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Una pelea con otro jugador de fútbol ocasiona que el reconocido como mejor deportista (Marcel Serrano) se retire de la cancha y requiera de un profesor (Dani Rovira) para continuar con su formación educativa, aunque, de pasada, el pedagogo también ayuda al joven a reflexionar en cómo lleva su vida, en la que no controlar las emociones lo lleva a serios problemas y pone en peligro sus relaciones afectivas y laborales.

Sin embargo, en ese proceso de recapacitación, alumno y maestro llegan a una cercanía que no le parece ni le conviene a quien (Pablo Chiapella) maneja la carrera del atleta.

Para hacer más llevadero el trayecto de un viaje, como mero entretenimiento de un día de descanso o para levantar los ánimos, El campeón (España/2024), dirigida por Carlos Therón, es una buena opción, como un drama deportivo que, si se desea, podría ayudar a revisar cómo es el propio comportamiento y qué se puede hacer para mejorarlo, en todo caso.


Con una narrativa sencilla, desde luego predecible, pero con un ritmo ágil que permite la atención constante, la cinta escrita por Joaquín Oristrell y Joan Gual es una de superación personal, con un mensaje oportuno, que podría ocasionar el análisis de la conducta de los varones, sus reacciones cuando alguien los provoca y cómo manejan sus emociones, lo cual, por lo general, se hace de manera inadecuada: golpeando, gritando, amenazando, peleando, pataleando y aventando cuanto objeto se tenga al alcance.

El filme recién estrenado en Netflix intenta profundizar en que los conflictos y lo que estos provocan se pueden sobrellevar sin inconvenientes, tanto en la propia persona como en otros, y nada más acertado en un momento en el que cada vez más se intenta tomar conciencia y reflexionar al respecto, para mejorar las relaciones de pareja, familiares, de amistad, laborales… de los hombres.

Un acierto importante de la película es la química que logran Rovira y Serrano, quienes si bien inician con ciertos conflictos porque cada uno se enfrasca en sus propias situaciones y ninguno quiere ceder, en el transcurso de la historia irán encontrando la forma de empatizar y comprender las particularidades del otro, al grado de compartir experiencias como si fueran amigos de toda la vida, de las cuales obtienen aprendizajes que los llevan a crecer en lo personal y ayudarse mutuamente.

Aunque las actuaciones no son extraordinarias, cumplen decentemente con la tarea, así los papeles atiendan a los estereotipos: el papá que maneja la carrera y solo le interesa el dinero que eso genera; el asistente del padre (Luis Fernández) que también ve sólo su beneficio, sin importar cómo repercuta en los demás; la novia (Cintia García) sensata que pone un hasta aquí al novio, si es que quiere seguir con la relación.

No obstante, la sorpresa es Rovira, quien, alejado de la comedia, donde acostumbra moverse, desarrolla una actuación dramática, convincente.

Desafortunadamente, así como el deportista en cuestión accede y muestra un comportamiento más empático, la película afloja en su última parte y entrega un final que, si bien apuntaba para ser complaciente, exagera en ese sentido, aunado a que no supo cómo acabar la historia. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.