Excelsior.- Sin un edificio ostentoso de muros blancos, Rolando López (Aguascalientes, 1978) proyecta el Museo Guggenheim Aguascalientes, el cual, a partir del trabajo colaborativo con otros artistas y la revisión del pasado reciente, propondrá actividades artísticas que cuestionen, desde diferentes perspectivas, la función de un museo como parte de las industrias culturales.
El viernes pasado, en el marco de la apertura de la exposición Bajo el mismo sol: Arte de Latinoamérica hoy, curada por Pablo León de la Barra en el Guggenheim de Nueva York, López colocó la primera piedra del proyecto sobre la montaña de nueve hectáreas de residuos tóxicos que dejó la Gran Fundición Central Mexicana, empresa dirigida por Solomon Guggenheim en Aguascalientes a finales del siglo XIX.
López detalla que no se trata de construir de manera física el museo, sino producir las actividades y el ambiente cultural que un recinto de esta naturaleza genera a su alrededor, y así reflexionar sobre la función y el beneficio de un espacio cultural el cual ahora responde a intereses económicos, y no sólo artísticos.
“Voy a construir las actividades que conforman a un museo, además de un centro de documentación, programas educativos, un programa de investigación que tenga que ver con el medio ambiente y la población de este contexto; voy a generar una reflexión de qué es una colección y mi colección será de residuos industriales.
“Porque entiendo el problema de asumirme como museo, y el museo a diferencia de una galería tiene una colección; entonces para poder llamarme museo debía tener un acervo para mostrar y lo que tengo son las piedras de residuos industriales de la misma Fundición”, detalla.
El proyecto es una crítica al contexto en que se inserta el Museo Guggenheim en Nueva York, donde pareciera todo funciona sin complicaciones; e incluso se ha convertido en un referente de producción y exhibición de arte. Ello difiere con el entorno de la ciudad de Aguascalientes donde la industria fundidora de los Guggenheim absorbió los recursos naturales, y dejó restos tóxicos que aún hoy afectan el entorno socioeconómico del lugar.
El museo propuesto por López se desarrolla entre estos dos contextos. Por un lado toma el nombre de uno de los recintos de mayor proyección internacional, y por otro lo ubica en un entorno físico y social desfavorable donde incluso pareciera haber poca producción de arte.
“Los museos están en un momento de relación complicada para el arte y la actividad humana, que definen también parámetros de exposiciones, parámetros de comprensión e incluso de producción artística, y entonces se convierten en una institución para lo que llamamos arte. Por eso pensar en un museo en un contexto en donde yo vivo, un contexto donde está lo sucio, lo enfermo, lo feo, también me parece interesante porque establece un vínculo con cómo comprendemos el arte fuera de las dinámicas de un espacio blanco”, añade.
Así el proyecto pone a discusión qué es lo que constituye a un museo de arte: su espacio físico o el contenido expositivo: “¿Cómo hacemos que esto funcione?, ¿cómo hacemos que estas instituciones funcionen? y ¿cómo se pueden construir de la nada, de referentes económicos muy precarios?”.
La primera pieza del proyecto, que realizó en colaboración con Daniel Monroy, es un reloj solar formado por una piedra gnomon que sirve de guía, la cual colocó a un ángulo de 21 grados sobre otra piedra circular, y entre ambas se traza una sombra que mide el paso del sol.
Aún cuando las rocas no permanecerán de manera fija en el terreno donde se ubica simbólicamente, serán un icono del Museo Guggenheim Aguascalientes.