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A la derecha Armando Vázquez Granados con Gabirel Arellano, expresidente municipal de Aguascalientes y el obispo José María de la Torre. Foto: Objetivo7fotógrafos/Cuauhtémoc Villegas Durán.
A la derecha Armando Vázquez Granados con Gabirel Arellano, expresidente municipal de Aguascalientes y el obispo José María de la Torre. Foto: Objetivo7fotógrafos/Cuauhtémoc Villegas Durán.

Reportaje/fotoObjetivo7/Cuauhtémoc Villegas Durán

Era un hombre tormentoso, pero temido y odiado.
Siempre bromeaba con sus interlocutores con humor ácido hasta arrebatarles la carcajada. Pero era cruel y perverso como periodista, sin pruebas ni fundamentos acusaba a todos de lo que se le pudiera ocurrir o inventar. Era, el prototipo del sicario hidrocálido.

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Presumía de su amistad con el presidente Enrique Peña Nieto y con el gobernador Carlos Lozano de la Torre, aunque al final, se pelearon por la candidatura de Juan Antonio Martín del Campo del Campo. Decía que el que le sucedería en la gubernatura, quien sea, era su amigo. Aunque era enemigo acérrimo de Martín Orozco a quien en una de sus últimas columnas escribió que lo desenmascararía como el “degenerado” que es. Ya no pudo, una bala se le incrustó en la sien, quitándole la existencia.

Muchos supusieron que era un asesinato perpetrado por órdenes del gobernador o la delincuencia organizada.

Otros dicen que si fue un suicidio tramado como un espectáculo que se viera un asesinato.

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Tenía obsesión por el suicidio e incluso lo justificaba cada semana en su columna: “el destino de los hombres superiores es la lucha, si son derribados ben continuar el combate aunque sea de rodillas y, ante la evidencia de la derrota que da el último recurso para ser libres: el suicidio”.

Lo anterior por su profundo amor a la vida y obra de séneca que también le quito la vida.

No era periodista pero al trabajar en un sindicato de la ciudad de México se arrimó al grupo de periodistas conocidos como “Los 40 Ladrones” para que le ayudaran a escribir los boletines que necesitaba como jefe de prensa. Le hicieron los boletines y así incursionó en el periodismo que lo llevo a viajar por todo México y varios países del mundo.

Fundó Ahí Semanal donde presumía tener como colaboradores como columnistas premios nacionales de periodismo. Era una plática común a sus 66 años.

Había llegado a la cumbre, la presidencia de la república le daba dos páginas de publicidad, lo mismo que el gobierno estatal y el municipal de la capital además de decenas de gobiernos y políticos locales que lo apoyaban económicamente para evitar ser “golpeados” por Vázquez Granados.

Murió un martes 18 de junio, justo después de que su semanario circulara abundantemente por todas las oficinas de gobierno, donde los políticos adquirían miles de ejemplares que tomaban gratis los visitantes.
En los puestos de periódicos y revistas no era lo mismo, la gente no los compraba, se quedaban números atrasados y amarillados por meses de sol.

Los medios de comunicación publicaron que Armando se sentía mal por la diabetes que le aquejaba y se le acumulaba en cuerpo destruyéndolo y deprimiéndolo hasta el suicidio.

Uno de sus familiares contó al reportero que todo lo dicho por los medios un día después era mentira, que las últimas horas de Armando Vázquez fueron radicalmente distintas.

El vidrio roto

La oficina de Armando Vázquez era una casa ubicada en la esquina de Taniveth y Aurora , en el fraccionamiento Bonagens, a una cuadra de la alberca Olímpica.
Era una pequeña casa con el estacionamiento en la esquina noroeste por donde se ingresaba a la sala. Más parecía una casa habitación que una oficina. Tenía un cuarto con una cama matrimonial y una cocina grande sin separación de la sala.

Al ingresar a la derecha podían verse 3 ó 4 computadoras sobre un tablón de las cuales solo utilizaba las más nueva. Al frente un librero y a la izquierda un sillón viejo y sucio donde quedo su cadáver sentado, lo que le pareció raro a su familia.

Los medios de comunicación cuestionaron la teoría del suicidio porque un vidrio que se encontraba junto a la puerta estaba roto.

La verdad es que el vidrio lo rompió su hijo para poder ingresar a la casa. Armando Vázquez ya se había despedido de sus lectores un día antes en el programa de radio de José Luis la Viborita Morales.

“Anuncio en este momento, que me retiro muy agradecido con todo lo que ha pasado por la libertad de expresión” y “Alguien dejó correr la versión del “suicidio”, y eso no es ninguna novedad. Por default, la autoridad judicial califica la muerte de los periodistas como “suicidio”, y luego promete realizar una profunda investigación. Así parece que lo dicta el artículo primero inciso a), del manual de comunicación social de la Procuraduría de Justicia. Sin embargo, lo grave de este caso es que desde hace algunos meses, Armando Vázquez Granados, había venido denunciando, ante la opinión pública, algunos intentos de homicidio en su contra. Él mismo había solicitado que se investigarán los acosos, incluso señaló nombres de los sospechosos y sus probables agresores intelectuales” escrito por David Pérez Calleja en la elegía que dedico a su amigo Vázquez Granados.

Los cierto es que 15 días antes, el periodista había hecho públicas sus diferencias con el gobernador Lozano tachándolo de ruin impune y borrachín de feria en un cartón que impacto a los políticos locales.

El pleito con el gobernador fue por el poder:

Armando presumía tener amigos donde no los hay, reza el dicho “los políticos no tienen amigos” y Vázquez Granados apoyó abiertamente la candidatura del panista Antonio Martín del Campo lo que derivó en el recorte total de la publicidad del gobierno del estado.

Hoy, Ahí Semanal se ha divido en dos medios de comunicación Ahí para el Mundo dirigido por su hijo Diego Armando Vazquez Albor y su viuda Berta Albor Aranda y Así que es de otro de sus 20 hijos.

El más representativo es Ahí para el Mundo que con dificultades económicas perdió periodicidad y circulación aunque ya es un medio sin la saña y el odio del finado periodista.