Días de gloria/Cuauhtémoc Villegas
La cara de admiración de una reportera joven compañera que estuvo en mi casa del Country cuando me preguntó si yo era el reportero que se disfrazó de estudiante de medicina para comprar un fémur en el panteón que se encuentra en las cumbres del cerro del Cuatro en Guadalajara.
La fiesta era en grande y uno de mis compañeros era mi vecino, vivía a una cuadras, en Jardines.
Todo empezó ese día entre el olor a muerte podrida del Semefo del gran criminólogo del Mario Rivas Souza, ese olor que se acumula el fin de semana inglés donde los muertos se juntan desde la tarde del viernes hasta el lunes por la mañana acumulando muerte y su putrefacción, como un reflejo del Estado y quienes quieren integrarlo.
Fueron los muerteros del doctor que me maltrató en una entrevista quien me contó que había venta de cadáveres y huesos para estudiantes de medicina en el panteón.
Se lo conté al jefe de información quien me dio un día para investigarlo. Un fotográfo incapaz de seguirme no pudo tomar las fotos cuando el muertero me entregó un fémur (Héctor Morquecho -QEPD-decía que yo tomaba las mejores fotos de los medios en Jalisco) y que El Occidental no tenía fotos como las de Margen de Cambio con mi archivo.
Cargué el fémur hasta el tren ligero y lo llevé a mi casa. Sentía horrible. Fue la primera vez que me cuide de la policía. Expuse el fémur en mi jardín no lo quería en mi casa. Lo llevé al Occidental y allí se me ocurrió decirle al fotógrafo compararlo con el mío. El reportero y luego director del Sol, edición vespertina dijo que el reportaje fue sobajado, que el texto merecía una página en primera del diario de nota roja. Empezaron a desaparecer mis notas del sistema. Los amantes de la mujer que estuvo en mi casa se peleaban por ella y por el puesto de reportero en El Occidental. El aún jefe de la policíaca me decía que luchará por mi puesto. No podía hacer nada, el panismo cumplía un año en la presidencia y había que hacer cambios en la OEM.