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Río Doce.- Luego de cuatro años encarcelado, una serie de mociones presentadas por la defensa para cambiarlo de prisión “por motivos de seguridad”, y una serie de cartas enviadas a la jueza Dana M. Sabraw, incluyendo una en que Leticia Ortiz expone la dramática historia de su hijo Serafín Zambada Ortiz, el Sera finalmente fue sentenciado a cinco años y medio de prisión.

No habrá más dramas ni esperas, sino todo lo contrario; el Sera, de 27 años, saldrá finalmente libre el 20 de mayo de 2019, pues en opinión de Sabraw, Zambada Ortiz “no representa un peligro para la sociedad”, y debido a que cuenta con la ciudadanía estadounidense, podrá permanecer en Estados Unidos si así lo desea.

La noticia generó una serie de reacciones de coraje en algunas sitios de internet, que consideraron una burla la sentencia, dadas las acusaciones que había en su contra, y que en otras condiciones lo habrían sentenciado, por lo menos, a 10 años de prisión.

“Tengo un primo que fue sentenciado a 25 años por mucho menos de lo que esta persona hizo”, se leía un comentario firmado por Anónimo, en Borderlandbeat.

Otros comentarios tachaban de ridículo el sistema judicial estadounidense, mientras que otros más recriminaban cómo el dinero, o bien los acuerdos hechos bajo la mesa, habrían jugado un papel determinante para el veredicto.

El abogado defensor de Zambada Ortiz, Saji Vettiyil, consideró que había sido un caso complicado, pero que al final, tanto la defensa como los fiscales, determinaron que la sentencia era más que justa.

“Entendemos que mucha gente pueda criticar la sentencia, pero la realidad es que existen muchos factores que influyeron para que la sentencia quedara en 66 meses, la cual nosotros, como equipo defensor, la consideramos enteramente justa”, dijo Vettiyil, en entrevista telefónica con Ríodoce.

Interrogado sobre los “factores” que ellos como defensa argumentaron para lograr una sentencia tan baja, que incluso, estaba muy por debajo de los estipulado por el código civil estadounidense, Vettiyil dijo que expusieron la edad de Zambada Ortiz, lo cual hacía imposible que tuviera mucho tiempo realizando operaciones criminales, así como el hecho de ser un padre soltero de dos niños, y de tener la mala fortuna de haber crecido en un ambiente bordeado por el narcotráfico.

“Fue un proceso largo, y entiendo que mucha gente no lo entienda, pero como he dicho, la realidad es que su co-actividad dentro de ese negocio fue muy breve y limitada”, dijo el abogado.

No obstante una carta enviada por la madre de Serafín, Leticia Ortiz Hernández, y los testimonios del propio imputado, quien señaló a la jueza Sabraw “vivir en una jaula de oro llena de lujos que simplemente no servían para nada por el peligro que siempre padecíamos”, pudieron haber sido determinantes para la decisión de Sabraw, aunque se desconoce si existieron acuerdos hechos bajo la mesa entre la fiscalía y la defensa.

“Entiendo que los delitos de Zambada Ortiz son significantes, pero hay ciertos factores que influyeron para dictar una sentencia tan baja, y entre ellos es su juventud, su arrepentimiento, y todas las cartas de apoyo que enviaron sus familiares y amigos, que lo señalaron como un joven muy atento y cordial”, indicó Sabraw en un comunicado.

La carta

La misiva firmada por Ortiz Hernández expone cómo, en 1988 se enamoró de Ismael Zambada García el Mayo, actual líder del Cártel de Sinaloa.

“Mis padres se oponían a esa relación, pues mi señor padre era un hombre muy estricto, y sabía a lo que Ismael se dedicaba, pero yo no los escuché y a los dos años de iniciada esa relación, nació mi hijo Serafín en San Diego, pues por aquel entonces vivíamos en Tijuana”, explica la carta, de la cual Ríodoce obtuvo una copia.

Esa relación, aunque “fundamentada en el amor”, trajo como consecuencia una vida de lujos y armas, pero también relaciones peligrosas, pues existía una amistad muy estrecha con los hermanos Arellano Félix, incluso Benjamín Arellano el Min, apadrinó de bautizo a Serafín.
Pero en 1992 la relación se fracturó, y Leticia Ortiz tomó a su hijo Serafín y huyó para Culiacán, pues la organización dio inicio a una “estúpida guerra” de las facciones del Mayo Zambada contra los Arellano Félix.

Esa guerra se extendería por años, y en ese tiempo ella y sus dos hijos, se mantuvieron en constante movimiento, pues los Arellano estaban matando todo lo que fuera cercano al Mayo.

En marzo de 2002, narra Ortiz Hernández en la carta, fue con sus papás, tíos y hermanos al carnaval de Mazatlán a festejar el cumpleaños 9 de Serafín, pero el infante se enfermó de varicela, y ella regresó a Culiacán acompañada de sus hermanos para que un médico atendiera al niño, y pocas horas después de regresar, un comando entró al restaurante donde estaban, matando a su padres y tíos. “Fue un dolor desgarrador todavía en este momento que estoy escribiendo estas líneas me da un dolor en mi corazón por la pérdida de mis seres queridos”, explica la misiva.

Esa masacre obligó a Ortiz Hernández a llevar a sus hijos a Phoenix, donde se instalaron, pues la guerra entre el Cártel de Sinaloa y los Arellano Félix parecía no tener fin, hasta que el arresto de Benjamín en Puebla, en 2002, finalmente puso fin a la guerra. La familia Zambada Ortiz regresó finalmente a Culiacán. Para entonces Serafín, de 12 años, entendió por fin el lugar que su familia tenía dentro de la sociedad culiacanense, pues no era un niño como el resto de sus compañeros de escuela; tenía seguridad, y sus padres viajaban constantemente: le había costado trabajo, dolor y muerte entender que su padre era el líder del Cártel de Sinaloa, un narcotraficante que era respetado por unos, y temido por otros, y era conocido como el Mayo Zambada.

Vivir al filo del fuego

La vida de Serafín siguió en medio de la opulencia. Amigo de los amigos, y relajado. Sus amigos dicen que es muy tranquilo, y que no le gustan los problemas. Al menos eso es lo que exponen las cartas enviadas a Sabraw.

Hasta que en mayo de 2008, mataron a Edgar Guzmán, hijo de un compadre de su papá, que como su padre, era temido o respetado. Entonces la guerra al interior del cártel estalló, luego de fracturarse la relación con los hermanos Beltrán Leyva, nuevamente Leticia Ortiz sacó a sus hijos de Culiacán y se los llevó esta vez a Canadá.

Cuando las cosas nuevamente se tranquilizaron en Culiacán, los Zambada Ortiz regresaron a su ciudad, y Serafín empezó a estudiar la carrera de agronomía.

Inevitablemente, empezó a involucrarse en los negocios de su padre, aun en contra de las recomendaciones de doña Leticia.
Ese ambiente de lujos, armas, droga, llevaron a Serafín a conocer a Karime Ellameli Torres Acosta, hija de Manuel Torres Félix, el Ondeado, con quien tuvo dos hijos: Vicente y Serany.

Y sin embargo, expone la jueza Sabraw, Serafín mantuvo un perfil sumamente bajo, libre de violencia y cercado por las circunstancias, hasta que llegó el 20 de noviembre de 2013, cuando él y Karime Ellameli se dirigieron a Arizona a realizar sus compras navideñas, pero justo cuando intentaban cruzar, fueron detenidos por elementos de migración: habían identificado a Serafín como el hijo del Mayo Zambada, iniciando ahí la peregrinación. Tenía apenas 23 años cuando fue arrestado, y un nivel “aún bajo”, dentro del organigrama del Cártel de Sinaloa.

“La sentencia es justa. Creemos que se hizo justicia por los delitos que cometió, pero como dijo a la jueza, Zambada Ortiz está arrepentido, y está pagando por lo que hizo”. Insistió Vittiyil, su abogado.

Aunque Zambada Ortiz originalmente se encontraba recluido en la prisión Metropolitan Correctional Center de San Diego, según su número de registro 13069-408, Ríodoce confirmó que ya no se encuentra en esa prisión. Sin embargo, fuentes cercanas al caso confirmaron a este semanario que por motivos de seguridad, purgará su sentencia en prisión domiciliaria, vigilado por agentes del Marshall.

“Lo que se sabe es que cuenta con un brazalete electrónico que lo monitorea las 24 horas del día, y así será hasta que cumpla su sentencia”, señalaron las fuentes.

Las cartas enviadas por Leticia Ortiz a la jueza Dana M. Sabrawl, pueden ser consultadas a continuación: carta1, carta2, carta3, carta4, carta5, carta6

Artículo publicado el 25 de marzo de 2018 en la edición 791 del semanario Ríodoce.