Cortesía/Río Doce/Altares y Sótanos/Ismael Bojórquez.
Hablar debiera ser una virtud de los poetas y de los políticos, aunque también estos últimos se enredan en su propia labia. No vaya muy lejos, siga todos los días la conferencia mañanera del presidente AMLO. O vaya al catálogo de pendejadas de Vicente Fox cuando fue presidente de la república, o al de Enrique Peña Nieto. ¿Alguien que lo supo podría olvidar cuando Fox presidente, hablando de los migrantes mexicanos en los Estados Unidos, dijo que ellos “están haciendo trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer”? ¿O cuando Ernesto Zedillo, también siendo presidente, dijo a una anciana que le pedía caridad en Tres Marías, Morelos, “no tengo cash”?
Pedirle a un general que no diga un despropósito cuando encabeza una conferencia de prensa como si fuera la primera autoridad, estando presente el gobernador Rubén Rocha, sería injusto. Dueños de la mesa, hablaron todos, hasta el secretario de Seguridad Pública, Gerardo Mérida Sánchez, vestido de civil pero también General… menos Rocha.
Si no tomamos la declaración del general, Jesús Leana Ojeda, Comandante de la Tercera Región Militar (a la que corresponden Sinaloa y Durango), como un derrape verbal de alguien que no sabe usar las palabras, tendríamos que empezar a armarnos nosotros mismos, como lo han hecho en estados y municipios donde el Gobierno simplemente es incapaz de combatir a los grupos armados. Esto no ha ocurrido hasta ahora en Sinaloa, pero es la inexistencia del Estado en algunas zonas del país la que estimula estos fenómenos.
Lo dijo en la conferencia de prensa que se ofreció al término del desfile del 16 de septiembre en el palacio municipal. Me pregunto por qué el gobernador se hizo a un lado, por qué les cedió el micrófono a los militares, por qué nunca habló ni siquiera para presentarlos. Tenemos un gobierno civil, los ciudadanos votamos por autoridades civiles y esas autoridades son las que mandan. A nivel nacional el mando supremo de las fuerzas armadas es civil, es el Presidente de la República. A nivel estatal, la máxima autoridad es civil, es el gobernador, por él votamos. Las fuerzas castrenses están como coadyuvantes de la autoridad civil, pero solo eso. Esos son los roles constitucionales y si quieren invertirlos háganlo, tienen todo para ello (y si alguien lo duda que le pregunte al Poder Judicial).
El espectáculo que vimos esa mañana en la sala de cabildos, fue triste. Triste por el lugar que el gobernador se adjudicó a sí mismo y triste por las declaraciones de un alto mando militar que toma la palabra solo para decir que estamos en manos de los grupos del narcotráfico en pugna y que ellos, el gobierno, no pueden hacer nada para garantizar la seguridad de los sinaloenses.
Unos días antes el mismísimo presidente AMLO en una de sus mañaneras había hecho un llamado a los narcos para que actuaran con responsabilidad, haciéndoles notar que Sinaloa es su casa, que la cuidaran.
Pero son solo formas de esquivar una responsabilidad o de tratar de ocultar la realidad, o equívocos verbales —en el caso del General—, porque días después, elementos del ejército y la Guardia Nacional dieron el golpe más duro que uno de los bandos en pugna, Los Chapitos, ha recibido desde que empezaron los enfrentamientos con los Mayos. En una operación relámpago, detuvieron a Mario Alexander Gámez Cuevas, el Piyi, quien ocupó en lugar del Nini cuando este fue detenido.
Y dos días después llevaron a cabo un cateo en la colonia Guadalupe Victoria, donde aseguraron vehículos y ocho motopatrullas clonadas, sin que hasta ahora hayan dicho a quién pertenecía la bodega. Con lo cual los militares demostraron que están hechos para actuar, no para dictar conferencias de prensa.
Este es un contexto que no nos imaginábamos hace dos meses. Empezamos a preguntarnos si llegaría a partir de la captura o entrega de Ismael Zambada García y más aún cuando en su carta el capo dijo que Joaquín Guzmán López lo había secuestrado. Cierto o no, el conflicto estalló y Sinaloa, sobre todo la capital y el sur, ha entrado en una especie de parálisis y de caos, la normalidad se ha trastocado y no se ve todavía una luz en el túnel.
Bola y cadena
UNA COSA DICE EL GOBIERNO Y otra cosa hace la gente; el gobierno llama a clases y los niños y jóvenes no acuden porque tienen miedo. Los propios maestros, más allá de la autoridad y de lo que dicen sus líderes sindicales, toman sus propias decisiones. Hay una especie de autogestión, de autogobierno que construye líneas apenas perceptibles de seguridad, cuando en muchas escuelas los directores han tomado la decisión de impartir clases virtuales aprovechando la experiencia que nos dejó la pandemia de Covid-19.
Sentido contrario
Y ESTA ES UNA RUTA QUE debiera explorar ya el gobierno estatal; y no se trata de normalizar la violencia de la que todos somos víctimas ahora hasta por el miedo que nos invade, sino de brindar alternativas que le regresen la tranquilidad a la gente y que la gente voltee hacia el gobierno y pueda sentirse más segura. Ninguna guerra ha sido eterna y esto que vivimos ahora no llega todavía a ese nivel. Pronto retacaremos de nuevo los parques y los cines y los mercados y regresaremos a las aulas. Y superaremos el miedo con el que transitamos por las calles.
Humo negro
EL CONGRESO DEL ESTADO finalmente aprobó la reforma a la ley orgánica de la Universidad Autónoma de Sinaloa. El jueves suspendió la sesión después de darle primera lectura al dictamen y el viernes suspendió de nuevo hasta nuevo aviso pues el congreso fue virtualmente tomado por universitarios afines a las actuales autoridades. Y entonces citaron por la noche a una sede alterna (ya se hizo vicio) para sacar la reforma. Los universitarios, gracias a esta heroica e histórica reforma de los nuevos próceres de la democracia, volverán al voto universal para elegir rector.
Artículo publicado el 22 de septiembre de 2024 en la edición 1130 del semanario Ríodoce.