Jorge López, el perro rabioso de Martín Orozco.
Ajo Blanco/Cuauhtémoc Villegas Durán
Aguascalientes, México.- Arturo Ávila, Martín Orozco y Carlos Lozano de la Torre odian la libertad de expresión a menos que los reporteros sean mediocres sicarios que estén a su servicio. Estos tres sujetos junto con toda la camada del Cacique Monreal buscan eternizarse en el poder para decidir quien es periodista y quien no en cuestión de sus oscuros intereses como la guerra y la corrupción con las que se han hecho millonarios estos sujetos.
Odian la libertad de expresión: por orden de Carlos Lozano los otros dos no mandan boletines ni agenda a Objetivo7 pero si lo mandan a sicarios que veces ni a secundaria llegan pero ganan más que muchos personas que tiene doctorado en este país. Su gracia: lamerle los pies al gobernante en turno. Algunos como Lalo Blas y Gilberto Sánchez no solo cobran como medios de comunicación también, como preferidos de Martín Orozco, los enriquece dandoles contratos como empresarios de lonas publicitarias en claro pero sucio juego de intereses.
La democracia es algo que no conocen imponen amigos, familiares y amantes en todo el Gobierno y también como proveedores: solo les importa el saqueo.
A pesar de los problemas causados por un trabajador de Tere entre su administración y Objetivo7 nunca nos censuró y a pesar de que no nos dio contrato como a otros que trabajan para sus enemigos no está obsesionada con destruir a ningún medio como si lo están Monreal, Ávila, Orozco y el cacique de Aguascalientes, Carlos Lozano de la Torre.
El “izquierdista” Cuitlahuac Cardona, líder de Morena tampoco nos manda el boletín.
El único que no los manda es el Chucho Iván, un juguetito del monstruo y degenerado sexual Chucho Ortega y su grupo de mafiosos.
También nos lo mandan del panteón del PRI: que se lo metan por entre su esqueleto maloliente.
Objetivo7 es único medio verdaderamente alejado del poder y con escuela ética pues su director ha trabajado en La Jornada de Carlos Payán, en el Informador y en El Norte de Monterrey del verdadero dueño, el padre despojado por perversos hermanos Junco y Carlos Salina de Gortari.