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Downtown Boys en concierto en marzo de 2015. / FARRAH SKEIKYMikel Izarra Montero/Diagonal

El queercore es un estilo que empezó a tomar forma hacia finales de la década de los 80 y que no se limita a un espacio geográfico localizado sino que más bien dibuja una red de contactos por todo el mundo.

Para entender qué es el queercore, es indispensable un acercamiento al término ‘queer’. Es muy comúnmente usado como un redil en el que entran las comunidades lesbiana, gay, bi y trans, aunque la mayoría de teorías coinciden en que usar el término como un paraguas es contraproducente en sí mismo. La falta de especificidad del término es motivo de confusión, pero hay que entender que lo queer toma significado precisamente de lo que “no es”, en relación opuesta a la norma.

Obviamente, la música y su asociación con escenas y subculturas no vive al margen y también ha operado como modalidad práctica de resistencia simbólica hacia las hegemonías culturales.

En la escena queercore no hay un canon definido: las bandas pueden estar integradas por queers, gays, lesbianas, transexuales, travestis o bien tratar esos temas sin tener integrantes que lo experimenten en sus carnes

Así, en los años 70 ya había bandas como New York Dolls, que con su forma de vestir y sus críticas e irónicas letras empezaban a poner en duda los cánones de género dominantes. Miembros de Buzzcocks como Pete Shelley o Gary Floyd de The Dicks nunca ocultaron su ambigüedad sexual, más bien al contrario.

The Dicks fueron, junto con la banda de hardcore y funk Big Boys y Jayne County and the Backstreet Boys, los primeros grupos de la escena estadounidense (muy masculina y machista) en “salir del armario” públicamente. Jayne County (antes Wayne), sería una de las primeras transgénero en liderar una banda.

Los primeros fanzines –sin duda verdaderos precursores del queercore– denominaban a la escena ‘homocore’. El fanzine J.D.s, editado por G.B. Jones y el a posteriori reconocido cineasta Bruce La Bruce fue el que, emergiendo del anarquismo, bautizó la escena en 1985 con el manifiesto Don’t be gay.

Después, el prefijo homo se cambio por queer, para reflejar mejor la diversidad de la escena y desligarse de la ortodoxia lesbo y gay. En esta primera generación, las bandas no son explícitamente queer, sino que se mueven heterogéneamente entre las letras anti heteronormativas y de temática gay.

Esto sucede mucho en la escena queercore, no hay un canon definido: las bandas pueden estar integradas por queers, gays, lesbianas, transexuales, travestis o bien tratar esos temas sin tener integrantes que lo experimenten en sus carnes.

Ver en el escenario a un chico gay ataviado con slip de cuero y gorra de policía gritando es sin duda saludable para la diversidad de la escena y para cuestionar conceptos. Martin Sorrondeguy, ese cantante, formó primero parte de Los Crudos –grupo de hardcore latino de Chicago– y montó en 1998 Limp Wrist, una de las bandas más representativas del queercore junto con Pansy Division.

A finales de los 90, los fanzines siguieron multiplicándose (BIMBOX, que renunció en su editorial a “todo el pasado uso positivo de los terminos gay o lesbiana”, Titclamps, Homocore…) y dos de ellos se convirtieron en sello: Chainsaw y Outpunk records.

Esto sucedió junto a la aparición de locales como Chicago Homocore (programado por Bruce La Bruce), el colectivo y centro para todas las edades, anarquista y queer DUMBA (versión feminizada de DUMBO: Down Under the Manhattan Bridge Overpass), que fue un nexo cultural entre la música y el cine experimental o festivales como QueerPanic en Seattle, Homo a Go-Go en Olympia o el festival itinerante (aún en activo) Queeruption.

También asistimos al nacimiento de bandas de todo tipo como God is my copilot desde Nueva York, Tribe 8 de San Francisco, el electro de Lesbians on Ecstasy, la cómica/drag Vaginal Davies o Gravy Train!!!.

Asimismo, en esta época se estrenaron varios documentales sobre el género como She’s real, worse than queer de Lucy Thane, Queercore: a Punk-u-mentary de Scott Treleaven o Step up and be vocal de Uta Busch y Sandra Ortmann, indispensables para comprender mejor la citada deslocalización de la escena.

Hoy hay cada vez más bandas y de mayor calidad. Además, los límites del estilo se vuelven difusos y las propuestas son más mestizas, diversas y originales.

El ejemplo más claro y mainstream podría ser la banda folk/punk Against Me!, encabezada por la trans Laura Jane Grace. Hay bandas clásicas como Future Crimes desde Carolina del Norte, Inverts desde Oakland o Anomaly (cantando en castellano desde Chicago) y algunas más vanguardistas dentro del estilo como RVIVR, con punk rock melódico desde Olympia, las brasileñas Anti-Corpos, que facturan un hardcore muy duro y crítico y GLOSS, un grupo que se ha ganado la reputación de banda del momento con tan sólo dos años y dos EP de carrera. Tras rechazar un contrato por 50.000 dólares con el sello Epitaph argumentando que querían mantener el proyecto autogestionado, han comunicado que se separan en beneficio de su salud física y mental y sus militancias locales.

También encontramos bandas más influenciadas por otros estilos como Priests, que tiran más hacia el post punk, Pwr Bttm, original dúo guitarra-batería, la banda de Filadelfia Sheer Mag, que factura una exquisita mezcla entre hard-rock setentero y DIY punk o las inetiquetables Downtown Boys, en sus propias palabras “fiesta punk bilingüe y política bailable con saxos”.

A este lado del charco los ejemplos no son menos numerosos y hay bandas tan originales como las punkies Skinny Girl Diet, las también londinenses Shopping, el original trío bateria/teclado/voz de Bristol Towel o una de las bandas más excitantes del momento, que acaban de grabar con el productor Steve Albini: Cocaine Piss, con su crust ruidoso made in Lieja.

Bandas en castellano tampoco faltan, como Renkore, desde Colombia o las argentinas Kumbia Queers, un veterano ejemplo de ello. Con diez años a sus espaldas, esta banda de cumbia punk no para de revolucionar la escena de América Latina.

En España hay bandas del estilo como Perra Vieja, Genderlexx, Meconio, Las Odio, las Sexpeares en el País Vasco… También bandas con estilos más mestizos como los bailongos Tremenda Jauría o las traperas Las Witch.