En Sinaloa bajan los homicidios porque no hay guerra
Por Ismael Bojórquez/Altares y sótanos
Gráfica altares y sótanos
Hay datos que el gobernador suele presumir y es que los homicidios dolosos han estado bajando en Sinaloa. Los gobernantes son muy dados a las estadísticas, sobre todo si les favorecen. Y cuando no es así siempre encuentran la manera de manipular los números. Por ejemplo, si un mes los homicidios se disparan no dicen nada pero si al mes siguiente bajan un poco, entonces dicen que sus medidas contra la violencia están siendo exitosas.
Quirino llegó con 1 mil 162 homicidios en 2016, el último año de Mario López Valdez al frente del gobierno. Su reto era bajarlos pero ocurrió que en 2017 los homicidios dolosos se incrementaron en un 35 por ciento, llegando a 1 mil 565 ejecutados, situándose como el año más sangriento después de 2011.
Desde que llegó, Quirino Ordaz pidió al todavía presidente Enrique Peña Nieto que lo auxiliara con contingentes de la Policía Militar, y así fue. Pero su estrategia no funcionó. Se veían hasta penosos los soldados arriba de las patrullas estatales y municipales, muchas de ellas en un estado deplorable. En 2018 los homicidios bajaron respecto a su primer año en un 28 por ciento y se quedaron sensiblemente debajo de 2016, la referencia comparativa correcta. ¿Podría decirse entonces que esta baja se debió a que ahora sí sus estrategias estaban funcionando? Creo que no.
Suele haber constantes en la estadística criminal, a la alza y también a la baja, pero no siempre dependen de las acciones del gobierno, sino muchas veces (en la mayoría de los casos) de la dinámica de los grupos criminales, sus problemas internos, sus guerras, sus ímpetus expansionistas. En el país, por ejemplo, es innegable que los delitos han estado creciendo desde que Vicente Fox tomó el poder y sobre todo a partir de la segunda mitad de su mandato. Y desde entonces casi todas las manifestaciones de la violencia criminal han venido a la alza: los homicidios, la extorsión, el cobro de piso, el secuestro, la violencia contra las mujeres, los feminicidios, los asaltos…
Felipe Calderón quiso poner un alto a la criminalidad pero topó con pared y su estrategia resultó peor; Enrique Peña Nieto no cambió un ápice la estrategia de seguridad heredada y los delitos siguieron creciendo, así como también las organizaciones del narcotráfico (surgió el CJNG), la política se contaminó al extremo y los asesinatos de funcionarios, líderes y candidatos ocurrieron como nunca.
Pese a los aires de cambio que se respiran en el país, la violencia no solo no ha bajado, sino que se ha incrementado en esto que va del primer año de la llamada cuarta transformación, con la novedad de que entidades que habían estado a salvo de la violencia como Guanajuato, ahora registran los índices más altos en materia de homicidios.
Sinaloa, en cambio ha estado bajando el número de homicidios dolosos pero esto no tiene que ver, necesariamente, con las políticas de seguridad del gobernador, sino con lo que ha ocurrido al interior del Cártel de Sinaloa. No hay que olvidar que fue en enero de 2017 cuando extraditaron a Joaquín Guzmán Loera y que a partir de ahí los homicidios se dispararon en Sinaloa debido a la pugna que surgió entre los hijos del Chapo Guzmán y Dámaso López Núñez por el control de la organización que dejaba atrás.
Claro, esto no significa que los gobiernos no puedan hacer nada y que todo deba depender de si las organizaciones criminales se están peleando o no por el negocio y por las plazas. Hay experiencias de éxito en otros países aunque en México no se haya encontrado la fórmula todavía. Hay que seguir buscando la salida del túnel y creo que una de las luces que nos pueden guiar es la lucha contra las complicidades entre las organizaciones del narcotráfico y los diferentes niveles del gobierno, incluyendo cuerpos policiacos y fuerzas armadas.
México no nació con este problema. Nosotros, nuestros gobiernos lo hemos hecho más grande de lo que debió ser. Y tiene solución. Y no está en los propios narcos, sino en la sociedad y en el gobierno.
Bola y cadena
SI HICIÉRAMOS UNA GRÁFICA con los homicidios ocurridos por mes en 2017, podríamos confirmar esta hipótesis. De enero a mayo los homicidios fueron a la alza; de mayo (cuando detienen a Dámaso en CDMX) a diciembre, los homicidios se movieron en una baja sostenida con un pequeño repunte en noviembre. Y a partir de ahí, los homicidios han seguido bajando: 2018 cerró con 1 mil 123 homicidios y en los primeros siete meses de 2019, todos registran menos ejecuciones que sus similares de 2017, en algunos con marcada diferencia. La guerra, por supuesto, había concluido.
Sentido contrario
SI ALGUIEN PIENSA QUE CON LA LLEGADA DE la Guardia Nacional a Sinaloa bajarán los homicidios y en general la violencia, se equivoca. Ellos llegaron el 4 de Julio —entre 1 mil 800 y 2 mil elementos, todos militares— y ese mes ha sido el más violento de 2019 hasta ahora. Se cometieron 82 asesinatos, 52 de ellos en Culiacán. Su labor, dicen, es de colaboración con el resto de las fuerzas y en los programas gubernamentales; no hacen trabajo de inteligencia, solo de prevención y disuasión. Aunque no prevengan mucho ni disuadan a nadie.
Humo negro
RÍODOCE HA ESTADO SEÑALANDO desde hace meses que el Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) había estado negando los recursos que les correspondían al Rosario y Escuinapa después de que los dos municipios fueron declarados zonas de desastre luego del azote del huracán “Willa”. Todo en medio de revisiones y trámites burocráticos. Ahora las lluvias vuelven a causar destrozos en los mismos lugares que debieron ser auxiliados desde el año pasado. ¿Le echamos la culpa a la naturaleza o a los hombres y mujeres que conforman los gobiernos?
Columna publicada el 25 de agosto de 2019 en la edición 865 del semanario Ríodoce.