La guerra terminó con el idilio de sinaloenses y el narco

El investigador Tomás Guevara Martínez considera que el rompimiento narco-sociedad inició desde el primer culiacanazo y un alto al fuego no restablecerá las condiciones previas al conflicto, por lo que la apuesta debe ser construir una nueva cultura de paz
Ríodoce/Roxana Vivanco
Hoy martes 9 de septiembre se cumple un año del estallido del conflicto entre dos facciones del Cártel de Sinaloa, que ha dejado miles de muertos y desaparecidos, una economía a pique, cientos de familias rotas, esposas viudas, madres que lloran a sus hijos, niños huérfanos, cicatrices sicosociales que sanarán en el largo plazo y una guerra que, de acuerdo al investigador, Tomás Guevara Martínez, puso fin además al idilio que los sinaloenses habían mantenido con el narco desde hace 40 o 50 años.
El rompimiento del pacto que mantuvieron los antiguos líderes del Cártel de Sinaloa, al no involucrar a la sociedad en sus peleas, añade el también fundador del Laboratorio de Estudios Psicosociales de la Violencia de la Facultad de Psicología de la UAS, comenzó con los culiacanazos en 2019 y 2023, y se terminó de concretar con la actual crisis que era una “guerra anunciada”, en donde las nuevas generaciones de narcos, en su afán por vencer al grupo contrario, —unos motivados por lo que consideran una “traición” por la entrega y detención de Ismael Zambada García—, también agreden y asesinan a personas ajenas a sus organizaciones.
“Ellos están pensando más bien desde una perspectiva endógena. No les importa, ni les interesa ni le dan relevancia a la relación exógena. Es decir, a la relación con la sociedad. Y ahí rompieron una estrategia de años del narcotráfico. De tener en la sociedad civil un aliado, al estilo de Robin Hood, de robar para dárselo a los pobres, porque antes eran padrinos de bautizo, construían la iglesia, hacían la carretera. Y todo eso, ahí lo rompieron estas gentes. Esta nueva generación rompió y se enfrentó a una sociedad que los idolatraba, y ahí se empezó a deshacer este idilio”, explica.
“En ellos no cabe en la cabeza la idea que tuvieron antes sus antepasados de su agrupación, de que aguas, ‘es muy importante tener de nuestro lado a las sociedades’. Ahora sí les vale porque la confrontación se debe a algo que ellos no pueden aceptar, que es la parte inaceptable, que es la traición (…) No les importa dejar a madres viudas y niños huérfanos, que andan matando incluso jóvenes de 15, 16 años. Es increíble esta ausencia total de humanismo en ellos, y que no les interese el efecto que socialmente están generando, esta angustia, este temor, esta preocupación”.
En la guerra de 2008, entre los Beltrán Leyva y el Cártel de Sinaloa, dijo que pese al nivel de violencia que se vivió, la sociedad civil de alguna manera se sentía segura al estar el narco cuidando la plaza, hoy eso no existe, y la población se siente indefensa, agredida.
“Entonces (2008) se peleaban entre ellos, pero estaba, digamos, la plaza estaba blindada por ellos mismos. Ya sea de un bando o del otro, ¿no? Porque era lo mejor, pero ahora no, ahora, como decía mi abuelito, le están dando patadas al pesebre. Se están tirando con todo, pareciera que están dispuestos al fin incluso de sus agrupaciones con tal de ganar esta confrontación o perderla”.
Con la detención del Mayo Zambada, el “promotor de las alianzas”, consideró que llegó el fin de la generación de los narcos mediadores, conciliadores, que pese a sus diferencias no alteraban el orden social, lo que los llevó a obtener en ocasiones el apoyo ciudadano, que se ejemplifica en la marcha que se realizó en Culiacán para exigir la liberación del Chapo Guzmán, quien había sido detenido en 2014 en Mazatlán, dando paso a una nueva camada de capos, que no siguen esas reglas, y al contrario están fragmentados, divididos, por lo que incluso un alto al fuego, no terminará con el riesgo de nuevos brotes de violencia.
Ante el panorama actual, dijo que aún con un cese al fuego, la relación sociedad civil-narco, difícilmente se restaurará, y la aspiración debe ser construir una nueva cultura de paz, donde el narcotráfico ya no forme parte de la vida de los sinaloenses, aun cuando llegar a ese fin llevará décadas.
“Este relevo generacional que se dio, le cayó muy mal a esas agrupaciones. No supieron, no pensaron como empresarios que fue, digamos, el proyecto que se había formado. Por lo menos, el carácter de negociador de unos y el otro más belicoso y todo, se resolvía seguramente en las discusiones y en lo que más convenía. Y ver que efectivamente daba buen resultado para sus negocios, estar unidos y no alterando el orden social. Pero no, miren la respuesta que dieron cuando se intentó detener a Ovidio, de que tomaron la ciudad”, recordó.
“Ahí nos dimos cuenta que el cártel tenía tomada la ciudad, silenciosa, sigilosamente. Cuando vimos esa estrategia de bloquear puentes, avenidas, y que inmovilizaron prácticamente las fuerzas armadas, no le quedaba otra al gobierno más que parar eso. Porque si no, hubiera sido un enfrentamiento realmente de escándalo mundial. Entonces, yo sí creo que desde entonces se vio que la sociedad civil les valió un cacahuate, y con esto (guerra) ha cambiado, yo diría que todo. Cuando pensábamos que ya habíamos librado la situación de la pandemia, resulta que nada, que llegó esta absurda guerra, que además era como crónica de una guerra anunciada”.
Dijo que luego de los culiacanazos, un periodista le dijo ‘y eso que todavía no se pelean entre ellos, no, dejen que se peleen entre ellos y se nos va a aparecer el diablo’, y tenía razón. Por eso pienso que sería insuficiente un alto al fuego o una disminución de los eventos que están pasando todos los días, eso ya no sería suficiente”.
“Porque digamos, la base, la causa principal de esto seguiría existiendo, y mientras exista la causa, de las muchas que hay, al menos la causa principal, que es el tema del narcotráfico, no estaríamos en condiciones de decir que ahora sí podemos empezar a construir una verdadera cultura de paz, una modificación en la forma de ser, y modificar toda nuestra vida cotidiana, y afrontar el futuro del estado en condiciones más amables, gentiles. Yo creo que mientras tengamos ese fenómeno presente en nuestro estado, la posibilidad de que esto se repita va a ser permanente, como lo era antes de la guerra. Entonces no podemos conformarnos con llegar a una situación como la que había antes”.
—¿Y qué se tendría que hacer entonces?
—Uy, eso es lo que me parece que es mucho más difícil. Yo a veces me pregunto si la sociedad sinaloense, y no me refiero al ciudadano común y corriente, sino a los políticos, a toda la estructura económica, financiera, comercial que hay, incluyendo la agricultura, si estaríamos preparados, listos, como para que no existiera el narcotráfico.
“Cuando yo digo esto, la gente siempre me dice ‘¡Pero ¿cómo cree?, el narcotráfico siempre va a existir!’. Yo espero que eso no sea cierto. Yo sí espero que podamos deslindarnos de esa situación, porque mientras siga existiendo, va a seguir ofreciendo influencia entre los jóvenes, entre los comerciantes, entre los hombres de negocios y demás, porque es cautivador, es tentador contar con un recurso ilícito para hacer negocios. Entonces, eso es lo que yo creo que debemos eliminar”.
Estimó que el cambio hacia una cultura de paz será largo, porque el narcotráfico penetró en todas las esferas de la sociedad.
“Si hablamos del narcocorrido, tenemos que hablar de Sinaloa, si hablamos de ciertos automóviles que se ponen de moda, ya están asociados a eso. Recuerdo un influencer que, por cierto, mataron, que decía, ‘es que ¿quién les da trabajo a los albañiles para hacer una mansión? ¿Quién le da trabajo a las tiendas que venden ropa de marca, refinada, cara?’. Entonces, no sé qué tan dispuestos estemos para hacer un Estado que en realidad vive con los niveles macroeconómicos más o menos cerquita de la media. Pero ya con este fenómeno se dispara y entonces vemos super tiendas, super centros comerciales, super avenidas, etc.
“Entonces, no sé qué tanto estaríamos en condiciones de aceptar esa vida. Sin la presencia de los, entre comillas, beneficios que da el narcotráfico a la economía, a las posibilidades de empleo, entre comillas, para tanto joven que declina a la educación, a la formación, a largo plazo, y que encuentra la posibilidad del dinero fácil y rápido. Y todo el fenómeno, por ejemplo, sería muy interesante hacer un estudio para ver cuántas mujeres en Sinaloa se operan para quedar bien con un narquillo, y ser su pareja y vivir bien, etcétera”.
Dijo que el año pasado se presentó ante el congreso una iniciativa sobre construcción de una cultura de paz para Sinaloa, la cual tuvo una primera y segunda lectura, y luego se “congeló”, ante el estallido de la violencia.
La iniciativa plantea la construcción de una nueva conciencia social, que se incluya en los planes y programas de estudio, la formación de nuevos cuadros, evitar la contradicción que hay entre la lucha por la justicia y la lucha por la paz, combate a la marginación, y que el eje central de todo sea el diálogo.
“Yo creo que sí se puede, pero va a llevar su tiempo. Estamos así por 50 años de presencia del narcotráfico, si no es que más. Así es que hay que perderle el amor a tres décadas para que podamos avanzar en esto. Y yo sí pienso que sí es posible.
Pero para ello se ocupa solucionar esta situación que estamos viviendo ahora de tajo. No a medias tintas. No a medio chile, como decía mi abuelita. Sino bien. Que podamos sentar las bases para el inicio de un proyecto. Y que incluso la solución de este problema sea el incentivo más importante para iniciar este proceso. Si la gente ya no quiere volver a vivir una situación de estas, pienso que tendría que unirse a este proceso.

TOMÁS GUEVARA. La nueva generación del narco rompió con la sociedad.
Artículo publicado el 7 de septiembre de 2025 en la edición 1180 del semanario Ríodoce.
