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El municipio contempla inaugurar el museo y la estatua monumental de San Judas en la primera quincena de julio

Reportaje: Martín González/Cortesía: Río Doce.

El silencio es un caldo espeso que se derrama en el pueblo al mediodía. Sus calles y espacios públicos viven el letargo de la serranía. Su plazuela duerme en el sopor de una atmósfera desierta y en palacio municipal gobierna la soledad.

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Enclavado a 81 kilómetros de Culiacán se encuentra uno de los municipios con más pobreza de Sinaloa. Con un estigma y una fama que lo convierten en el centro de interés internacional. No por su cultura ni gastronomía. Tampoco por su historia ni su productividad, sino por la historia negra de sus personajes. De los que no se habla en la “cuna del narcotráfico”.

Hoy quien atrae los reflectores es su alcalde y su contribución al engrandecimiento del estigma que con más fuego quieren extinguir.

El fuego de la apología…

“Todos los días suena el teléfono de todas partes, preguntando cuándo se va a inaugurar el museo”, dice la secretaria del presidente municipal.

Con un orgullo nada reprimido, la joven cuenta el motivo de las llamadas, de las visitas.

“Nos llaman de Nueva York, que si cuándo se va a inaugurar… Hace días vino un holandés también por lo mismo”, comenta.

Se trata del museo que se construye en el mirador. También de la estatua monumental de San Judas. De “san juditas”…

El museo del narco con el que tanto alboroto causó el alcalde José Paz López Elenes en noviembre de 2022.

El recinto cultural no es para hacer apología al narcotráfico, sino para mostrar sus consecuencias, diría, donde se exhibirían a los personajes que han dado fama al municipio.

“No podemos negar nuestra historia…” dijo el munícipe.

En las afueras del casco urbano de la ciudad se encuentra el mirador. En la cúspide, un símil de partenón. Una edificación sostenida por 12 columnas dóricas apelmazadas. Una explanada similar a un helipuerto con una “B” en el centro.

A diferencia de la cabecera municipal, en el mirador hay un trajín. Un puñado de trabajadores construyen lo que será una caseta de vigilancia y una tienda de souvenirs.

Desde la cúspide se observa la serranía en su color pastizo por la sequía de la temporada. La mirada se inunda de monte y los pulmones se congestionan de aire puro.

Ahí, en la cúspide del interés y las miradas, está San Judas.

La estatua de 18 metros de alto descansa en piezas sueltas. El tronco, sobre su costado y sus entrañas de herrería. El báculo sujeto con una mano sin armar.

Y observando el horizonte, la cabeza del santo de las causas perdidas. San Juditas. El que armó un revuelo en Culiacán. El de las especulaciones sobre su origen y destino.

El santo que nació de una “encuesta” a una población que desconoce al patrono de su tierra, San Juan Bautista, pero que adora a “san juditas”.

Jesús Enrique Salazar, secretario del Ayuntamiento de Badiraguato, niega alguna connotación relacionada con el narco.

“Se le relaciona (con el narco), pero hay mucha gente devota que no se dedica a esas actividades”, ataja.
Su construcción no es a cargo del erario, aseguró, sino de empresarios, particulares, que no buscan los reflectores.

“Son empresarios de varios lugares. Yo no los conozco. Yo lo que sé es que son empresarios, pero yo no tengo relación con ellos…, lo están haciendo por cuestión de fe, porque quieren ayudar al municipio, al presidente…” sostiene.

En la cima del mirador el aire es fresco y la mirada plena.

El museo contrasta con las edificaciones de la cabecera municipal. Su fachada tiene el tufo de su fama. Similares a las tumbas construidas para los que le han dado un lugar a Badiraguato. Pequeños partenones para su grandeza.

Es el museo pensado para el narco. Un museo para reafirmar la historia.

“Fue una confusión. Al presidente le dieron un cambio, un giro a la respuesta que dio”, defiende el secretario del Ayuntamiento.

Jesús Enrique Salazar habla de una nueva temática. Ya no del narco, pero sí de corridos.

“Va a escenificar lo que es el corrido de Valentina Félix, un corrido que cantó Antonio Aguilar. Un corrido muy famoso”, comenta.

Aún sin concluir, el museo contará con algunas esculturas y pinturas de Ernesto Ríos. Una tienda de souvenirs. Pero nada más, insiste el funcionario.

“Queremos que le genere turismo a Badiraguato, y con eso generarle un desarrollo económico”, continúa.
En Badiraguato las fuentes de empleo son escasas, dice Salazar, por eso tienen que apostarle al turismo, al igual que Surutato.

“Necesitamos que la gente haga una escala en Badiraguato teniendo qué hacer y qué ver”, enfatiza.

En la tierra de quienes le han dado un lugar en el mundo a Badiraguato, el silencio es un caldo espeso que se derrama al mediodía. Y en el mirador se desarrolla una actividad febril con tufos de historia negra, con aires de apología y devoción al narco…

Artículo publicado el 11 de junio de 2023 en la edición 1063 del semanario Ríodoce.