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El mensaje fue para el presidente de la República. Y para los que vienen. También para los mexicanos. Enfático, demandante, no hubo insinuaciones ni extravíos. Fue una advertencia clara y un reclamo airado, como un manotazo en la mesa: el ejército está hasta la madre de perseguir delincuentes y de que, al final, no pase nada.

Porque los delincuentes siguen ahí. Y ahora, con el nuevo sistema de justicia penal, pasan como por una puerta giratoria. Entran y salen para volver a lo mismo. Las estructuras criminales depuran mandos, se reestructuran, redefinen estrategias, se repliegan para reorganizarse y regresar con más fuerza, pero no mueren. El narcotráfico no amaina; la drogadicción y el dinero ilícito en las calles y en la economía, tampoco.

Mientras, las instituciones del país se degradan. El Ejército Mexicano también. Nos estamos desnaturalizando, dijo el general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa. Perseguir delincuentes nos desnaturaliza.

Podríamos poner ahora en un banquillo al Ejército. Lo hemos hecho siempre desde que fueron llevados a una guerra que los militares no pidieron y que, en términos estrictos, ni guerra es.

Pero lo primordial ahora es agarrar ese pájaro en su vuelo insólito, desconcertante. No es común que un Secretario de la Defensa se exprese así. Es un subordinado del Presidente de la República y no puede plantearse un “hasta aquí”, sin que ello conlleve un significado profundo.

Ya se sabía que había inconformidad en los altos mandos del Ejército ante el desgaste al que han sido expuestos. Pero ahora también se sabe que lo mismo ocurre en los mandos medios y en la tropa, no tanto por el peligro que representa, sino por los riesgos legales que implica actuar en los operativos contra la delincuencia organizada.

Y ese es el fondo del reclamo ese jueves. Los organismos de derechos humanos han hecho su trabajo, algunas veces muy bien y otras no tanto y eso ha contribuido a que ahora tengan que atenerse al escrutinio de la ley. Muy bien. El problema ahora es dónde quedan los militares, sin un marco legal que les permita actuar en labores para las que no fueron entrenados.

Si se trata de un procedimiento legal de rutina, como un parte informativo, —y no es una minucia—, que ahora se incorpora a un proceso y que es vital para las partes, los soldados no saben ni elaborarlo. Y es un documento que, por sus deficiencias hasta verbales, será, está siendo, oro molido para un abogado defensor.

Esa metáfora que utilizó el general Cienfuegos de la puerta giratoria por donde entran y salen los delincuentes con las nuevas reglas penales, se aplica perfectamente a lo que ocurrió en Culiacán luego de que cinco militares fueron asesinados por células de los Guzmán, hayan sido al mando de Aureliano Guzmán el Guano, o de los “menores”, como se les conoce a Iván y Alfredo Guzmán Salazar. Por lo menos media docena de sicarios o gente ligada de algún modo a esas células fueron detenidos, y la mayoría salieron libres “por falta de pruebas”. Y en algunos casos el juez los dejó en libertad porque el sostén de la parte acusadora, es decir, el Ejército o la Marina que fueron quienes los detuvieron, ni siquiera se presentaron a declarar contra ellos.

Otro asunto de fondo es el balance que el Secretario de la Defensa hace: después de diez años de “guerra”, el resultado no es positivo. Felipe Calderón optó por una salida inmediatista al incorporar al ejército a una confrontación sin pies ni cabeza con los cárteles de la droga, que al final resultó criminal. Se le advirtió —no sabemos si desde el seno las fuerzas armadas también—, en muchos análisis, que estaba llevando al Ejército a un punto de quiebre de su misión y naturaleza que podía ser muy costoso para la institución. Pero el presidente no escuchó. Enfundado en su casaca militar, al lado del general Guillermo Galván Galván, se fue como bestia de arado sin voltear a ver a nadie ni a nada, mientras las decenas de miles muertos y desaparecidos iban quedando en el surco.

“No pedimos estar ahí, no nos sentimos a gusto”, dijo el general. ¿Más claro, Presidente?

Bola y cadena

CLARO, UN TEMA QUE EL SECRETARIO de la Defensa nunca va a tocar y va a negar, es la gran corrupción que existe en las fuerzas armadas, especialmente en el Ejército. No es que sea un fruto de estos diez años. Corrupto el sistema, no podían escapar a este cáncer. Destacamentos militares completos han sido desmantelados por esta razón y en Sinaloa tuvimos un caso. Y han sido públicos los juicios contra generales por haber prestado servicios al narco. No es casual que, llegando Enrique Peña Nieto al poder, haya relegado al Ejército de muchas de las operaciones contra el narco. No solo porque estaba ya desgastado ante los mexicanos, sino porque eran muy evidentes las conexiones de muchos de sus generales y de mandos medios con los cárteles de la droga.

Sentido contrario

AHORA, LA PRINCIPAL RESPUESTA ANTE lo dicho por el general debe ser del propio Presidente de la República, jefe de nuestras fuerzas armadas. Y tiene que ser una respuesta puntual, clara, también sin insinuaciones ni extravíos. Hay una demanda clara del secretario de la Defensa. Dotarlos de un marco legal que les proteja o que los regresen a los cuarteles. La otra la tienen los diputados, no para extenderle al Ejército cartas de inmunidad y de impunidad, sino para regular su actuación si se le va a mantener en las calles.

Humo negro

SOBRE EL AUMENTO AL IMPUESTO sobre nómina que se acordó en el congreso el viernes hay dos sopas. Una es que Quirino Ordaz Coppel ya no está en campaña y ahora quiere gobernar y está tratando de tener recursos propios. La otra es que tenemos una clase empresarial llorona, a la que el gobierno le ha dado todo siempre y que no está acostumbrada a poner de su bolsa para el desarrollo. ¿Que esto va a afectar los salarios? No mamen ni den de topes. Ese es un argumento falaz: Con o sin impuestos, los salarios han sido siempre de hambre.