Estuvieron Malova y Gerardo Vargas en la cena con Quirino Ordaz y Manlio Fabio Beltrones.
La respuesta del gobernador fue una verdad a medias, que escondía una gran mentira. Al ser cuestionado si se había reunido con el dirigente nacional del PRI en casa de Quirino Ordaz Coppel, lo negó y dijo que sí se vio con Manlio Fabio Beltrones pero en el restaurante El Grill, del hotel Lucerna, la noche del viernes 29 de abril.
La verdad es que esa misma noche, pero antes, había estado con el mismo personaje en casa del candidato del PRI a la gubernatura, en una (otra) “mesa de distensión”.
Ese viernes el candidato del PRI regresaba de una gira por el norte de la entidad. Había estado en varios eventos, uno de ellos en San Miguel Zapotitlán, donde el propio candidato observó que había “demasiados camiones”.
La cita era a las ocho de la noche. Quirino Ordaz se había encargado de hablar personalmente a cada uno de ellos. Se trataba, trascendería después, de terminar la “operación cicatriz”, pues se percibían patadas por debajo de la mesa y, sobre todo, que muchos de los líderes priistas, cabezas de grupo, no estaban incorporados de lleno a la campaña del mazatleco.
Días antes se habían reunido en la ciudad de México el gobernador y su secretario general de Gobierno, Gerardo Vargas Landeros, con el dirigente nacional del PRI y de ahí había surgido la idea del encuentro. Manlio habló luego con Quirino Ordaz y a éste, que percibía ciertos desencuentros en su campaña, le pareció la gran oportunidad de salvar las diferencias.
“Sin resentimientos”
Fueron llegando uno por uno, casi todos acompañados de sus asistentes. De los primeros en aparecer fueron Óscar Lara Aréchiga, el alcalde Sergio Torres y Alfredo Villegas. Juan Millán fue puntual y llegó con Joel Hernández Niño, ex director de Gobierno en la administración de Jesús Aguilar y que ahora está incorporado a la campaña del PRI, propuesto por Millán. Casi al mismo tiempo llegó el senador Aarón Irízar López.
Más tarde arribaron a la casa de La Paloma, un nicho de nuevos ricos, Heriberto Galindo Quiñonez, la senadora Diva Hadamira Gastélum y Rosa Elena Millán, en compañía del delegado del PRI, Ramiro Hernández. Cumplieron con la cita el senador Daniel Amador y Antonio Castañeda, quien no había sido considerado pero que de última hora apareció ahí. Estuvieron presentes Rosa Isela Fuentes, esposa del candidato y Carlos Ortega, el asesor financiero y amigo de toda la vida de Quirino Ordaz.
El candidato llegó un poco retrasado de su gira por el norte y enseguida de él apareció Jesús Vizcarra.
Casi al final de la recepción llegaron juntos Mario López Valdez y Gerardo Vargas. Como cronometrados, enseguida de ellos entraron a la casa Manlio Fabio Beltrones, Manuel Añorbe, uno de sus hombres más cercanos, y Ricardo Masón, un poderoso hombre de negocios de Sonora.
En la recepción de inicio a fin, estuvo un personaje ligado a Francisco Labastida Ochoa: Martín Hernández, tal vez porque, además de eso, vive enfrente del candidato.
Los primeros minutos trascurrieron en saludos y comentarios diversos entre los grupos que se fueron haciendo. Malova y Vizcarra se saludaron con cordialidad, como si fueran viejos amigos. Luego se instalaron en una mesa cuatro por cuatro.
A la derecha de Quirino se sentó el gobernador y a su izquierda Manlio Fabio Beltrones. A un lado de éste, Ricardo Masón. En otra línea se ubicaron Juan Millán y Gerardo Vargas. Enfrente de Quirino y de López Valdez, se ubicó Jesús Vizcarra. Los asistentes de cada quien fueron separados.
Quirino Ordaz, como anfitrión, dio la bienvenida. Palabras breves y el agradecimiento de rigor. Pero no más. Dijo que le daba mucho gusto tenerlos a todos en casa, unidos, como buenos priistas, que eso le daba mucha confianza.
Después de eso se fueron a los platos, sin que algunos pudieran disimular la tensión. Degustaron ceviche y un preparado de filete mignon a cargo de cocineros del Cayenna, acompañados de cerveza, refrescos y Alión, un tinto de la Ribera del Duero.
En la entrada de la privada, como aves de rapiña, los informantes del Cisen y de la Dirección de Gobierno, registrando todos los movimientos.
Al final de la cena, cuando ya se empezaban a retirar los platos, el gobernador tomó la palabra. Dijo que le daba mucho gusto la convergencia, esa noche, de los líderes políticos de Sinaloa. Hizo un somero recuento de su gobierno (como enésima despedida) y llamó a la unidad de los presentes para continuar con el desarrollo armónico de la entidad. Se dijo satisfecho con ese “reencuentro” de los principales actores políticos de Sinaloa. Luego se desvivió en halagos para Juan Millán, que permaneció callado y a la expectativa, como chino tenebroso. Y terminó con un mensaje directo a Jesús Vizcarra. Le dijo que no guardaba ningún rencor, ni resentimiento —como si él hubiese sido el agraviado— y le extendió la mano. Se acercó a su lugar y se dieron un abrazo.
El hecho levantó un espontáneo aplauso de todos, el único de esa noche.
Después de esto habló Vizcarra y le respondió que casi un día después de la elección le había dado la vuelta a la página y que estaba dispuesto a seguir trabajando por el bien de Sinaloa; que ahora “estamos” en las manos de Quirino Ordaz y que había que “unirnos” no solo de palabra sino en los hechos.
Luego se hizo de la voz el dirigente nacional del PRI, también breve. Entró diciendo que en días pasados se había reunido en la Ciudad de México con Malova y Gerardo Vargas y que a partir de eso se pensó en esa reunión. Los llamó a “apretar el paso”, a dar “el extra”, para asegurar el triunfo de la elección.
Los motivos de la cena
Manlio Fabio Beltrones no reveló durante la cena el contenido de la plática que tuvo en la ciudad de México con el gobernador y el secretario general de Gobierno, pero las inquietudes, de ellos y de otros de los aspirantes que se quedaron en el camino, todos las conocían. Gerardo Vargas se quejaba de que el candidato no se acercaba mucho a él, pese a que había sido uno de los más fuertes contendientes. Sabía que había compromisos con el gobernador pero reclamaba que se hicieran compromisos directamente con él.
Igual Aarón Irízar, reclamaba que él tenía que realizar eventos solo porque nadie de la campaña lo buscaba. Aarón Rivas, candidato a diputado local por el distrito 13, compartía las diferencias, además de que a él se le criticaba que estuviera apoyando al candidato de la alianza PAN-PRD, por la gubernatura de Durango, José Rosas Aispuro, los dos de Tamazula.
Pero había más inquietudes que otros compartían: cierta desorganización en la campaña, mandos no claramente definidos —ni siquiera el de la coordinación general—, la desatención a los grupos del partido, la falta de un trabajo efectivo en redes sociales, críticas al área de finanzas porque no estaba claro quién se encargaría de la recaudación de fondos y hasta a la de prensa, porque no se sabía realmente quién coordinaba ahí, si Alberto Camacho o Francisco Chiquete.
Las fuentes de Ríodoce niegan que el motivo de la reunión esté ligado a focos amarillos o rojos. Simplemente, se dijo, es que la operación cicatriz no se había culminado y prevalecían aún ciertos desencuentros.
Lo cierto es que a partir de la visita del dirigente nacional del PRI, una parvada de operadores —la mayoría de Sonora— llegaron a Sinaloa para integrarse a la campaña de Quirino.
Las copas en El Grill
Una segunda reunión tuvo lugar esa noche, ésta en el restaurante El Grill, del hotel Lucerna. Fue de copas y estuvieron solo dos personas: Mario López Valdez y Manlio Fabio Beltrones.
La escondida la propuso el gobernador. Quería hablar con él a solas. Le expresó sus preocupaciones sobre la campaña y le dijo que él estaba cooperando pero que veía mucha desorganización. Si se pierde la elección, le dijo, no va a ser culpa mía, yo estoy haciendo lo que me toca.
Y algo con lo que Manlio se quedó: “No quiero, por ningún motivo, andar como Padrés”.
Malova se refería a Guillermo Padrés, ex gobernador panista de Sonora, perseguido por la fiscalía anticorrupción desde que dejó el poder.