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Río Doce.- El primer debate entre los ocho aspirantes a la gubernatura no resultó tan aburrido, se armó un buen formato y eso permitió que los candidatos expusieran sus propuestas (muy escasas, por cierto), las confrontaran con las de sus contrincantes, atacaran a quien quisieran y se defendieran si así los consideraban pertinente. Buen ejercicio conducido por Andrés Villarreal, jefe de información de Ríodoce.

Pero no se convirtió en un parteaguas de las campañas, como algunos pensamos que podía ocurrir, debido a que éstas han sido particularmente pueriles y aburridas. No hubo propuestas de fondo que pudieran ser punto de partida para polemizar y ser llevadas a la ciudadanía para su análisis; tampoco un ataque terminal contra alguno de los contendientes, que lo hiciera descarrilar, ni un candidato que, por su estrategia, sus propuestas o su forma de debatir, emergiera como el gran ganador del evento, potenciando sus posibilidades. El debate fue, en sí, intrascendente.

Sin embargo, hay algo significativo de ese encuentro que hay que rescatar: la ausencia del narcotráfico como tema. En dos horas de intercambio verbal, la palabra narcotráfico no fue mencionada una sola vez por nadie. Y esto tiene que llamar la atención porque somos la cuna de ese fenómeno. Pero por muchas razones más. Los grandes líderes del narcotráfico en México son sinaloenses. El cártel de la droga más importante de México es el de Sinaloa y una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo. No lo es todo. El narcotráfico define, en Sinaloa y en muchos estados de la república, políticas públicas, derroteros, inversiones, a través de las secretarías, de los cabildos, del propio Congreso del Estado, donde siempre tiene sus representantes de facto.

Uno de los problemas más graves de Sinaloa, desde hace décadas, es el de la violencia que, en lo que va de este sexenio, ha generado 7 mil asesinatos. Pues resulta que el narcotráfico y todo su entorno es el causante principal de esta violencia. Sin embargo, este origen no fue mencionado en el debate y por tanto tampoco cómo atacarlo.

El hecho de que el tráfico de drogas sea un delito federal no significa que los estados no puedan proponerse políticas para combatirlo. El narcotráfico tiene que ver con el asesinato de mujeres, con la drogadicción, el lavado de dinero, la extorsión, el secuestro, el robo de vehículos, la narcopolítica y la corrupción, problemas colosales en Sinaloa que todos los días agravian vidas, patrimonios, instituciones, hábitos, y que tampoco fueron expuestos como tales en el debate.

Puede ser que los candidatos no lo hayan hecho por miedo, otros por consigna y alguno de ellos hasta por complicidad, porque vienen del mismo sistema que ha cobijado al fenómeno durante décadas, pero el tema era indispensable. No hay que olvidar, además, que el dinero del narco gravita desde hace lustros en los procesos electorales y había, por lo menos, que advertirlo. Las políticas de seguridad del actual gobierno, encabezado por Mario López Valdez, fueron definidas precisamente basadas en los intereses de uno de los cárteles de la droga dominantes en Sinaloa. Por ello regresaron a las corporaciones hombres como Jesús Antonio Aguilar Íñigez, Martiniano Vizcarra y otros, que en otro tiempo fueron prófugos de la justicia federal. ¿Por qué casi el cien por ciento de las ejecuciones no se aclara y ni se investiga siquiera? Por la misma razón.

No se trata de que los ocho candidatos desarrollen una conferencia magistral sobre el narcotráfico, sino que lo ubiquen con una de las fuentes principales de la criminalidad en Sinaloa y que digan qué piensan hacer al respecto.

Así, pues, el narcotráfico puede ser el gran ganador del debate.