Iván Paéz/Río Doce.- A 50 años de su estreno, un 17 de agosto de 1967, la cinta mexicana Los caifanes se mantiene como un clásico nacional que en su momento se consideró irreverente y revolucionaria: surgió a partir de que Carlos Fuentes y Juan Ibáñez ganaran el Concurso Nacional de Argumentos realizado por el Banco Nacional Cinematográfico y la Asociación de Productores y Distribuidores de Películas Mexicanas —después escribieron juntos el guion y a Ibáñez le tocó dirigir sin los permisos necesarios y bajo la persecución del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica para detener el rodaje, porque en ese entonces sólo hacían largometrajes sus agremiados.
A la orilla de la carretera, en espera de un taxi, Paloma (Julissa) y Jaime (Enrique Álvarez Félix), se resguardan de la lluvia en un coche, al parecer, abandonado. Poco después aparecen el Estilos (Oscar Chávez), el Azteca (Ernesto Gómez Cruz), el Capitán Gato (Sergio Jiménez) y el Mazacote (Eduardo López Rojas), con un poco de gasolina. Al principio se molestan de verlos ahí, pero después, los autollamados los caifanes (“el que las puede todas”), se ofrecen a darles un aventón.
Los planes cambian de rumbo: los jóvenes mostrarán su insolencia y rebeldía en varias “jaladas” nomás porque sí: entran a una bar de mala muerte para darle gusto a Paloma; se roban una corona de muertos; se van de una taquería sin pagar y le quitan la guitarra a un ciego que ahí amenizaba; juegan fútbol con una lata ante el monumento de la Diana Cazadora, a la que también el Azteca le pone sostén, minifalda, pañoleta y la besa; le quitan las placas a un carro; entran a una funeraria y cada uno se mete en un ataúd a retar a la muerte; y se roban una carroza que luego abandonan en el Zócalo.
La película intenta mostrar una sociedad más moderna y una igualdad entre hombres y mujeres, aunque finalmente no lo es tanto: de entrada, Paloma es una contra cinco; es la chica que se atreve a ir a un bar, de ideas irreverentes, quien quiere experimentar con ese grupo de chavos de bajos recursos; y la que sugiere libertad sexual —a veces tiene la iniciativa, se deja seducir por otro frente a su novio o reta a éste a que le haga el amor en donde ella quiera. Lo cierto es que en el discurso del filme también está que se debían cuidar las apariencias, porque la intimidad era para los casados.
A pesar de que por momentos expone al hombre como inseguro, temeroso, consciente de que “todas las viejas duelen” y hieren parejo, así sean las de “jalón” o la madre que cuerea, la realidad es que el varón sigue siendo el conquistador: ahí está el Estilos, el de la fuerza, que puede cargar un ataúd. Las mujeres se esconden en un velorio porque a nadie le sería ilógico que estén ahí rezando; y los valientes que se pelean por una chava, así sean cuatro contra uno.
Los Caifanes también es un claro homenaje y reconocimiento a la madre, la que no deja a sus hijos, la que realmente vale, la única que no juega chueco y por la que se debe brindar, porque todas las demás “viejas”, ya sea esposas, novias o “jales”, “te pintan la traición”.
La película, con una siempre interesante Ciudad de México como otro de sus protagonistas y un Carlos Monsiváis de Santa Claus borracho, está disponible en Youtube. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.