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AMLO entrará al otoño de su vida, autoexiliado en La Chingada.

TRAS BAMBALINAS.

“…y en la madrugada del lunes
 la ciudad despertó de su letargo de siglos
 con una tibia y tierna brisa de muerto grande y de podrida grandeza”.

Gabriel García Márquez.

Cortesía/Río Doce/Jorge Octavio Ochoa.

Llegó el domingo sin sorpresas. Luisa María, ungida lideresa nueva, junto con Andy, hijo del patriarca, en una encerrona draconiana, de absoluta disciplina, para cumplir los dictados y deseos de aquel que soñó ser grande, que entrará al otoño de su vida, autoexiliado en La Chingada. 

Sin embargo, el próximo jueves, a 4 días de que termine el sexenio, familiares y estudiantes de Ayotzinapa conmemorarán el 10º aniversario de la desaparición de 43 de los suyos, con una serie de movilizaciones que enmarcan el tamaño del fracaso de este hombre, que soñó ser historia.

Un gobierno marcado por la opacidad absoluta. Danza de 127 mil millones de pesos en gastos y desvíos presupuestales que nunca podrá comprobar. Un país tinto en sangre, color guinda, como la parafernalia publicitaria, de chalecos que portan, orgullosos, los “Siervos de la Nación”, así los llamó él.

El pasado viernes 20 de septiembre, mientras en Sinaloa, Chihuahua y Morelos, los cárteles se perseguían, mutilaban y dejaban cadáveres regados por las calles, puentes o carreteras, los 22 gobernadores de Morena se tomaban fotos con su prócer, en el trenecito que presume 6 vagones con restaurante y dormitorios.

Volver al pasado, a un partido de Estado. Con el agravante de la militarización, para la que destinó en su sexenio más de un billón 309 mil millones de pesos, en tareas de seguridad que de nada sirvieron. Porque, ahora resulta, de aquella “guerra” que criticaron a Felipe Calderón, hoy la quieren convertir en masacre generalizada.

El jueves 19 de septiembre, además de legalizar el traspaso de la Guardia Nacional al Fuero Militar, entró a San Lázaro otra iniciativa del todavía presidente López Obrador, para dotar a pueblos y comunidades en zonas rurales, no urbanas, de armas de alto poder.

Armas calibre 3.8 o sus equivalentes en 9 milímetros y rifles calibre 22. El argumento: “Hay lugares o poblados a los que difícilmente llegan las policías municipales o estatales. Y la Guardia Nacional, si bien es cierto que se ha triplicado su fuerza de Poder, (150 mil elementos) sigue siendo poca”.

“Es una forma de regular, de darle una personalidad jurídica a la portación de armas a quien desee”, dijo el vocero de Morena en San Lázaro, Arturo Ávila. Es que el 70% de las muertes no naturales, son ocasionadas por armas de fuego, subrayó. ¿Cuál es la lógica? ¿Defiéndanse solos? ¿El Estado ya no puede?

Peor aún: él mismo admitió que, anualmente, entran al país 213 mil armas. Por ello la presentación de una iniciativa de este corte. ¡Y López Obrador era el que decía que “¡No hay que apagar el fuego con fuego!”. No quieren agitar el avispero; buscan soltar todas las plagas; una matazón y cacería de “sálvese quien pueda”.

Hay confusión y farsa en todo lo que dice y hace. La semana pasada, cínica y tácitamente, confesó que prefiere una paz narca, una estabilidad mafiosa de cobro de piso, antes que perseguir a los capos de cárteles de la droga. Culpó a Estados Unidos por el secuestro de El Mayo Zambada y su extracción a aquel país.

“Si ahora estamos enfrentando en Sinaloa una situación de inestabilidad, de confrontación, pues se debe a que tomaron esa decisión, y no estamos de acuerdo en que se ignore a México, porque aquí tenemos el problema”.

El detalle, dijera Cantinflas, es que allá tienen congeladas 100 propiedades y cuentas a familiares de El Mayo. Aquí, al mafioso no lo molestan ni con el pétalo de una carpeta de investigación. Esta sola declaración, bastaría para solicitar juicio político contra el todavía mandatario.

“Aquí tenemos el problema”, sí. Pero no hizo nada. 10 mil familias han tenido que abandonar sus comunidades, expulsados por bandas criminales que trafican ya no sólo drogas, sino personas. Algunos se fueron a Guatemala, porque el gobierno de México no los defendió.

Aparecen cuerpos y cabezas, pero los militares dicen que la tranquilidad regresará “cuando los criminales dejen de perseguirse”. Ése es el problema que aquí tenemos, que el gobierno federal no hace nada, y hoy pretende que, a falta de ideas, sean las propias comunidades las que se defiendan con armas de grueso calibre, ¡QPM!

Lo peor: ahora resulta que, ante un incidente, que quiso ser un reclamo, Gerardo Fernández Noroña le echó encima todo el aparato de la Cámara de Senadores, a un ciudadano que bien puede aducir ser su representado, inconforme por la forma en que nos representan nuestros legisladores.

Técnica y legalmente, diputados y senadores deben respondernos a los ciudadanos que votamos. Pero si usted se atreve a increparlos y reclamar sus actos, seguramente será presentado e hincado ante ese Poder Judicial que, de por sí es poco confiable y pronto será propiedad absoluta de Morena.

Sin ideólogos, sin figuras carismáticas, arrinconados los últimos prohombres de la izquierda como Cuauhtémoc Cárdenas, así llega a su fin el sexenio de López Obrador, sin nadie que se le oponga, pero también sin nadie que llene ese enorme espacio como líder social.

Lejos de ese pueblo bueno al que dijo tanto, amar y amar tanto, al final se encerró tras muros de Palacio, o de cuarteles militares en Guerrero o Sinaloa, por el miedo a que ensuciaran su “investidura”. “Ya se volvió deporte nacional que me mienten la madre”, se quejó en enero del 2024.

“…pero aprendió a vivir con ésas y con todas las miserias de la gloria a medida que descubría en el transcurso de sus años incontables que la mentira es más cómoda que la duda, más útil que el amor, más perdurable que la verdad, había llegado sin asombro a la ficción de ignominia de mandar sin poder, de ser exaltado sin gloria y de ser obedecido sin autoridad cuando se convenció en el reguero de hojas amarillas de su otoño que nunca había de ser el dueño de todo su poder…”

El Otoño del Patriarca.Gabriel García Márquez.

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