Los rumores de Grupo Reforma
Au Pied de Cochon: el menú del linchamiento mediático
En México, el periodismo no siempre informa: a veces opera. Grupo Reforma es un caso emblemático de linchamiento mediático disfrazado de neutralidad.

En nombre de la crítica, Grupo Reforma practica el linchamiento mediático. No informa: presiona, desgasta y protege intereses.
Jaime Martínez Veloz/Los Ángeles Press
En México, hay medios que informan y hay medios que operan. Grupo Reforma pertenece a los segundos. Su aparente neutralidad editorial esconde una maquinaria de presión institucional, diseñada para condicionar decisiones públicas, erosionar legitimidades y blindar intereses privados. No es periodismo: es estrategia.
Herencia empresarial y linchamiento como tradición
Desde su origen en Monterrey, Grupo Reforma ha sido más que un medio: ha sido el brazo editorial de una élite empresarial. Fundado por Rodolfo Junco de la Vega con apoyo de magnates como Luis Garza Sada, su evolución no ha sido hacia el pluralismo, sino hacia la concentración. Hoy agrupa Reforma, El Norte, Mural, Metro y Palabra, todos bajo el paraguas de CICSA, con directores editoriales que provienen de think tanks empresariales. Como en los años 70, cuando Excélsior fue desmantelado por presiones políticas, hoy Reforma reproduce el mismo patrón: disfrazar intereses privados de periodismo crítico. La historia se repite, pero con algoritmos y bots.
La impudicia editorial como amenaza institucional
Cuando un medio acusa sin pruebas, insinúa sin contexto y editorializa sin rigor, vulnera principios constitucionales como la presunción de inocencia, el debido proceso y la autonomía judicial. No es libertad de expresión: es presión ilegítima. El caso reciente lo ilustra con claridad: Reforma publicó una nota afirmando que las y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación celebraron en el restaurante “Au Pied de Cochon” tras asumir sus cargos.
No presentó una sola fotografía, testimonio directo ni evidencia verificable. La nota fue desmentida por los propios ministros, quienes afirmaron haber trabajado hasta la madrugada y negaron cualquier festejo. Incluso la fuente parlamentaria que originó el rumor reconoció que no podía confirmar la presencia de los togados. Este tipo de publicaciones no son errores: son operaciones.
El linchamiento como símbolo de una batalla ética
No es una nota: es una daga envuelta en papel. No es un medio: es un muro que impide ver. Y cada rumor sin prueba es una piedra lanzada contra la dignidad.
Pero hay quienes recogen esas piedras y las convierten en memoria. El linchamiento mediático no solo destruye reputaciones: impide transformaciones. Opera como un ritual de exclusión, donde lo popular se vuelve sospechoso, lo comunitario se vuelve peligroso, y lo ético se vuelve incómodo.
Concentración mediática y sesgo editorial
Según estudios del ITESM y el Colegio de México, el 80% de los medios impresos en México están vinculados a cinco grupos empresariales. Reforma no es excepción: su cobertura sobre reformas judiciales, redistribución social o inversión comunitaria tiene un sesgo negativo superior al 90%.
Su técnica es conocida: agenda setting y framing. Instalar temas sin pruebas, condicionar el enfoque, amplificar el escándalo. Así, una cena inexistente se convierte en conspiración, una reunión en amenaza, una propuesta en peligro.
Convocatoria ética y formación crítica
No basta con denunciar: hay que formar. Cada joven que aprende a leer entre líneas es una victoria contra el linchamiento. Cada medio comunitario que nace es un muro contra la impudicia. Y cada voz que se alza, una semilla de congruencia. México necesita medios que informen con rigor, no que operen con cálculo. Necesita periodistas que busquen la verdad, no que fabriquen sospechas. Y necesita ciudadanía que sepa distinguir entre la crítica legítima y el linchamiento disfrazado de libertad.
Porque cuando el rumor se sirve como plato fuerte y la sospecha se adorna con lenguaje editorial, no estamos ante periodismo: estamos ante una cocina de poder.
Au Pied de Cochon no fue escenario de una cena, sino excusa de una operación.
Reforma, lejos de informar, montó un banquete de linchamiento sin pruebas, sin pudor y sin ética.
Pero hay quienes no comen de ese menú. Hay quienes prefieren la verdad al escándalo, la congruencia al cálculo, la memoria viva al montaje mediático.
Y son esas voces —las que leen entre líneas, las que denuncian sin odio, las que convocan sin miedo— las que hoy sostienen la dignidad pública. Porque en tiempos de linchamiento, la ética no se retira: se planta. Y la palabra no se esconde: se afila.
Que nadie nos obligue a callar cuando lo que está en juego no es una cena, sino el derecho a transformar sin ser difamado.
