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Aarón Ibarra/Rìo Doce

La primera vez que escuché el grito me pareció muy gracioso. Recuerdo que se lo escuché a Andrés Villarreal. Instalados en un segundo piso, abre la ventana de la redacción y lanza un grito: ¡Fui cartero!

Ese fue mi primer viernes de cierre de edición en el semanario. En aquel entonces casi todos escribíamos en la sala de juntas sobre una mesa redonda. Ahí, tras el grito de Andrés, el segundo en soltar la carcajada fue Javier, quien por mi condición de “el nuevo” me da la explicación.

“Es que yo fui cartero”, dijo. Nunca supe si lo dijo de broma por mi reacción, o si lo dijo en serio, pero era un chiste local que nunca fallaba. Cuanto más tensa está la redacción, Andrés abre la ventana y grita: ¡fui carterooo!

Ismael Bojórquez me advirtió que los viernes así serían. “Bato, aquí los viernes es de fiesta, es nuestra fiesta”, me dijo el primer lunes en que me presenté al periódico y lo pude constatar el primer viernes de mi primer cierre: chicharrones, jocoque, chips de jalapeño, cacahuates y unas cervezas Indio.

Lo que pocos saben (o de alguna manera lo saben todos) es que Javier sí fue cartero. Semana a semana nos escribía historias y nos las entregaba de manera personal. Una prosa muy particular nos daba testimonio de gente que conoce gente, historias del primo del amigo, historias que bien pudieron suceder en cualquier momento en Culiacán. “Aquí la Malayerba, consuman y rolen”.

¡No mames, Javier, qué haces! Le grité a su cuerpo cuando lo vi en el asfalto. Boca abajo le reclamaba al cartero que se levantara, pero no me hizo caso. A un costado Ismael, y pensé en que jamás vi a un gigante tan pequeño como en ese momento, alguien tan seguro y fuerte siendo tan vulnerable: le arrancaron un pedazo de vida.

Javier fue cartero, pero también fue amigo; fue reportero, pero también fue humano; fue padre y hermano y ahora deja viuda y huérfanos… sí, Javier fue cartero y muchas otras cosas más y ojalá la ciudad entienda que él puede ser todo eso, menos una víctima más. Javier no puede ser un número en una estadística por consultar de los más de 600 homicidios que han golpeado a Sinaloa y de los siete periodistas caídos por las balas del crimen. Por eso, yo también grito.

¡Fui carterooo!