Cortesía Río Doce.- Pase lo que pase este 6 de junio, hay dos temas que debieran seguir en la agenda del país y ser prioritarios para los actores políticos. Uno es el de violencia ligada al crimen organizado y el otro es el de la pobreza y cómo combatirla con eficacia.
En cuanto al primero, es evidente que el presidente Andrés Manuel López Obrador no pudo con ella; no ha podido y ahora es impensable que tenga éxito cuando va a cumplirse ya la mitad de su administración. No tenía —ni la hay— una estrategia contra el narcotráfico y los grupos criminales y, por el contrario, la lucha de estos por el control de territorios en el país incrementó con mucho la comisión de homicidios, disparando las estadísticas —y la intensidad de la violencia— mucho más allá de las que observaron las administraciones de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto. Y ya no valen a estas alturas las evocaciones del pasado como justificación de los fracasos de hoy.
Las organizaciones criminales siguen diversificando sus “giros empresariales” y adecuándose a la demanda mundial de drogas, sobre todo a las exigencias del mercado más voraz hasta ahora que es Estados Unidos. De producir mariguana y amapola, ahora los cárteles están centrados en elaborar cristal y fentanilo, lo cual es mucho más redituable por muchas razones —tiene mejores precios en el mercado, es más fácil su traslado, los laboratorios son más difíciles de detectar…
Les cortaron el chorro del huachicoleo, cierto —algo que ya estaba creciendo también en Sinaloa—, y a muchas familias narcas les han congelado cuentas en coordinación con las autoridades norteamericanas, pero no se aprecia que la capacidad operativa de los cárteles haya disminuido. Y esto es porque sus niveles de ingresos son estratosféricos.
La injerencia de las organizaciones criminales en la vida pública, política, social, económica y electoral es ahora más evidente porque es más amplia y profunda. No es mera percepción. Como tampoco el hecho de que su poder bélico tiene niveles nunca vistos y que en muchos hechos ha quedado de manifiesto (Véase en Culiacán nuestro jueves negro).
Pero el tema ha pasado a segundo plano. O a tercer plano, gracias a la pandemia de SAR-COV-2, que ocupó la atención de gobernantes y medios porque también allí estaba la atención de la gente. Ahora, dígase como es, moría más gente de Covid que a balazos. Trágico también, pero pasajero, si nos sirve de consuelo.
Al mismo presidente no le gusta hablar del tema y cuando lo hace es para criticar a los medios, los cuales, dice, somos muy amarillistas. Pero el tema sigue allí, como el dinosauro de Monterroso. Estamos despertando de la pandemia y volveremos a verlo en primer plano. Por eso hay que retomarlo.
El otro, el de la pobreza tiene muchas lecturas. Ya traía el país un rezago histórico en la materia y el gobierno encabezado por AMLO empezó a atacarlo desde diferentes frentes sin mucho éxito, hasta que llegó la pandemia para dar al traste con cualquier intento de bajar los índices debido al estancamiento de la economía que trajo consigo. Por el contrario, la situación de los pobres y extremamente pobres empeoró. Y no hubo poder, ni terrenal ni divino, que convenciera al presidente que había que paliar esto de algunas formas, apoyando socialmente a los que se fueron a la calle sin empleo o a las empresas con incentivos. Y ahora que estamos saliendo del problema de salud, menos escuchará. La economía ha empezado a reactivarse y, si no caemos en una nueva crisis sanitaria, esperemos que se alcance cierta normalidad. Pero el tema seguirá allí: cómo atacar la pobreza. Si algo caracteriza a López Obrador es que ha volteado siempre a ver a los pobres. Pero no basta la mirada, se necesitan políticas eficaces para sacarlos de ese nivel e incorporarlos a otros más altos. En gran medida, el Estado se realiza cuando resuelve este problema y el otro; los dos son centrales o debieran serlo en su agenda, para eso está, pero durante décadas ha sido omiso en esas, sus responsabilidades.
Bola y cadena
YA VEREMOS QUE SUCEDE HOY DOMINGO en la jornada electoral. 25 horas antes de que iniciara, el secretario de organización del PRI, Alberto Salas Beltrán, fue levantado cuando llegaba a su casa luego de visitar a su madre. Hasta el cierre de esta edición no se sabía de él. Las campañas no estuvieron exentas de presiones y amenazas contra algunos candidatos en distritos y municipios, al grado de obligar a algunos a bajarse del tren para salvar su vida. Pero este hecho rebasa con mucho lo que habíamos visto. Ojalá, por el bien de todos, regrese a casa.
Sentido contrario
REGISTRO DE ESTAS PRESIONES Y AMENAZAS quedaron en San Ignacio, Badiraguato, Sinaloa, Cosalá, Concordia, Escuinapa y Elota. No sé si sea coincidencia, pero en todos ellos los candidatos a las alcaldías de la coalición Juntos Haremos Historia, son del Partido Sinaloense. A media semana el dirigente nacional del PRD, Jesús Zambrano, subió un tuit donde afirma que el candidato de su partido a la alcaldía había sido levantado. Luego lo quitó. Y el dirigente estatal lo negó. En realidad fue amenazado y cacheteado por un grupo armado ordenándole que dejara de hacer campaña y que se fuera del municipio. Y dejó de hacer campaña.
Humo negro
EN SAN IGNACIO, EL ALCALDE, Iván Báez se quejó de que en las últimas semanas estuvieron llegando a los pueblos grupos armados intimidando a la gente de que ya sabían por quién votar. Habló con el gobierno estatal y le dijeron que no podían hacer nada. ¿Y el gobierno federal? ¿Y nuestra insigne Guardia Nacional? Bien, gracias.
La aguja y el pajar
QUE NO PIERDA MÉXICO, que no pierda Sinaloa.
Columna publicada el 06 de junio de 2021 en la edición 958 del semanario Ríodoce.