Columna Altares y Sótanos: Ismael Bojórquez/Río Doce.
La semana pasada recibimos dos noticias demoledoras. Las dos tienen que ver con dictaduras. Una, la chilena, ya muy definida y ubicada en la historia, sangrienta como muchas de las dictaduras de su tiempo en América del Sur; y la otra, una dictadura de nuevo cuño, impensable para muchos, justificada silenciosamente por quienes pudieron dar la vida en los años setenta si se trataba de derrocar a dictadores como Augusto Pinochet o Anastasio Somoza. Hablo de la dictadura de Daniel Ortega, que ahora decide los destinos del pueblo de Nicaragua.
Desde Chile supimos que al poeta Pablo Neruda, el más venerado de habla hispana, lo habían envenenado. Murió el 23 de septiembre de 1973, doce días después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende. Siempre se sospechó que los militares lo habían asesinado, pero fue hasta hoy, casi medio siglo después, cuando estudios científicos demuestran que, en realidad, no murió de causas naturales ni mucho menos de tristeza, sino envenenado.
Y días después desde Nicaragua nos enteramos, primero, que 222 presos políticos, entre ellos periodistas, empresarios, intelectuales y estudiantes, habían sido expulsados de su país. Entre ellos iba la comandante de la revolución sandinista, Dora María Téllez, quien se había convertido en una crítica sostenida de las violaciones que Ortega estaba cometiendo a las libertades y a los derechos humanos.
La expulsión la justificó el régimen de Ortega con el argumento de que estaban menoscabando “la independencia, la soberanía y la autodeterminación del pueblo, por incitar a la violencia, al terrorismo y a la desestabilización económica”. Muchos de ellos estuvieron años en la cárcel despojados de todos sus derechos y la gran mayoría fueron encarcelados por ejercer sus libertades básicas, una de ellas, la de expresión.
Una vez expulsados, Ortega reformó la constitución para quitarles su nacionalidad nicaragüense. La embestida de Ortega y su esposa, Rosario Murillo, no paró allí, pues días después el gobierno de Nicaragua despojó de su nacionalidad por “traidores a la patria” a 94 opositores y críticos, entre ellos los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli, así como numerosos periodistas y defensores de derechos humanos, como Carlos Fernando Chamorro, la exguerrillera Mónica Baltodano y su familia, y al excomandante sandinista Luis Carrión. A los 94 afectados “se les declara prófugos de la justicia” y, además de perder su nacionalidad, no podrán ejercer cargos públicos ni de elección popular “de forma perpetua”. (el colmo fue que un obispo fue condenado a 26 años de cárcel por negarse a abandonar el país junto con los otros expulsados).
No leí reacciones más dignas a un manotazo de esta magnitud que las expresadas por al menos dos de las víctimas. El escritor Sergio Ramírez, laureado en todo el mundo, dijo en un tuit que más bien es un poema de la resistencia: “Nicaragua es lo que soy y todo lo que tengo, y que nunca voy a dejar de ser, ni dejar de tener, mi memoria y mis recuerdos, mi lengua y mi escritura, mi lucha por su libertad por la que he empeñado mi palabra. Mientras más Nicaragua me quitan, más Nicaragua tengo”.
Muchos de ellos en el exilio por la persecución de Ortega, la poeta Gioconda Belli recitó en twitter parte de su poema “Nicaragua”: “Arranco de tu pelo a los que te venden, te roban y te abusan, te cuento cuentos en la esquina de mi almohada, te arropo y te tapo los ojos, para que no veas los verdugos que llegan a cortarte la cabeza”.
La embestida de Ortega escaló al grado de decretar, horas después, que a “los traidores” se les incautaban sus bienes materiales, casas, propiedades, todo.
Y ante lo que está ocurriendo la pregunta es obligada ¿Dónde está la izquierda mexicana? Sí, ya sé que buena parte de esa izquierda está en el poder, pero ¿No se va a expresar el gobierno de la llamada cuarta transformación sobre lo que ocurre en esa sufrida parte de nuestra América Latina? ¿Podemos expresarnos de lo que ocurre en el Perú, en Bolivia –y qué bueno—pero no sobre lo que pasa en Nicaragua o Venezuela?
Bola y cadena
EN 2018, CUANDO ESTALLARON las revueltas por una pretendida reforma al sistema de seguridad social y Daniel Ortega desató la represión contra estudiantes, periodistas y defensores de derechos humanos, Ríodoce decidió ir a cubrir los hechos. Allí estuvo la periodista María Verza y nos mandó entrevistas—una de ellas a Dora María Téllez–, crónicas y reportajes que describieron con precisión lo que estaba ocurriendo. Alrededor de 400 manifestantes fueron asesinados ese año y muchos fueron encarcelados. Otros más prefirieron exiliarse. Dora María Téllez dijo esa vez que no había salidas para Ortega, que tarde o temprano caería. Pero el dinosaurio sigue allí.
Sentido contrario
LA RECIEN CREADA LEY DE EDUCACIÓN SUPERIOR del Estado de Sinaloa fue hecha, sustantivamente, para socavar el poder de Héctor Melesio Cuen Ojeda en la UAS y, con ello, también el del Partido Sinaloense. Huele a encontronazo, a choque de trenes, pero quién sabe, igual y se ponen de acuerdo y transitan la casa rosalina a una institución centrada en la academia, democrática, transparente, honesta. Un gobernador con el perfil de Rubén Rocha Moya no puede irse sin haber logrado esa transformación.
Humo negro
TODO ESTÁ LISTO PARA QUE EL Químico Benítez, ex alcalde de Mazatlán, termine en la cárcel. También algunos de sus colaboradores que favorecieron a la empresa Azteca Lighting en la compra de luminarias. ¿Podrá demostrarse también quién está realmente detrás de esta empresa?
Artículo publicado el 19 de febrero de 2023 en la edición 1047 del semanario Ríodoce.