La casa verde/días de sangre/Cuauhtémoc Villegas Durán.
Todos en el pueblo sabían que la casa verde era de los zetas. Hacía tiempo que se habían instalado en todo el estado y todos los pobladores habían sido obligados asistir a la fiesta que les organizó el Zeta 40 en uno de los ranchos junto al río, bajo los nogales y los sabinos inmensos. Por eso todos lo conocían bien.
Hoy sólo se escuchaba el traquetear de cientos de ametralladoras del ejército que disparaban contra la casa verde y la explosión de granadas y basucas que arrancaban las paredes de las casas contiguas, donde se alojan los sicarios que defiendieron la huida del Z40. Alcanzó a llegar al Monte Alto sí, allí en la Sierra Fría, con sus hombres cercanos y a pie, bajó hasta Huanusco donde durmió en las casa abandonadas del río Juchipila y en la casa que se mandó hacer en la media luna de la falda del cerro de los Ratones. Pero esa es otra historia.
El caso es que a Toño, el que se encargaba de halconear desde la gasolinera donde se despachaba la gasolina estaba en la casa. Yo vi como le metían los soldados el rifle por el ano desnudo para elevarlo en su peso mientras le preguntaban si era halcón y cuando Toño le dijo que si a el soldado del rifle en el ano, éste le gritó:
– ¡Pues vuela hijo de la chingada!.- y desde el segundo piso lo lanzó a la cochera donde un teniente le dio el tiro de gracia.
Toño ya se había rendido, tenía sólo 16 años y a todos los que quedaron vivos del combate, les hicieron lo mismo: los torturaron por la información y después los ejecutaron. Por eso la balacera duró 2 días. Matar hombres es tardado.
Los sorchos eran de Aguascalientes, de la catorceava zona, porque los regimientos de Jalpa y de Guadalupe servían al Z-40. Todo fue fue en venganza por los 17 militares muertos en la emboscada en el camino a el rancho Corral de Piedra, en la carretera a Tlaltenango, en la mera serranía, en el corazón de la sierra Madre Occidental. Dicen, que un tal general Bahena se encabronó y mandó vengar a los guachos y vaya que lo logró.
Nos mataron a 73 viejones y 3 morras. Yo nomás vi como nos los masacraban, más de la mitad se habían rendido, pero de todos modos los mataron. Ese día los soldados nos inmovilizaron a todos los policías para que no les ayudáramos a los zetas y ganas que teníamos de entrarle, nomás de ver como mataban a nuestros amigos, hermanos, primos, tíos… cuando pudo entrar el periódico al pueblo decía que sólo hubo 8 muertos de los zetas y ningún sorcho caído… no es cierto, nosotros primero les chingamos a 17 putos…