Ha pasado más de una hora y ella no deja de llorar. Hace algunas pausas, pero sólo para gritar: por qué, por qué, por qué.
De pie, su hijo de apenas unos 13 años la observa desesperado. Todavía trae puesto el uniforme de la secundaria, está lleno de tierra como cualquier niño que pasa las horas de escuela jugando fútbol o béisbol en las canchas polvorientas.
Tiene los ojos hinchados de tantas lagrimas que retiene. Pone su mano en el hombro de su mamá y voltea una y otra vez hacía el carro de su padre.
Enfrente, afuera de una lavandería, su padre fue asesinado con armas de fuego. Acababa de recoger la ropa, antes de llegar a su casa. Le faltaban un par de cuadras para volver.
Junto a su cuerpo quedaron un par de camisas blancas recién planchadas y las playeras del uniforme deportivo de su hijo, colgadas en ganchos y salpicadas de sangre.
El bulevar principal del fraccionamiento Valle Alto está acordonado con cinta amarilla que repite una frase en letras negras: “línea de policía, prohibido pasar”. Pero los vecinos no advierten la instrucción. Esa es su cuadra, la cochera de sus casas, el parque donde juegan sus hijos.
Todos salen a observar. Se miran unos a otros, alarmados. “Pinchi ciudad violenta”, susurra un vecino a otro, mientras ambos observan como envuelven en un plástico blanco el cuerpo del hombre.
-“Y en la mañana mataron a un compa mío. Era entrenador, tenía una liga infantil y el otro compa al que también mataron le había pedido raite. Se le fue la vida por un pinchi raite”.
-“¿Son los que mataron en la mañana en el Parque Constitución?”.
-“Sí, era mi compa. Iban por el otro, pero también se lo chingaron a él”.
La rutina de los peritos tarda casi hora y media. Los vecinos se mantienen atentos. El llanto de la mujer no cesa.
Con la prisa pausada de una mujer mayor llega caminando la madre del hombre. Voltea a todos lados incrédula y estalla en llanto cuando ve el auto de su hijo. Abraza a su nuera, a su nieto, se funden en un llanto de rabia y dolor.
Son apenas las siete de la tarde y el de ellos, es el cuarto asesinato del día en Culiacán.
Unas horas antes, una patrulla le hizo el alto a un vehículo que se negó a detenerse y a cambio sus ocupantes respondieron a balazos. El vehículo se perdió entre las calles de la ciudad. No hubo detenidos.