México, cielito lindo
23-06-2014 22:02
ADN/Vavel.- El césped del Arena Pernambuco, en Recife, era sede y testigo del partido decisivo entre croatas y mexicanos. A las diez de la noche de un lunes daba comienzo la ruleta rusa, porque la combinación para pasar ambos de la mano se antojaba difícil, como confirmó Brasil. Antes de las doce, desde Ciudad México a Juárez, desde Tijuana a Guadalajara, se festejaba con pasión el pase a octavos.
Sergio Vicente Z.
SERGIO VICENTE Z.
México, cielito lindoFoto: FIFA.com
Croacia
1 3
México
CROACIA: PLETIKOSA; SRNA, LOVREN, CORLUKA, VRSALJKO (KOVACIC, MIN. 57); MODRIC, PRANJIC (JELAVIC, MIN. 73), RAKITIC, OLIC (REBIC, MIN. 69), PERISIC; MANDZUKIC.
MÉXICO: OCHOA; MÁRQUEZ, MORENO, MAZA, AGUILAR, LAYÚN; HERRERA, VÁZQUEZ, GUARDADO (FABIÁN, MIN. 84); GIOVANI (CHICHARITO, MIN. 62), PERALTA (PEÑA, MIN. 78).
MARCADOR: 0-1 MÁRQUEZ (MIN. 71); 0-2 GUARDADO (MIN. 74); 0-3 CHICHARITO (MIN. 82); 1-3 PERISIC (MIN. 86).
ÁRBITRO: RAVSHAN IRMATOV (UZBEKISTÁN). AMONESTÓ A RAKITIC (MIN. 8), MÁRQUEZ (MIN. 38), VÁZQUEZ (MIN. 65). EXPULSÓ A REBIC (MIN. 88).
INCIDENCIAS: PARTIDO PERTENECIENTE AL GRUPO A, CORRESPONDIENTE A LA TERCERA JORNADA DE LA FASE DE GRUPOS DEL MUNDIAL 2014.
En Croacia escocía la sal mexicana en la herida del 2002. Eliminados en fase de grupos, buscaban revancha. Niko Kovac alineaba a Pranjic en el centro del campo, con el fin de liberar a Rakitic y Modric de tareas defensivas ante los móviles interiores contrarios. Con las dos mentes privilegiadas escoltadas, las alas Olic y Perisic podrían batir vuelo sin olvidar sus nidos, custodiados por Srna y un Vrsaljko que se abrió la titularidad cerrando a Brasil. Las piezas del ajedrez daban el cetro de rey a un Mandzukic que demostró su importancia frente a los cameruneses, siendo el eje del ataque croata.
El Piojo Herrera no tenía dudas sobre su once. Se lo sabe de memoria. El imbatible Ochoa ante Brasil, la defensa de tres con carrileros largos, Vázquez sujetando y Guardado con Herrera convirtiéndose en líquido para forzar a los extremos croatas a ser solidarios con sus laterales. Giovani con su movilidad y Peralta percutiendo definían el equipo de México. Los chicos del Piojo.
Espadas arriba
El balón rodó, pero le costó fluir. Ambos conjuntos imponían ritmo, mas no precisión, sin duda a causa de la presión que ambos se ejercían mutuamente. Rakitic asumió la batuta croata y bajó a recibir entre los centrales. La última melena rubia que apostó por ese juego se apellidaba Cruyff y corrían los años setenta. A pesar de que ese espejo era demasiado lujoso, Croacia abrió las hostilidades. Desde las bandas, ya fuera a balón parado o corrido, llovían esféricos al área azteca.
Los centroamericanos no se quedaron de brazos cruzados. Márquez, que ha encontrado el elixir de la eterna juventud, era omnipresente en México, tanto ofensiva como defensivamente. Facilitaba la salida y en una de esas jugadas frenéticas, Giovani de tacón y por radar, cedió a Herrera que disparó a la escuadra, catando madera. Temblaron los cimientos de Chichén Itzá e hirvió la sangre antigua. Herrera emprendió una cadena de favores, prestando un gol cantado a Peralta, quien resbaló de pura ambición. Croacia suspiró de alivio, pero el Tri, copiando la simetría de la zamarra rival, estaba plantado con perfecto orden, dividido en zonas de presión muy efectivas.
La tensión de la cuerda
Cortocircuito balcánico, porque la toma de tierra de Rakitic colapsó, rápidamente obstaculizada desde el estratégico banquillo mexicano. Su ataque confiaba en el azar, en la ilusión. Un intento lejano de Pranjic con más fe que peligro o un remate descoordinado de Perisic fueron sus cartas en la primera media hora. Sin embargo, sirvieron para entretener la atención centroamericana y disminuir sus pulsaciones en ataque.
El equilibrio reinaba, aunque la cuerda estaba tensa. Un tiro libre de Srna estiró del extremo croata, pero la soga que amarraba el empate no se rompió. Despertó a la bestia y México terminó la primera mitad con una jugada de museo, en póstumo homenaje al tiki-taka español.
México sube la presión…
Tras el paso por vestuarios, México quiso seguir la tendencia, pero en Croacia apareció el que faltaba. El elfo de Zadar, el maestro del ajedrez, Luka Modric. Con dos detalles hizo tambalearse al colosal conjunto de Herrera. Con el tercero estuvo cerca de servir en bandeja el tanto a Mandzukic. Toda Croacia pedía más a gritos ante la resurrección mexicana. El equilibrio volvía a ser una constante. Kovac movió pieza, empujando a Pranjic al lateral izquierdo y retrasando a Modric, pero arropándole con la calidad de Kovacic. El Piojo respondió con la entrada de Chicharito, porque Giovani había perdido el duende en el encuentro.
Los planes iban sobre ruedas para México, mientras que los anhelos balcánicos descarrilaban. Chocaban los europeos una y otra vez contra la disposición de la pizarra rival. Además, una mano clamorosa dentro del área de la zaga croata no pitada por el uzbeko, enervó a los centroamericanos. El Tri, en lugar de recurrir a lágrimas y rasgarse las vestiduras, empleó la energía de la desesperación y el motor de la injusticia para motivar sus piernas, que empezaban a notar el cansancio. En su cabeza, los goles anulados a Giovani frente a Camerún. En su corazón, los octavos de final.
…y estalla el manómetro
Kovac veía con angustia cómo caía la arena en el reloj, cómo expiraba su vida mundialista. Introdujo a Rebic para reactivar un ataque sin ideas. Su intención, lejos de cumplirse, se congeló tan solo un minuto después. El cuero reposaba en una esquina del Arena Pernambuco. Cuando voló, un jugador que ya estaba allí desde siempre, un imborrable, voló con él. Rafa Márquez, con la pureza de un indígena, cabeceó hacia la red y la historia.
Kovac veía con angustia cómo giraba la aguja en el tiempo, cómo morían sus esperanzas. Jelavic fue la última opción, pero se convirtió en una bala al aire. Lanzados alocadamente al ataque, México aprovechó los espacios. Mientras el balón merodeaba la banda derecha, Guardado apuraba su fe por la contraria. El cuero cruzó el océano defensivo croata y llegó al interior zurdo, que con su pie favorito elevó a México a los altares.
La pesadilla ajedrezada se desató. Contra un México de músculos hinchados y emoción renovada, Rebic aún fue capaz de sacar fuerzas de flaqueza y, en solitario, puso en jaque a la defensa mexicana, e incluso batió a su portero. Con Ochoa mirando atrás horrorizado, una estela verde apareció de la nada y despejó bajo palos. Héctor Moreno. Continuó la fiesta azteca, en un ritual antiguo de sacrificio humano. La muerte fue futbolística y el sacerdote, el de siempre. Márquez peinó por enésima vez y eligió como ayudante a Chicharito. El ajedrez se desmoronaba.
Las dos despedidas croatas
Aún hubo tiempo para dos despedidas croatas, una digna y una desagradable. Por no ensuciar la participación croata y terminar con mal sabor de boca, lo bueno para el final, aunque se rompa el orden cronológico. La juventud y rabia de Rebic le pasó una mala pasada y manchó su anterior internada con una patada criminal, merecedora de expulsión directa. El delantero aprenderá la lección que le impartió el colegiado con la tarjeta roja. En la parte bella del fútbol, Rakitic besó a la pelota al final de la cita, dejando un regalo de tacón que Perisic no desaprovechó.
Croacia, el equipo del ajedrez, se quedó paradójicamente a cuadros frente al orden táctico del Piojo Herrera, a la pasión de sus aficionados y a la ilusión de sus jugadores. Márquez inició la matanza, Guardado mató la última esperanza balcánica y Chicharito selló el pasaporte de los europeos. La selección croata se tuvo que conformar con el gol de Perisic como souvenir brasileño.