Un minuto y unos cuantos pasos ocuparon los sicarios para acabar con la vida del dirigente
Nelda Ortega/ Mazatlán
“Así es mi tierra”, era el nombre del programa que paradójicamente conducía Atilano Román Tirado el sábado 11 de octubre cuando fue asesinado en territorio sinaloense, donde los delitos de alto impacto se vuelven parte de la cotidianidad.
Así es Sinaloa, una tierra donde los delitos cometidos en contra de activistas sociales no dan mérito a la procuración de justicia, esa que se alardea en el discurso oficial, pero que se torna estéril ante una sociedad que ve cómo uno a uno van cayendo esos que mueven conciencias e incomodan al Gobierno.
Las últimas frases del programa fueron alegres. Atilano Román, acompañado por siete personas más, entre ellas su esposa y dos hijos, giraron en torno a la quema del Mal Humor, tradición carnavalera que cada año despierta el morbo entre los mazatlecos, por saber a qué personaje público quemarán por sus malas acciones.
Las risas brotaron al aire. Literalmente los radioescuchas dieron fe de las anécdotas, las bromas y las detonaciones que mataron al comunero.
La piel se eriza cada vez que en youtube.com se reproducen los últimos segundos del programa y la interrupción.
“No, no, no, no, no… lo mató, lo mató…”, se escucha de la voz de una mujer, y la radio enmudeció.
A 20 días…
Faltaban 20 días para que terminara el contrato que firmó con la radioemisora ABC Radio para transmitir su programa de 10:00 a 11:30 horas los sábados.
Pero la cuenta regresiva se redujo al minuto 36, cuando Atilano Román fue interrumpido por los dos impactos de bala que recibió.
Dos sujetos llegaron la mañana del sábado 11 de octubre a las oficinas de El Sol de Mazatlán, según relata el director Sergio Ontiveros Salas, se ignora la calle y en qué sentido circulaban.
Lo cierto es que del filo de la avenida Miguel Alemán a la primera puerta de cristal sólo tuvieron que dar 14 pasos y plantarse frente a la recepcionista para preguntar si se encontraba.
Tres segundos, siete pasos más y ya estaban frente al módulo preguntando por Atilano Román.
“Sí está”, fue la respuesta.
Al enfilarse por el pasillo rumbo a la cabina, la recepcionista escuchó cómo de manera intempestiva empujaron la puerta. Sujetada del brazo fue usada como guía por los asesinos para llegar hasta su objetivo.
Ya con las armas cortas empuñadas atravesaron el pasillo y un pilar con un papel y flecha señalando la ubicación de las cabinas de radio, donde además hay sillones y la ausencia de seguridad que impidiera llegar a la siguiente puerta.
“¿Está Atilano Román?”, cuestionó de nuevo y cortó cartucho al asomarse a la cabina, encontrarse de frente con su víctima y accionar el arma.
Fueron dos disparos, uno de ellos rozó la mesa en dirección del líder comunero, pero fue el que salió por su sien y puso fin a su existencia.
El instinto de sobrevivencia hizo que el operador del máster se arrojara al piso y tumbara el aparato transmisor, desconectándose inmediatamente del aire.
La mujer que había sido usada como guía también estaba tirada en el piso, sometida por uno de los sujetos armados, mientras el otro limpiamente dirigió la agresión sólo sobre Atilano Román, ante la mirada atónita de su esposa e hija de nueve años. Su hijo, también menor de edad, acababa de cruzar la avenida para comprar algo de comer. Ellos tres habían permanecido afuera de la cabina, a un lado del hombre que operaba los controles.
Las detonaciones provocaron que de la cabina contigua saliera otro locutor para poner orden y dejaran de detonar, lo que hasta ese momento él creía, eran fuegos artificiales.
Al toparse de frente con el sicario, recibió la orden de regresar a su lugar. El nerviosismo lo hizo tropezar ya dentro de su cabina y ser castigado a cachazos en el tobillo izquierdo por el sujeto que permaneció unos segundos amenazándolo con el arma.
“No me mates, no me mates”, fue la súplica del locutor vecino.
El ataque dirigido al líder de los desplazados provocó caos, llanto y el miedo de ir tras los agresores, aunque testimonios recabados por las autoridades apuntan que huyeron en un vehículo y uno de ellos está identificado.
Sobre la alfombra impregnada de sangre quedaron tres balas sin accionar, lo que hace pensar a la gente cercana al hecho, que el arma se le trabó al asesino, pero no impidió que cometiera el crimen.
Terminadas las diligencias de rigor, Sergio Ontiveros solicitó a las autoridades la autorización para que la alfombra fuera retirada y la obtuvo, después de 48 horas.
El resto del sábado y domingo la programación fue automática, la radio no transmitió programas en vivo.
A partir de las seis horas del lunes 13 de octubre, la estación reanudó las transmisiones en vivo.
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Alrededor de un minuto bastó para poner fin a la vida del hombre que no le tembló la voz para señalar al ex gobernador Jesús Aguilar Padilla y al actual mandatario Mario López Valdez, de violar los acuerdos e incumplir con las promesas ofrecidas para las familias que se vieron obligadas a abandonar su comunidad para dar paso a la creación de una infraestructura hidráulica.
Hasta el cierre de esta edición la programación tentativa que se transmitiría en el espacio del líder social era la música.
Las redes sociales publican la última foto familiar, el audio que filtraron con los últimos segundos de su voz, la trascendencia del suceso inédito a niveles nacionales e internacionales.
A Atilano Román lo mataron un sábado, el día que tenía la libertad de hablar a través de “Así es mi tierra”, título que de pronto se ve como una temible consigna con sabor a resignación… e impunidad.