El cansancio, la humedad y los más de 30 grados centígrados de la costa chiapaneca, han obligado a mujeres y niños migrantes a ser “la avanzada” de la caravana gracias a los “aventones” que algunos conductores les han dado.
Mientras Pijijiapan funge como refugio temporal, a 78 kilómetros de distancia, en Tonalá, se alberga a más de 600 migrantes de los aproximadamente siete mil que integran la caravana.
Inseguridad, corrupción, impunidad, violencia, falta de empleo y hasta catástrofes naturales (sequía e inundaciones), son algunos de los motivos que obligaron a estas personas a renunciar a su vida en su país de origen, y buscar refugio en Estados Unidos a pesar de la negativa de Donald Trump de recibirlos.
“Él no va abrirnos las puertas de la frontera nunca. Pero ojalá que nos dejen trabajar unos dos años allá porque con eso uno ve cómo resuelve lo de sus papeles o saca un permiso”, declara Dagoberto, quien dejó El Salvador por la delincuencia y la falta de oportunidades de empleo.
De no lograr su objetivo, Dagoberto apunta que buscarían la ayuda de México para vivir temporalmente en el país de manera legal, pues en lo que va de su camino han “recibido buen trato de los mexicanos”.
“Ayer subí una foto a mi face donde una enfermera le está lavando los pies a uno de nosotros. Eso es increíble porque como salvadoreño que soy, o como hondureños que son ellos, nosotros les estamos invadiendo el país a ustedes, cuando no tienen obligación de echarnos la mano”.
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