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Cuauhtémoc Villegas Durán

El futbol y otros deportes como el montañismo, el beisbol, el basquetbol, el voleibol, la natación y en menor medida el americano, forjaron en mi un cuerpo atlético que perdí por dejar de practicarlo aunado al consumo de enervantes y alcohol aunque lo he mantenido delgado con algo de karate y atletismo.

Quienes me llaman pendejo porque veo el futbol y dicen que por eso se venderá el país mienten. Yo no decido. Decide la la plutocracia y sus serviles políticos peores que ladrones asesinos, violadores, estafadores y hasta sicarios ya que estos arriesgan vida y libertad. El político asesina y roba millones, cientos o miles de millones dejando en la más absoluta miseria a la población que produce esa riqueza y todavía se le aplaude en la ignorancia colectiva.

El Liceo de Aristóteles incluía el deporte para armonizar el cuerpo a la vez que la mente.

Jugar futbol evito que yo fuera un niño pendenciero y abusador. Casi todas las tardes de mi infancia jugué futbol en las amplias calles y campos de futbol del country tapatío aun bajo la refrescante y hermosa lluvia que nos empapaba y dificultaba el movimiento del balcón al llegar a los arroyitos junto a las aceras. Mi cuerpo y mi rostro me llevaron a tener novias codiciados aun por gobernadores.

La lectura me apartó del deporte y como los que ahora me critican, criticaba y me parecía absurdo. Sólo después entendí que lo malo no es el futbol sino el fanatismo de quienes se apasionan y el de aquellos que lo reprueban al grado de llamar pendejos a sus hermanos mexicanos por gozar del deporte que mantiene sanos, cuerpo y mente.