Río Doce.- Adolfo de Jesús López Esparza y César Alberto Iriarte Cota tenían seis meses conviviendo juntos, en la casa del fraccionamiento San Fernando, que el segundo rentaba. Además de vivir juntos, los dos muchachos tenían otra conexión: eran trabajadores de intendencia eventuales en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS); Adolfo, interino en la clínica 37, y César suplente en la clínica 49 de especialidades. El sábado 28 de febrero, alrededor de las 19:00 horas, ambos desaparecieron sin dejar rastro.
Un fragmento de la investigación policial señala que la casa tenía destrozos y desorden, como si alguien la hubiese volteado de cabeza en busca de algo. Sólo faltaba una computadora portátil y una hornilla eléctrica. La guayína que César utilizaba para irse a su trabajo y retornar a la vivienda quedó estacionada en el acceso al inmueble.
Testigos observaron una camioneta negra, cerrada, que ocasionalmente se estacionaba en la misma vivienda, como vehículo sospechoso, pero no aportaron bases sólidas para que la policía la pudiera identificar.
La ausencia de Adolfo de Jesús y César Alberto no fueron las únicas, pues antes, pero el mismo día, Luis Alfonso Martínez Gálvez había también desaparecido en su casa, en el fraccionamiento Campestre. Él también es un trabajador de intendencia en el Seguro Social, y tenía como un mes de frecuentar a los otros dos muchachos.
José Alberto Iriarte y Blanca Cecilia Cota Guillén, padres de los muchachos desaparecidos, afirmaron que éstos son buenos, de conducta intachable, responsables en su trabajo y no tenían una vida ostentosa, por lo que su ausencia forzada la consideraron un error.
Pidieron la asistencia de la comunidad para encontrarlos, y dijeron confiar en las autoridades que iniciaron la investigación.
Los datos que se aporten para la localización de sus hijos serán confidenciales y reservados, sin darse a conocer a la opinión pública.
La sospecha
A Luis Alfonso Martínez Gálvez se le encontró antecedentes policiales por una detención ocurrida el 3 de agosto del 2014, en tanto Adolfo de Jesús López Esparza y César Alberto Iriarte Cota no tienen antecedentes penales y fueron considerados limpios de reproche.
Entonces, el intendente había sido interceptado por policías preventivos en Código Agrario y Circunvalación, en la Colonia Tepeca, conduciendo un sedán Chevrolet, línea Cruzier, color negro, modelo 2010, con placas VNL 6085 del Estado de Sinaloa.
Los registros arrojaron que las placas pertenecían a un Volkswagen línea Jetta, modelo 2000, que fue robado el 11 de abril de ese año del interior de la cochera de una casa ubicada en la calle Álamo del Infonavit Macapule, en tanto que el Cruzier fue robado el 16 de julio, estacionado en la calle Heriberto Valdez, entre las Ángel Flores y Vicente Guerrero, en la colonia Fátima.
Luis Alfonso aceptó que la unidad que conducía la había cambiado por otra unidad y que sabía que era robado. A cambio de su libertad, ofreció regalarles el carro a los policías y a pagarles siete mil pesos, que habría de retirar de un cajero automático. Los policías no aceptaron.
Junto con Luis Alfonso, en esa ocasión fueron detenidos Irving Oswaldo Zavala Muñoz y Ricardo Zamorano Soto, que de acuerdo con el reporte consultado, también sabían que la unidad era robada.
Búsqueda policial
Gerardo Amarillas Gastélum, coordinador de la Policía Ministerial del Estado y director de la Policía Municipal en Ahome, afirmó que las investigaciones para dar con el paradero de los trabajadores del Seguro Social desaparecidos van avanzando.
Dijo tener algunas hipótesis del caso, pero se negó a comentarlas. “Estamos en vías de confirmación, y en tanto no se tenga evidencia firme no se darán a conocer”.
Afirmó que solamente se confirma que dos familias buscan a dos de los desaparecidos, pero la tercera no ha dado ninguna clase de aviso, lo que genera sospechas.
Además, la casa de donde fueron privados de la libertad los dos amigos fue registrada en su totalidad y desordenada.
Por separado, el Subprocurador Regional de Justicia, Evaristo Castro Borbolla, confirmó que las familias de los muchachos desaparecidos interpusieron denuncia en la agencia especializada, y por ello se ha iniciado la búsqueda.
Siguen imparables los levantones
A 10 kilómetros de esta ciudad, poco menos de medio centenar de mujeres y sus hijos marchan y lloran a sus hombres, que están ausentes del hogar, algunos desde hace meses y otros en fechas recientes.
Son esposas, madres, hermanas, hijos e hijas de los varones ausentes. Llevan en sus manos veladoras y cirios blancos, y hojas de papel doble carta en la que imprimieron la fotografía del ausente y su nombre. También escribieron una fecha, que corresponde a cuando fueron vistos con vida por última vez. Es el mismo día en que ellas comenzaron su peregrinar para localizarlos, sin saber a qué se enfrentaban: el desinterés de la autoridad estatal por la vida de estos hasta ahora desconocidos sujetos.
Explican que la cera encendida es para guiar a sus hombres hacia la luz que los busca, para iluminarles el camino de retorno a casa.
Solas se convocaron para marchar ese sábado desde la entrada principal de la sindicatura de Mochicahui, en el municipio de El Fuerte, hasta el exterior de la iglesia tradicional, en el escenario de un teatro indígena a la intemperie. Era una travesía de medio kilómetro. Lo recorrieron en silencio, con lágrimas que no cesaban.
Fueron vistas como extrañas por los lugareños. Fueron ignoradas por la autoridad, incluso las de vialidad, que prefirieron cazar automovilistas desprevenidos que abanderar o proteger la manifestación ciudadana. Tampoco autoridad municipal o estatal asistió el cierre de la marcha.
Ya en el escenario, rezan “padre nuestro que estas en los cielos, santificado…” Y oran: piden a Dios que se los regrese; que ablande el corazón de aquellos hombres que se llevaron a sus hombres; y que los haga recapacitar para que revelen el lugar en donde los dejaron. Al creador también le piden justicia, justicia divina para los hombres que atacan a hombres de bien, pues la ley de los funcionarios de Sinaloa ya la han evadido.
Todas se han arremolinado en el escenario, y entre sollozos protestan contra las instituciones de Sinaloa, que les ha ofrecido apoyo, pero que en realidad es una farsa, una mentira gubernamental para aplacar la molestia social por tantos meses de impunidad, lo que las obligó a levantar la voz.
Acuerdan que no recurrirán a partidos políticos ni a asociaciones religiosas, sino solamente a las madres, esposas, hijas e hijos de los desaparecidos y a aquellos familiares que los acompañen en la búsqueda, localización o exhumación de los ausentes.
La última broma de los funcionarios, explica Myrna Nereida Medina Quiñónez, vocera del grupo Desaparecidos de El Fuerte, y quien busca a su hijo Roberto Corrales Medina El Chacharitas, fue que los perros rastreadores de personas se estaban aclimatando en Culiacán. “¿Les creemos? ¡Claro que no!, ¿Que es una burla? ¡Claro que sí!”, dijo.
La autoridad, aunque ofrece apoyo y parece que lo da, en realidad niega que las desapariciones de personas continúen.
“Ni siquiera los buscan. Eso lo hacemos nosotras, con nuestros propios medios, con los avisos que particulares nos hacen. Así encontramos varios cuerpos, y aunque nosotros los localizamos y tenemos la certeza de quienes son, tampoco nos los entregan para sepultarlos”.
Y dio cifras: hasta diciembre del 2014, la asociación tenía registrados los expedientes de 39 desaparecidos, y en febrero del 2015 la cifra aumentó a 45, es decir, seis casos más en poco menos de 58 días, uno casi cada 10 días. “En realidad las desapariciones no cesan, sino que aumentan. Ya no se dan con tanta demostración de fuerza, pero siguen ocurriendo”.
Aseguró que lo peor del fenómeno de desapariciones es que aún hay casos en la penumbra, pues las familias no los han denunciado, quizá por temor a represalias de los autores o porque no confían en la autoridad y prefieren olvidar a esas personas ausentes.
Y luego, y antes de quebrarse, lanzó su reto personal: “con todas las bromas, con todos los desprecios de la autoridad, yo voy a seguir buscando a mi hijo, con sus perros o sin ellos, yo voy a seguir en mi lucha. Porque se llevaron a un ser humano, a mi hijo”.
La profesora Rosa Elia Vázquez, cuyo hijo, Román Soto Vázquez, desapareció en medio de una persecución de la policía de Ahome y por cuyo caso tres agentes preventivos se encuentran procesados, sentenció que tampoco dejará de buscar a su muchacho ni se cansará de exigir justicia, pues arrancaron del seno familiar a un buen hijo, a un deportista profesional.
Josefina Couret de Saracho, dirigenta de la Asociación Defensora de los Derechos Humanos y de Personas Desvalidas, se sumó a la protesta ciudadana y sostuvo que no hay peor lucha que la que se olvida y la que es vencida por la ignorancia de las autoridades. Y por ello las llamó a ratificar su compromiso, intensificando la búsqueda de aquellos muchachos que ya no están con sus esposas ni con sus hijos.
Otras madres de familias, con voz apenas audible, ahogadas por la tristeza y el llanto, oraron y pidieron que les regresen a sus desaparecidos.
Todas coincidieron que saben que ellos ya no están con vida, pero se requieren los despojos para darles sepultura y dar por concluido el trance tan largo que cambió su vidas para siempre.
En la marcha y manifestación ciudadana participaron niños. Estos no realizaron reclamos, pero al igual que sus madres, también lloraron por sus padres o familiares ausentes.
La marcha, de acuerdo con Medina Quiñónez, fue simultánea en El Fuerte, Guasave, Culiacán, Témoris, Chihuahua, Zacatecas, Baja California, Sonora, y los países de Argentina y Colombia.