moors llaman la “transmisión intergeneracional del comportamiento delincuente y del ‘liderazgo’ criminal” sería difícil encontrar un mejor ejemplo de las profundas y amplias relaciones de Maciel con el catolicismo local en el Bajío de México.

Al examinar la genealogía de Maciel, incluso una simplificada por la dificultad de encontrar datos sobre todos sus primos y sobrinos que ingresaron a la vida religiosa luego de los obispos Guízar o del propio Maciel, es evidente que la familia desempeñó un papel fundamental al darle lo que en México se llama “una carrera”. De manera más importante, lo eximió de rendir cuentas.

La fama de sus tíos obispos, especialmente la de Rafael Guízar Valencia, obispo de Jalapa, capital del estado de Veracruz, canonizado en 2006 por Benedicto XVI, le permitió a Maciel construir mitologías sobre él y el tipo de relaciones que mantuvo con sus cinco tíos y un primo obispos.

Cuando Maciel comenzó a abusar de sus compañeros seminaristas en el seminario de uno de sus tíos, siempre había otro tío dispuesto a comprar un boleto con su nombre en la lotería de las ordenaciones. Cuando Rafael lo echó, su tío Antonio Guízar Valencia, entonces arzobispo de Chihuahua, lo ayudó.

Los vínculos de Maciel con sus tíos obispos y otros miembros de su familia ampliada.
Los vínculos de Maciel con sus tíos obispos y otros miembros de su familia ampliada.

Cuando Maciel volvió a mostrar quién era, ahí estaban José María González Valencia, entonces arzobispo de Durango, y finalmente Luis Guízar Barragán, entonces obispo de Cuernavaca.

Sería el tío Luis quien (supuestamente) ordenaría a Maciel, Debe notarse que hay quienes aseguran que eso nunca ocurrió, al menos no cuando Maciel dijo que ocurrió.

Más adelante en su vida, Maciel contó con un aliado adicional en su primo Ricardo Guízar Díaz, quien se convertiría en arzobispo de Tlalnepantla, el territorio donde se ubica el campus principal de la Universidad Anáhuac, la universidad insignia de la Legión.

Estos dos elementos, los vínculos de Maciel con una dinastía bien establecida de la Iglesia Católica en México y el contexto en el que la familia Guízar alcanzó ese estatus, son relevantes para comprender cómo Maciel llegó a ser quien fue.

La genealogía de Marcial Maciel en PDF

No es que sea el único problema, ya que hay países sin un conflicto Iglesia-Estado similar al de México, que han tenido su propia cuota de depredadores sexuales del clero, con tíos y otros familiares en los puestos clave de la jerarquía católica dispuestos a ayudarlos a burlarse de las supuestas normas rígidas para seminaristas y clérigos en general.

Debe destacarse además que Maciel usaba como un arma a su favor el conflicto. En los ochenta, estaba dispuesto a presentarse él mismo como excombatiente de las guerrillas cristeras que luchaban contra el Ejército Mexicano, a pesar de que no hay evidencia de ello y, a pesar de que nació en 1920, por lo que tenía entre 6 y 9 años cuando las principales batallas del conflicto ocurrieron.

De nuevo, Maciel no actuó solo

En el mundo hispanohablante, el mejor ejemplo además de Maciel de un depredador con tíos que le ayudaban es Fernando Karadima Fariña. El superdepredador chileno tuvo un único tío obispo, Pío Alberto Fariña Fariña.

Si bien sólo fue obispo auxiliar de Santiago de Chile, lo fue mientras la sede estuvo vacante, precisamente cuando Karadima era un sacerdote joven. Eso le permitió a Fariña ayudar a su sobrino trepar la pirámide eclesial al nombrarlo en un lugar de privilegio: la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en el muy próspero barrio de Providencia.

Y, aún así, Karadima tenía una clara comprensión de la necesidad de tener aliados, e incluso mejor que Maciel, de tener cómplices en los lugares correctos. Así fue como los llamados “obispos de Karadima” surgieron. Según la fuente, fueron cuatro o cinco obispos y un pequeño ejército de sacerdotes, incluyendo al ya mencionado Barros Madrid.

Una comprensión más matizada de los orígenes de Maciel es relevante porque el Bajío es crucial para catolicismo, ya que al menos dos tercios de los obispos mexicanos nacieron o se educaron en seminarios de esa región en el siglo XX.

Muchos de los rasgos más distintivos del catolicismo en México se desarrollaron allí gracias a la siempre conflictiva mezcla de culturas que ha poblado hasta ahora esa región de México, donde las profundas convicciones religiosas a menudo se mezclan con un abierto desprecio por la autoridad, como lo demuestran numerosos corridos antiguos, pero también los nuevos, así llamados, narcocorridos.

Además de sus cinco tíos y un primo obispos, Maciel era pariente de otros sacerdotes, algunos de ellos monseñores, un título honorífico, pero que es codiciado y usado, como signo de estatus, por sacerdotes de alto rango, algunos de ellos miembros de los capítulos de basílicas y catedrales de todo México.

Entre los privilegios está el usar sotanas similares a las de los cardenales, con el rojo vibrante, escarlata, que las distingue en cada botón de sus vestimentas.

Uno de esos monseñores fue Jesús Guízar Villanueva, uno de los muchos primos de Maciel y miembro del capítulo de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. En 2010, sobrevivió a duras penas a un atentado y murió días después, tras ser obligado a salir del hospital donde sus hermanos lo habían ingresado tras el ataque. La sección “Asesinatos por todas partes” del texto enlazado después de este párrafo, ofrece más detalles de su caso.

Por si fuera poco, Maciel también tenía parientes monjas. Una de ellas era sor María de Jesús Guízar Barragán, tía de Maciel y hermana del obispo Luis Guízar Barragán. Ella, al igual que Maura Degollado, madre de Maciel, es también una «sierva de Dios», una de las etapas del camino a los altares.

María de Jesús, otras monjas y más laicos pertenecen a la numerosa familia de Maciel, con profundas raíces en el Bajío, activos en las parroquias y diócesis de la zona, muy dispuestos a dedicar su vida a la Iglesia Católica y todavía ahora a apoyar a Maciel, su “paisano” a pesar de las acusaciones contra él y sus compañeros de la Legión de Cristo en las últimas décadas.

Y hay más. Cuando se fundó la entonces prelatura de Chetumal a principios de la década de 1970, donde se ubica Cancún, Maciel hizo todo lo posible en Roma para controlar la nueva entidad religiosa. Así, logró que al menos dos de sus más leales subordinados en la Legión fueran consagrados obispos.

Pedro Pablo Elizondo Cárdenas actual obispo de Cancún y figura clave de la Legión de Cristo con Ana Paolina Salazar Cantillo integrante de su equipo en la diócesis, 2025. De las redes sociales de la diócesis.

Primero, Jorge Bernal Vargas, obispo de 1973 a 2004, y luego Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, quien, a sus 76 años, está a punto de saber quién será su sucesor.

En teoría, León XIV puede ya enviar a un obispo libre de vínculos con la Legión de Cristo, pues el territorio ya no es una prelatura, pero quienquiera que envíe el papa Prevost deberá lidiar con la Legión de Cristo ahí.

Cautivar la imaginación

Es cierto, Maciel cautiva fácilmente la imaginación incluso de aquellos con poco o ningún interés en perfiles de narcisistas como él. La contradicción permanente en la que vivía: satisfacer su aparentemente interminable necesidad de placer sexual mientras se obsesionaba con asuntos aparentemente espirituales.

Pero al enfatizar como lo hace la serie esos aspectos sórdidos de la personalidad de Maciel, oculta o al menos minimiza el abuso sexual a gran escala que ocurría a manos de otros legionarios mientras él vivía y que aún ocurre ahora en instituciones de la Legión, como el Colegio Highlands en Madrid, España.

Es imposible no preguntarse si Maciel todavía engaña, como lo hacía en vida, cuando buscaba obsesionado a alguna víctima que lo complaciera sexualmente mientras desesperadamente concentraba su poder en convertir a su madre en una santa e intentar convertirse en cardenal.

La misa de cuerpo presente de Marcial Maciel Degollado en febrero de 2008. La imagen fue compartida en el grupo Legioleaks de Facebook.

Respecto de su madre, cumplió el primer paso del proceso, gestionó lo necesario en la diócesis de Zamora para llevar a Maura Degollado Guízar a los altares.

El medio mexicano, entonces semanario, Proceso publicó en 2005 un artículo que detallaba cómo Maciel, ya de 85 años y denunciado públicamente de depredador sexual, había encargado al sacerdote español Legionario de Cristo, Juan Pablo Ledesma, la tarea de promover la canonización de Maura Degollado.

En cuanto a ser cardenal, era difícil, pues sólo era presbítero, lo que en el catolicismo se conoce como sacerdote. Pero ya entonces existían precedentes de que sacerdotes fueran nombrados o, en jerga eclesiástica, “creados” cardenales.

En 2001, el sacerdote jesuita Avery Robert Dulles, entonces eminente profesor de teología en Fordham University, fue elevado a cardenal por Juan Pablo II. Rechazó ser obispo, pues ya tenía 82 años, pero la actitud de Dulles y su desempeño como sacerdote y teólogo era, en muchos aspectos, lo opuesto a Maciel.

Mientras que Dulles se convirtió al catolicismo y luego se hizo sacerdote a pesar de sus profundos vínculos con las élites políticas estadunidenses (era hijo de John Foster Dulles), exsecretario de Estado, Maciel usó el catolicismo y sus vínculos familiares con obispos para integrarse en las élites mexicanas, mientras abusaba de quien pudiera.

¿Una desesperada búsqueda de la santidad?

Pero incluso al buscar la santidad de su madre, Maciel ya daba señales de algo más. Narcisista como siempre, siempre había engaño en sus acciones. Cuando le preguntaron sobre las posibilidades de Maciel de convertirse en santo, Ledesma, el legionario español promotor de la causa de santidad de Maura Degollado, no dudó en insinuar quien era el siguiente objetivo en su agenda: Marcial Maciel.

¿Era Maciel un lobo? En efecto. Uno rabioso, pero no actuaba solo, y por mucho que el secretario general de la Legión, Schöggl, se declare inocente y tenga el deseo de lavarle la cara a la Legión, es difícil creerle, como demuestra la carta que un grupo de exlegionarios publicó en redes sociales el 2 de septiembre de 2025, días después del estreno de la serie, ya referido anteriormente.

Más aún si se considera que la Legión ha mantenido a sacerdotes con una estrecha relación con Maciel y su propio comportamiento cuestionable en puestos que les permiten seguir siendo figuras públicas con acceso a quienes la Iglesia Católica insiste en describir como “vulnerables”. Mantuvo en el ministerio a Marcelino de Andrés Núñez en Madrid, quien tenía acceso a mujeres menores.

Por eso, aunque respeto profundamente a algunos de los participantes de la serie de HBO por su larga lucha por la verdad y la justicia, no puedo compartir el entusiasmo por la serie como está.

Creo que Jason Berry, Fernando González, Emiliano Ruiz Parra, Raúl Olmos y todos los otros expertos consultados por la serie son plenamente conscientes de la profundidad de las complicidades de Maciel. Esta crítica no se dirige a sus escritos ni a su trabajo académico.

Jason Berry imparte una conferencia en Cleveland en 2011. De sus redes sociales.

Basta con repasar el relato de Berry en su libro Las finanzas secretas de la Iglesia. Ahí, el Padre A habla de “hacer amigos” (p. 195, de la versión en inglés) al dar cuenta de la entrega de un sobre al cardenal Eduardo Martínez Somalo con 90 mil dólares. O cuando habla del Padre B y su “forma elegante de sobornar” en la sección homónima en la p. 191 de la versión en inglés, ambos en el capítulo que en la versión en inglés, la que tengo a la mano, se titula “Maciel, lord of prosperity” (Maciel, señor de la prosperidad), para comprender el contexto.

El principal problema es que, tras ver la serie, queda claro que la noción del lobo de Dios, una nueva versión de la fábula del depredador solitario, eclipsa los relatos más matizados de cómo Maciel hizo lo que hizo y las responsabilidades compartidas en la Iglesia Católica, que se remontan a los tíos de Maciel, al papa Pío XI y todos sus sucesores, incluido el papa Francisco, quien cumplió uno de los sueños de Maciel: darle un cardenal a la Legión de Cristo.

El primer cardenal de la Legión no fue Maciel, sino su antiguo “hombre en Roma”, Fernando Vérgez Alzaga, quien, siendo un joven sacerdote español, recibió de Maciel dos tareas.

Oficialmente, Vérgez Alzaga se convirtió en el secretario de Eduardo Pironio, el cardenal argentino encargado de supervisar las órdenes religiosas en todo el mundo en la entonces Congregación, ahora Dicasterio para los Institutos Religiosos y Seculares. Extraoficialmente, uno de los muchos sacerdotes legionarios, como los padres A y B en el libro de Berry, responsables de entregar los gordos, rebosantes, sobres con dólares que Maciel usó para comprar su impunidad en Roma.

Si el Lobo de Dios de HBO lleva al público a los relatos más complejos que se encuentran en los libros de Berry, González, Ruiz Parra, Olmos y otros autores, entonces la serie es un éxito. Si se mantienen en la versión simplificada de HBO, es un fracaso rotundo, ya que perpetúa el mito del depredador solitario.

Basta con tener en cuenta que otras representaciones de lobos en los medios pueden ser engañosas. El mejor ejemplo es El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese. Como Jordan Belfort en Wall Street, Maciel resultó viable como un depredador exitoso porque la Iglesia Católica y el Estado mexicano, a pesar de la incesante palabrería de los políticos mexicanos acerca de algo llamado “Estado laico” le ofrecieron un entorno poco regulado donde pudo hacer lo que se le viniera en gana.

De izquierda a derecha, Marcial Maciel Degollado, el cardenal Eduardo Pironio y su entonces secretario y actual cardenal Fernando Vérgez Alzaga, Roma, junio 30, 1983. De las redes sociales de la Legión de Cristo.