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67716Foto: Guardias fronterizos israelíes detienen a un niño palestino durante una manifestación frente a la Puerta de los Leones, una entrada principal al complejo de la mezquita Al-Aqsa el 17 de julio de 2017 (AFP)

Mohammad, 18 años, sueña a veces que está otra vez en la prisión militar de Ofer. “Recuerdo a mis amigos de la cárcel. Siento que estoy allí de nuevo”, susurra el joven palestino mirando hacia abajo mientras piensa en los ocho meses que pasó encarcelado por Israel entre 2016 y 2017. Mohammad, sin apellido por razones de seguridad, fue detenido cuando solo tenía 16 años.

Israel encarceló en enero de 2018 a 330 menores palestinos según la organización por los derechos de los presos palestinos Addameer.

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Ahed Tamimi, de 16 años, se presentará en la corte militar de la prisión militar de Ofer, en la aldea de Betunia, Cisjordania, el 1 de enero de 2018 (AFP).

Entre ellos Ahed Tamimi, la chica de 17 años cuyo caso se dio a conocer a escala internacional cuando fuedetenida en diciembre. “Sí, me siento orgulloso. Sí, es fuerte. Pero ha madurado antes de hora. Perdió su infancia por algo de lo que nosotros, el mundo, los adultos, somos responsables”, dice Basem Tamimi, activista político y padre de Ahed.

Violencia física

Según Carol Zoughbi Janineh, supervisora del programa de rehabilitación de ex presos menores de edad del YMCA para Jerusalén Oriental, el número de chicos y chicas palestinas detenidas por las fuerzas israelíes ha aumentado de manera constante desde 2000. “Cuando comenzamos el programa en 2008, teníamos entre 500 y 700 menores detenidos al año. El año pasado fueron 1.467. Es muy alarmante”.

Aunque la mayoría de los menores encarcelados son chicos, Zoughbi Janineh denuncia que desde los últimos tres años detienen a más chicas cada vez, más de 60 en 2017, un incremento muy grande comparado con un caso o dos que se daban anualmente antes de 2015.

Varias organizaciones de derechos humanos han denunciado a lo largo de los años las condiciones de encarcelamiento que sufren los menores palestinos y que de manera sistemática los procesamientos se ven ante tribunales militares con una tasa de condenas de casi el 100%.

Según Defense Children International Palestine (DCIP) tres de cada cuatro menores son sometidos a violencia física durante la detención o el interrogatorio.

La policía de fronteras israelí detiene a un joven palestino mientras la multitud avanza por el puesto de control israelí de Qalandia, en la ocupada Cisjordania, para asistir a las oraciones del viernes (AFP).

Los informes de Human Rights Watch (HRW) y de los grupos israelíes de derechos humanos B’Tselem y HaMoked denuncian que las fuerzas israelíes utilizan fuerza innecesaria cuando detienen a menores y los interrogan “rutinariamente” sin la presencia del padre/madre o un abogado. Algunos menores han dado cuenta de que fueron abofeteados, pateados, golpeados y que les vendaron los ojos durante su detención o su interrogatorio.

Según estos grupos de derechos humanos, con frecuencia se obliga los menores a firmar documentos escritos en hebreo a pesar de que no entienden el idioma. Además, los menores detenidos son encarcelados generalmente junto a adultos.

El Servicio Penitenciario Israelí (IPS) no ha dado respuesta a la solicitud de MEE de comentar las condiciones de detención ni las denuncias de violaciones a menores palestinos, o sobre los servicios psicosociales, si los hubiere, disponibles para los presos menores de edad.

Casi la mitad de los palestinos del territorio ocupado tienen menos de 18 años. Para Mohammad, Ahed y muchos otros jóvenes palestinos detenidos por Israel, las dificultades no se acaban al salir de la cárcel. Estos menores deben aprender cómo recuperar su niñez después de una experiencia traumática.

Aclamados como héroes

Mohammad fue detenido por las fuerzas israelíes a finales de 2016 junto a varios amigos cuando pasaban el rato cerca de un centro juvenil local.

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Mohammad, de 18 años, pasó ocho meses en cárceles israelíes cuando tenía 16 años (MEE / Chloé Benoist)

Según afirma, le pegaron durante su detención y mientras estaba bajo custodia israelí acusado de tirar piedras, una acusación común contra los menores palestinos. De haber sido declarado culpable podría haber pasado hasta 20 años en prisión pero a Mohammad lo pusieron en libertad ocho meses después sin haber sido condenado por ningún delito.

“Cuando me pusieron en libertad me sorprendió”, dice Mohammad recordando el suceso casi un año después. “Que me liberasen después de haber estado detenido durante ocho meses y que dijeran que no era culpable de nada me hizo sentir a la vez feliz y aturdido porque no lo esperaba”-

Si bien las excarcelaciones de prisioneros son muy celebradas en el territorio palestino ocupado, a los ex prisioneros les cuesta lidiar con pensamientos y emociones difíciles a medida que la vida vuelve a la normalidad, un proceso complejo que es mucho más difícil para los menores de edad. “Los chicos y las chicas se ven más afectados que los adultos por la prisión porque sus mecanismos de defensa son más frágiles pues sus cerebros aún se están desarrollando”, afirma la psiquiatra y psicoterapeuta palestina Samah Jabr. “Una experiencia como esta puede romper el tejido social a su alrededor, su relación con la familia y con la sociedad”.

Los prisioneros detenidos por Israel son aclamados como héroes en la sociedad palestina lo que puede suponer que los menores se sientan presionados para no mostrar signos de debilidad. “A veces ese papel pone a la gente una camisa de fuerza. No pueden expresar el dolor, no pueden buscar ayuda, no pueden mostrar sus vulnerabilidades”, dice Jabr.

Tanto Jabr como Zoughbi Janineh enumeran un conjunto de síntomas psicológicos experimentados por los niños después de ser liberados de la prisión, incluida la depresión, la ansiedad, la acumulación de problemas, la introversión o el comportamiento agresivo.

“Si estoy con mis amigos o mi familia no me siento mal. Pero si estoy solo en casa, empiezo a pensar en la cárcel y en todo aquello. Me pongo triste”, dice Mohammad, que pasa gran parte de su tiempo con amigos para evitar estar solo con sus pensamientos.

Aunque Jabr sostiene que muchos de los síntomas que muestran los chicos y chicas ex presos podrían enmarcarse en el trastorno de estrés postraumático (TEPT), es el trauma general causado por 70 años de ocupación israelí lo que hace difícil abordar estos síntomas sin tener en cuenta el pasado.

“Raramente diagnostico a estos niños con TEPT. Creo que lo que les sucede es algo más sutil que tiene que ver con la destrucción de su personalidad. No se trata de un simple de un suceso traumático que pasa y después ya pueden vivir en paz para siempre”, dice Jabr, autora de Detrás de las líneas del frente, (que se publicará este mes) donde analiza el impacto psicológico de la ocupación.

‘Impotente para proteger a sus hijos’

Desde el momento de la detención, que a menudo se produce de noche y en casa, los chicos presos quedan marcados por “angustiosas imágenes de impotencia, debilidad e indefensión de unos padres que no pueden proteger a sus hijos” señala Jabr.

Zoughbi incide asimismo en una dificultad aún mayor para las familias de la anexada Jerusalén Oriental donde muchos chicos y chicas son condenados a arresto domiciliario en lugar de ir a prisión.

“Al principio puedes pensar ‘mi hijo no está en prisión’, pero que tenga que estar en casa es más devastador desde el punto de vista psicológico porque es a los padres a quienes se les obliga a encarcelar a su propio hijo o hija. Dejan de ver a a sus padres como padres. Los ven como carceleros”.

Cuando son puestos en libertad los padres tienen que reconstruir los vínculos de confianza con sus hijos que se rebelan contra su autoridad. Muchos tienen dificultades para readaptarse en la escuela, sufren problemas psicológicos y se retrasan en el aprendizaje después de haber pasado largos períodos de prisión con un acceso mínimo a la educación. Como resultado, los ex presos menores como Mohammad s uelen abandonar la escuela. Mohammad dejó la escuela secundaria y ahora se ocupa en dos trabajos a tiempo parcial.

Las amistades también acaban afectadas ya que los chicos ex-detenidos dejan de relacionarse con sus compañeros y muestran signos de aislamiento. “Antes de la prisión era extrovertido, hablaba en voz alta pero ahora soy más callado”, dice Mohammad agregando que siente un vúnculo más fuerte con otros chicos con los que estaba en prisión que con aquellos que no han sido nunca detenidos “porque los de afuera no han pasado por algo así”.

Como tiene miedo de que le detengan otra vez, Mohammad ha dejado de ir a al centro juvenil próximo al lugar donde le detuvieron y está siempre en casa, a más tardar vuelve a las 10 de la noche.

Tras realizar este encuentro con Mohammad, un miembro de su comunidad informó a a MEE que las fuerzas israelíes habían allanado su ciudad y que detuvieron a Mohammad y a un amigo durante unas horas. Fueron liberados sin ser informados de por qué fueron detenidos, lo que confirma los temores de Mohammad.

‘Cuando no tienes opción’

ONGs como YMCA proporcionan servicios de rehabilitación a ex niños presos pero Zoughbi Janineh explica que la organización solo puede asumir como mucho 400 casos al año y que su limitada capacidad dificulta seriamente llegar a todos los jóvenes afectados que necesitan apoyo.

Bassem Tamimi, por su parte, advierte que muchas familias, particularmente en lugares políticamente activos como la aldea de Nabi Saleh en Cisjordania, desconfían de las ONG extranjeras encargadas de proporcionar servicios psicológicos porque les preocupa que puedan desalentar a los niños de participar en actividades de resistencia.

“¿Lanzar piedras forma parte de su trauma? Podría verse así, sí, o puede que sea una terapia para paliar su intranquilidad. Tal vez lanzando piedras dejan de sentirse víctimas y se rehabilitan”.

Bassem dice que los residentes de Nabi Saleh, donde vive la familia Tamimi, han ideado sus propias formas de ayudar a los chicos y chicas frente a la amenaza de la detención. En lugar de sobreprotegerlos, él siempre se ha esforzado en explicar la situación a sus hijos desde que eran pequeños. “Si les asusto y los mantengo al margen, se quebrarán por dentro, y eso es peor que si se les rompe una mano”.

Bassem cuenta que la aldea había organizado varias sesiones de preparación en las que se les dijo a los chicos qué esperar durante la detención, el interrogatorio, el juicio, o las manifestaciones en las que les vendan los ojos y se les esposan. Manal Tamimi, tía de Ahed, comentó en una de estas sesiones de entrenamiento enFacebook en febrero:

“Sí, no es normal dar a los chicos y chicas este tipo de formación, y no es que estemos normalizando la situación pero esta es nuestra realidad y nuestra vida y aunque son menores tienen que estar listos para todo lo que les pueda suceder”.

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Una sesión de entrenamiento para niños palestinos sobre detención, interrogatorio y juicio (Facebook \ Manal Tamimi)

Jabr expresa sus reservas sobre tales sesiones de entrenamiento. “Prefiero un enfoque más general y menos ansioso”, dice. “Un enfoque en el que promovemos la resiliencia, la fortaleza de las personas, sus habilidades sociales, su asertividad, y técnicas de relajación”. Trabaja con consejeros escolares, maestros, organizadores comunitarios y entrenadores para crear redes comunitarias de adultos sensibilizados con las necesidades psicosociales de los chicos. Es un enfoque que según dice puede evitar el estigma asociado a la búsqueda de ayuda psicológica.

Para Jabr, el encarcelamiento de menores confirma una política israelí premeditada y dirigida contra la juventud palestina. “Creo que se trata de una acción muy deliberada para intimidar a la comunidad palestina. Cuando se hace pasar por ello a una edad muy temprana creo que lo quese persigue es poner a la comunidad de rodillas. Los israelíes desean que los palestinos se conviertan en sombras de lo que son”.

Bassem rechaza la imagen que difunden los funcionarios israelíes de que los palestinos se preocupan poco por el bienestar de sus hijos. “A veces nos acusan de usar a nuestros hijos, de ponerlos en peligro”, dice Tamimi. “Si Palestina fuese un lugar seguro nuestros hijos e hijas vivirían de otro modo. Pero mi hija Ahed no está en una posición que le permita vivir una vida normal. La solución a nuestra situación es el fin de la ocupación. Cuando no tienes opción, ¿qué tenemos que hacer? Debemos entrenarnos para hacer frente a esta situación y ser lo suficientemente fuertes como para plantarle cara, para criar a nuestros hijos e hijas de una manera diferente”.

Fuente: Stolen childhood: Life after prison for Palestinian minors

Fuente: Chloé Benoist, Middle East Eye / Rebelión (Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós).