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El pronóstico del tiempo vaticinó lluvias ligeras en la capital sinaloense para las primeras horas del martes 16, y cumplió. Cabalísticamente el cielo honra la prosa de Javier y le rinde tributo. Moja la tierra y busca lavar la sangre regada que él tantas veces condenó. Esta sangre fue la suya y la de decenas de reporteros y periodistas que salieron a la calle a protestar.

A Javier lo quisieron callar de 12 tiros, pero los sicarios en su intento sólo lograron levantar la voz de un Culiacán indignado, que en las escalinatas de Catedral se reunieron. Ahí, maestros, estudiantes, comerciantes, profesionistas, todos.

Un hombre se acerca y pregunta qué sucede, ¿es por los maestros? – Es por todo, amigo, por todo- No solamente por Javier, sino por los maestros y abogados, por los médicos y los desaparecidos, por todos y para todos.

Rondaban las 9:30 horas y las escalinatas no fueron suficientes para albergar la indignación y termina por escupirlos. Ni uno más, fue de los primeros gritos y rápidamente la réplica y con ello la marcha.

Querían ir primero a la funeraria, pero no. “Hay que protestar en gobierno y en la procu”, grita una reportera indignada, y ahí comienza la procesión, y la voz de Javier elevada a la n potencia: “no nos callarán, no nos callarán”.

Así, la avenida Álvaro Obregón se llenó de voces que formaron un solo latir. El corazón de Javier fue tan grande que la principal avenida culichi no lo pudo contener, y marcharon, marcharon gritando que no se mata la verdad matando periodistas. Justicia, justicia para Javier Valdez.

El 25 de marzo de este año, en su cuenta de Twitter Javier Valdez Cárdenas condenó el asesinato de la periodista Miroslava Breach; en el tweet sentenció “que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio”, y 50 días más tarde, a Javier le cumplieron su sentencia.

En su testamento deja una viuda y sus huérfanos, y en un testamento no escrito, una última voluntad, esa que comparten todos los reporteros, se cumple: Javier Valdez, tu sangre será vengada.

El corazón marchó hasta Leyva Solano, en donde dobló al poniente, justo en dirección al sitio donde a Javier le arrebataron la vida. Los agentes de tránsito del operativo estaban confundidos, no sabían a dónde latía ese corazón rabioso de dolor.

En el lugar, en las entrecalles de 27 de septiembre y Epitacio Osuna sobre Vicente Riva Palacio, una reportera grita el nombre de Javier, y todos responden presente, luego, el dolor desbordado, “con una granada en la boca”, gritaron. Otros un poco más optimistas aseguraron que Javier seguiría rolando la Malayerba.

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Luego, un minuto de silencio, es decir, 60 segundos medidos en una escala tan larga como la lista de casos impunes en atentados contra la libertad de expresión que revienta en aplausos para Javier.

El corazón siguió latiendo y cada golpe era un paso hacia la unidad administrativa, esa que en la calle le llamamos “el palacio de gobierno”. Alrededor de las 10:25 horas la rabia comenzó a alimentarse y con gritos de baja Quirino, baja, el patio del recinto hizo eco del irrompible sonido de Javier, a través de decenas y decenas de gritos.

“¿Cómo cuántos somos, qué te gusta, unos 500?”, es la pregunta cuya respuesta no se pudo contestar porque luego surge la interrogativa sobre el paradero del gobernador Quirino Ordaz Coppel. Su agenda, aparecía anunciada como “privada”.

Poco después de 40 minutos, después de desdeñar al “Tony” Castañeda, subsecretario de gobierno y a Alberto Camacho, titular de comunicación social, el corazón se traslada al auditorio del lugar en el primer piso, a donde le gobernador atendió el llamado. No hay loco que coma lumbre, dijeron.

Luego entra Quirino, y lo hace mal. Saluda, mueve sus brazos. Primero uno y luego el otro, y eso ofendió. Rápidamente el corazón le demandó cumplir, le leyó el prolongado testamento de Javier: justicia para todos.