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Clandestino, el periodismo extremo

“Lo que realmente me da miedo de mi trabajo, es que cuando tú te sientas delante de ese al que llaman terrorista, asesino o narcotraficante, gente que mata gente, y no a uno ni a dos, a veces te gustaría pensar que va a existir una distancia infinita entre tú y él, que va a pertenecer prácticamente a otra especie. ¿Y sabes qué es lo que pasa cuando te acercas? Es igual que tú. Y puedes reconocer muchas partes de ti en él. Y eso asusta”, afirma David Beriain, el periodista español que vivió tres meses en el Cártel de Sinaloa, conviviendo con hombres y mujeres que han decidido entregar su vida a esa organización criminal, que a decir de uno de los entrevistados, cuenta con un aproximado de 15 mil activos en todo el país. Y que otras investigaciones periodísticas y de investigación arrojan que se encuentra operando en al menos tres continentes.

Entonces, solicitar y ser aceptado para vivir el día a día en distintas esferas, momentos y con distintos personajes del cártel, significa desafiar al miedo para cualquier periodista y sin embargo Beriain lo alcanzó, logró lo que hasta ahora a ningún periodista mexicano se ha planteado o si lo ha intentado no se le ha permitido acceder a ese mundo paralelo.

Claro, las condiciones fueron tajantes y no excluyó la amenaza de muerte en caso de traición. Asumió el riesgo junto con su equipo e incursionó a un mundo donde se acaba el mito y empieza esa maquinaria que genera cantidades infinitas de dinero anualmente y deja una estela de muerte igualmente incalculable.

La tarea periodística de Beriain, hasta ahora poco considerada por el periodismo nacional, va más allá de un trabajo para Clandestino o Discovery Channel y quizá Kapuscinki se sentiría orgulloso, no por el tema que se vende bien, sino por los riesgos que implicó la decisión de ir a poner cara a esos mundos paralelos de las FARC, los yidhaistas y ahora el Cártel de Sinaloa, para retirar el manto de mito y ver el mundo real que no es solo lo clandestino, sino todo un engranaje económico y político, incluso cultural que va más allá de los montes, las veredas y las residencias sinaloenses.

No es el primer observador que reconoce que el narcotráfico es la expresión más despiadada del capitalismo. “No es otra cosa, dice en la entrevista que da Beriain a The Huffington Post y que en Sinaloa circuló el Portal Café Negro, que la versión más extrema, salvaje y violenta de algo que mueve la vida de todos nosotros, la ley de la oferta y la demanda”. Donde las drogas y las armas de guerra están sujetas a la lógica del mercado. Pero, no sólo eso, el joven sicario imposibilitado de acceder al ámbito de la competencia en la economía formal termina por incorporarse a la informal y miles de ellos al final de sus vidas terminan tirados en un monte, un camino, una cuneta, la nada.

Y es que el mayor incentivo pareciera que no se encuentra solo en el dinero, sino en el poder de tener en sus manos una magnum o una kalashmikov o hacer una demostración de fuerza, incluido poder quitar la vida a otra persona.

Que podemos pensar cuando uno de estos sicarios entrevistados, afirma sin rubor alguno: “para mí matar se ha convertido en una adicción”, en esta frase pierde la familia, el sistema educativo o las iglesias como reguladores de valores. Y es que las adicciones si no se atienden terminan en la muerte. No es casual que la mayoría de los homicidios dolosos en ese mundo sean contra menores de 35 años. Gente que no tuvo quizá un primer empleo formal, se encontró con el salario mínimo y los espejismos del narco terminaron por seducirlos y llevárselos para no volver a su vida previa.

El reportaje que estará trasmitiéndose las próximas semanas en Discovery Channel permitirá ver desde la comodidad del hogar imágenes y escuchar diálogos que cualquiera imaginó, pero nunca pensó poder verlos en televisión a todo color. Nuevamente estamos ante una estampa de eso que el situacionista francés Guy Debord llamó la sociedad del espectáculo, donde todo termina por banalizarse y volverse efímero, como la llama del fuego de esas vidas en flor que diariamente se pierden en Sinaloa.