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María Durán Ortega.
María Durán Ortega.

Cuauhtémoc Villegas Durán

Nunca volví a ver a mi madre desde el día que murió. Sufrió por su diabetes que la dejó con los riñones agotados e iba y venía de hospital durante meses aunque gracias a Jesús vivió mucho años más de los que le había dado un médico.

Hace 17 años que no la veo ni siquiera en un sueño. Soy católico poco practicante pero creo y estoy convencido que Jesús es Dios y por eso no ingresé al zapatismo cuando se me invitó. No quiero tener cuentas con Dios de esa naturaleza, como muertes, aunque ciertamente he odiado hasta la muerte a quienes de la nada me han querido destruir en su maldad infinita.

Yo quisiera ver a mi madre siquiera en un sueño o con la promesa divina despertar de entre los muertos y volverla a ver: tal vez por eso Dios nunca me la dejado ver ni un sueño, sentir ese amor que ella y sólo ella me ha dado con sus abrazos asfixiantes de amor y sus mil bendiciones que hoy me faltan aunque sé que también mis perros que han muerto o Cori que, vive, me ama como sólo Jesús lo ha hecho, sin condiciones y hasta la muerte. Por eso tengo más de un mes llorando a Chinito, un perrito hermoso que me atropellaron apenas el mes pasado.

La ausencia de Chinito como la de mi madre ha sido dura, traumatizante, pero todos debemos morir.

Sólo Dios sabe si volveré a ver mi madre aunque aún me cobija con su cobija de colores que me tejió o come conmigo en la mesa decorada con los manteles que tejía en punto de cruz y que son verdaderas obras de arte como todo lo que alberga mi casa.

Nunca he podido aceptar su ausencia y ese hecho me ha llevado a la amargura. Nunca he podido ser un hombre decente y digno aunque lo he intentado. Soy un hombre lleno de defectos y contradicciones aunque también, como mi madre y padre, trabajador y honrado y gracias a Dios ellos ya no vieron como sufrimos la guerra y como nos despojó de todo como mi rancho en Zacatecas, porque ya es un territorio del narco y o del gobierno o como aquí en Aguascalientes, que bajo ese argumento falso, el gobernador y sus perros de la prensa me acusaron de halcón aunque su perversidad y su tretas nunca lograron llevarme a la cárcel aunque su delfín es tan o más perverso que él sigo guerreando en destino al que metí y del que me advirtió mi madre “El que se mete a redentor sale crucificado”.

La recuerdo en el rancho, en la casa de Guadalajara, siempre barriendo, cocinando siempre limpia y pulcra y con su sueño jamás logrado de vernos todos juntos como cuando mi padre vivía o de verme a mi felizmente casado y no como ando, sin dinero, caminando largos trechos bajo el sol de este desierto, de esta ciudad que me ha acogido entre miles de problemas y conflictos, de falsos señalamientos que me han quitado la oportunidad de convivencia sana entre mis compañeros reporteros aunque lo intento y he logrado tener amigos entrañables.

Soy un hombre de fe y creo en la vida eterna que nuestro señor Jesucristo nos ha prometido sé que no soy digno de Él. Sólo Él sabe si alguna vez volveré a ver a mi madre y si alguna vez la miseria y la infelicidad se alejarán de mi vida derruida, de mi corazón destrozado por las muertes de familiares y amigos, por la guerra, la soledad, los falsos señalamientos y los robos hasta del buen nombre todo sea por el poder por el poder de los criminales del neoliberalismo que destrozan el país que mis ancestros contruyeron con su sangre y su esfuerzo.

Mi madre siempre generosa me dejó una gran cantidad de hermanos que me aman y los amo. Mi madre vive en ellos y en corazón aunque esté destrozado. Espero y pido a Dios dejarla ir y que descanse en paz acogiéndola en su santo seno y dándole la luz perpetua