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La Conferencia de Paz para Oriente Medio en París muestra la división existente entre las grandes potencias respecto a la solución del conflicto.

Victoria Silva Sánchez/Diagonal

Una pantomima. Así puede resumirse la Conferencia de Paz para Oriente Medio que tuvo lugar el pasado 15 de enero en París. Representantes de 70 países se reunieron en la capital gala a petición del Gobierno francés, empeñado en celebrar la conferencia que ya había pospuesto desde mediados de 2016 debido a la falta de interés de la mayoría de Estados y de las reticencias de israelíes y palestinos.

La conferencia tuvo lugar inmediatamente después de la resolución aprobada el pasado 23 de diciembre por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en la que urgía al Estado israelí a cesar la construcción de asentamientos ilegales en los territorios palestinos ocupados desde 1967. La resolución fue aprobada gracias a la abstención de Estados Unidos, en un último vago intento de Obama de mostrar cierta preocupación por parte del Gobierno estadounidense hacia el conflicto. El Gobierno israelí reaccionó rompiendo relaciones diplomáticas con todos los países que aprobaron la resolución, incluyendo la retirada de la cooperación al desarrollo a países como Senegal.

La iniciativa francesa se justifica ante la falta de perspectivas de avance en las negociaciones y el recrudecimiento de la construcción de asentamientos ilegales en los territorios ocupados.

Ausencia de los principales interesados

El primer gran fracaso de la conferencia se explica por la ausencia de los principales interesados, es decir, Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP). El Gobierno israelí declinó participar en la misma incluso antes de que se confirmase la fecha de celebración. La diplomacia francesa, que aseguró la participación de Estados Unidos, no pudo así lograr la presencia de la delegación israelí, pese a los esfuerzos realizados, principalmente con el doble enfoque de la celebración, primero de una conferencia y, posteriormente, de una reunión entre autoridades israelíes y palestinas.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó la conferencia de “inútil”. Las autoridades israelíes acusan a Francia y a los participantes en la misma de haberse posicionado del lado de los palestinos y favorecer la violencia en lugar de mirar hacia la paz.

Por su parte, el presidente de la ANP, Mahmud Abbas, dio por buena la iniciativa francesa. Los palestinos se encuentran en un momento de fortaleza tras abrir el pasado 14 de enero una embajada en el Estado del Vaticano.

Conclusiones de mínimos

El documento final de la conferencia vuelve a llamar a la resolución del conflicto palestino-israelí mediante el establecimiento de dos Estados que vivan juntos en paz y seguridad en las fronteras previas a 1967. Asimismo, llama a Israel a acatar las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Pese a que la declaración final llama a ambos lados a demostrar su compromiso con la solución de los dos Estados y rechazar a aquellos que se oponen a dicha resolución, la impresión final de la misma es que es Israel quien está obstaculizando dicho avance con su cada vez más agresiva política de asentamientos.

Los objetivos de la conferencia se resumen en el liderazgo europeo en el fortalecimiento de las capacidades palestinas para el ejercicio de su soberanía y la construcción de una economía que permita su sostenibilidad mediante asociaciones privilegiadas y la participación de la sociedad civil mediante el establecimiento de foros de diálogo.

Pese a los compromisos de mínimos que establece la declaración final, no todos los países participantes están de acuerdo con los mismos. El Gobierno australiano se ha distanciado de la declaración y cree que lo importante es volver a la vía de las negociaciones directas lo antes posible. Anteriormente, ya había criticado a Estados Unidos por abstenerse en la votación de la resolución del Consejo de Seguridad del pasado 23 de diciembre. Asimismo, el Gobierno británico no participó de la declaración final de la conferencia y la calificó como un “endurecimiento de las posturas”.

Urgencia por llegar a una solución

La urgencia por preservar la solución de los dos Estados es cada vez mayor debido a la política de asentamientos israelí que, en la actualidad, dificulta enormemente la viabilidad de dicha solución. Asimismo, la llegada de Trump a la Casa Blanca despierta temores fundados en toda la comunidad internacional sobre la postura que la Administración estadounidense adoptará respecto del conflicto. La supuesta intención de trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén ha suscitado duras críticas por parte de toda la comunidad internacional, que considera dicha decisión una provocación innecesaria y algo que todas las anteriores administraciones estadounidenses han tenido muy en cuenta.

Por su parte, Netanyahu ya ha expresado su satisfacción por que Donald Trump se siente en el despacho oval. El embajador israelí en Naciones Unidas, Danny Danon, señaló que “en las próximas semanas entraremos en una nueva era y trabajamos con la nueva administración estadounidense para deshacer el daño causado por la resolución del Consejo de Seguridad y otras iniciativas unilaterales”.

Dadas las circunstancias en el panorama internacional, la iniciativa francesa resulta un intento desesperado por reanudar unas negociaciones que cada vez resultan más difíciles de llevarse a cabo dada la realidad sobre el terreno. Sin la detención de la construcción de asentamientos en los territorios palestinos, cualquier declaración, por buen intencionada que sea, se queda en simple papel mojado.