De ser la más buscada por la DEA y el FBI, y de enfrentar cargos criminales por tráfico de droga, lavado de dinero y delincuencia organizada, Sandra Ávila Beltrán, la Reina del Pacífico, fue liberada el pasado 7 de febrero de una cárcel de máxima seguridad en Tepic Nayarit, y exonerada de acusaciones que enfrentaba tanto en México como en Estados Unidos.
Ya antes había librado la justicia estadunidense, cuando el 20 de agosto de 2013, el magistrado Michael Moore, del Distrito Sur de Florida, dijo que los cargos que la señalaban como responsable de introducir al menos nueve toneladas de cocaína a Estados Unidos, no procedían, e inmediatamente ordenó su liberación. Horas después la Reina del Pacífico fue repatriada a México.
Tras ser recibida en Ciudad Juárez por agentes de la PGR, Ávila Beltrán fue llevada a la ciudad de México en un vuelo privado, y recluida en una prisión de máxima seguridad, en Tepic Nayarit, de donde salió libre el sábado 7 de febrero.
Según los abogados de Ávila Beltrán, ésta no podía ser juzgada por el mismo delito, como ya había ocurrido antes de ser extraditada a Estados Unidos, el 10 de agosto de 2012.
Un año con el Tío Sam
Un año y diez días fue la estadía de Ávila Beltrán en el Federal Detention Center (FDC), de Miami Florida, donde enfrentó cargos por tráfico de drogas desde su extradición, hasta su repatriación, el 20 de agosto de 2013
Pero tras ser presentada ante el Juez Moore, y declararse culpable de los cargos por tráfico de drogas, todo parecía ir en contra de Ávila Beltrán, hasta que el 23 de abril de 2013, sus abogados Steve Ralls y Howard Schumacher presentaron un documento ante la corte en donde la acusada aceptaba culpabilidad de haber financiado a su ex novio, el otrora capo colombiano, Juan Diego Espinoza Ramírez, para que éste se ocultara de las autoridades estadounidenses.
Entonces, como por arte de magia, desaparecieron el resto de los cargos por los que el gobierno estadunidense la había extraditado, que eran posesión de droga y conspiración para introducir cocaína.
Y fue así como, en esa audiencia del 23 de abril, a los fiscales estadunidenses se les olvidó el resto de las acusaciones que se señalan en el expediente 01:04-CR-20154-KMM, del Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ), fechado el 31 de agosto del 2006, al cual Ríodoce tuvo acceso.
Así, los fiscales Marcos Daniel Jiménez, y Joseph Cooley, que en algún momento amenazaron con ponerla tras las rejas “de por vida”, optaron por callar. También cayó el juez Moore, quien sólo se limitó a fijar la fecha para emitir sentencia, programada para el 25 de julio de ese año, pero pospuesta para el 19 de agosto siguiente, cuando se ordenó su liberación.
El paraíso mexicano
Cuando Ávila Beltrán fue llevada a la frontera con México, se dice que les pidió un favor a los agentes del ICE que la resguardaban: les pidió lápiz labial, y un estuche de maquillaje “para no regresar tan demacrada a territorio mexicano”.
Los agentes, en un momento de debilidad, o compasión, o acaso humanidad, fueron a una tienda de Waltmart, que hay en El Paso Texas, y a los 20 minutos regresaron con el encargo de la Reina.
La llevaron a la ciudad de México, maquillada y consentida, y al ser presentada ante un juez federal, éste ordenó que la internaran en el Centro Federal de Readaptación Social número 4, en Tepic Nayarit.
Pero el sistema judicial mexicano puede ser un paraíso, y los fiscales mexicanos lograron que un juez federal la sentenciara a cinco años por lavado de dinero, además de mil días de salario mínimo de multa.
Sin embargo, la defensa de Ávila Beltrán no tardó en tumbar los argumentos de la PGR, que entonces no se dio cuenta —o se hizo pato— que a la Reina del Pacífico ya había sido sentenciada por el mismo delito, uno en Estados Unidos, y dos veces en México, lo cual no es permitido por las leyes penales mexicanas.
Fue entonces que una magistrada de un tribunal federal en Jalisco ordenó que Ávila Beltrán fuera liberada de inmediato.
La condena de cinco años que enfrentaba Ávila Beltrán desde septiembre de 2014 por lavar dinero del narcotráfico, fue eliminada.
La PGR entonces no pudo hacer nada y Sandra Ávila obtuvo su libertad.
Leyendas de una Reina
La Reina del Pacífico, cuyo apodo nació de un narcocorrido que fue escrito en su honor, había sido detenida en septiembre de 2007 en el sur de la ciudad de México, junto a su pareja, Juan Diego Espinosa, alias el Tigre, quien era enlace entre el mexicano cartel de Sinaloa y el colombiano del Norte del Valle.
Al momento de la detención, ambos tomaban café en un Starbucks, cerca del centro comercial conocido como Perisur.
También se cree que el escritor español, Arturo Pérez Reverte, basó el personaje de su novela La Reina del Sur en Sandra Ávila, según expusieron escritores sinaloenses que solicitaron que no se revelaran sus identidades.
Sandra Ávila y Pérez Reverte habrían tenido varios encuentros, la mayor parte de ellos en casa de la Reina del Pacífico.
“Vestía muy bien, muy guapa ella y con pura ropa de marca (de diseñadores famosos), realmente parecía una reina” dijo una fuente quien pidió no ser identificada.
Sobrina de Miguel Ángel Félix Gallardo y prima política de Rafael Caro Quintero, Sandra Ávila, hasta antes de admitir su culpabilidad, siempre dijo dedicarse al comercio y a labores del hogar.