Francisco Morote Costa
ADN/Rebelión
Según el Banco Mundial en el mundo hay alrededor de 3000 millones de personas pobres, cerca de la mitad de la población mundial, que sobreviven con menos de dos dólares diarios y de esos 3.000 millones de pobres entre 1000 y 1.200 millones viven en la pobreza extrema, puesto que deben subsistir con menos de 1,25 dólares diarios.
¿Cuánto tiempo deberán esperar esas personas para salir de la pobreza?
Al alcanzarse la fecha simbólica del año 2000 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó solemnemente la llamada Declaración del Milenio que contenía los denominados Objetivos (8) de Desarrollo del Milenio (ODM). El primero de ellos establecía el compromiso de los 189 jefes de estado y de gobierno firmantes de la Declaración de reducir a la mitad en 2015 el número de personas que en 1990 vivían en la pobreza extrema y el hambre. Es decir, el año próximo, 2015, cuando concluya el período acordado para la consecución del objetivo de reducir a la mitad la cifra de personas que en 1990 vivían en la pobreza extrema todavía habrá alrededor de 1000 millones viviendo en la pobreza extrema y 3000 millones en la pobreza.
¿Cómo van a salir todas esas personas de la pobreza?
El desarrollo económico, medido en términos de crecimiento del producto interior bruto (PIB), es la fórmula consagrada por el sistema capitalista que impera en casi todo el planeta. El crecimiento económico, véase el ejemplo de China, se nos dice, es la mejor fórmula para reducir la pobreza. Ese es el camino.
Ahora bien, el crecimiento económico ilimitado no solo tiene el inconveniente insuperable de haberse convertido en inasumible para la propia naturaleza, sino que tomado en su conjunto, a escala mundial, es y será de tan solo un dígito anual por mucho tiempo y con la agravante, además, de que la riqueza que genera se reparte de una forma absolutamente desigual, ya que una minoría social cada vez más exigua concentra una parte desproporcionada de esa riqueza y el resto debe conformarse con una parte decreciente de ella.
Confiar, por lo tanto, en que el crecimiento económico ilimitado, cerrando los ojos a su inviabilidad ecológica, es la vía para sacar de la pobreza a miles de millones de personas, más que un error, es una falsedad indecente.
¿Qué hacer entonces?
Convertir la lucha por la erradicación de la pobreza en la prioridad absoluta de la ONU y, por consiguiente, de los Estados y los gobiernos que la integran.
Si no se quiere que el siglo XXI siga soportando la lacra de la pobreza de un número intolerablemente alto de seres humanos, mujeres y niños en su mayoría, el primer paso que debe dar la ONU es declarar la ilegalidad de la pobreza. Esta decisión, que el conjunto de los movimientos sociales, que la ciudadanía mundial y los pueblos de la Tierra deberían reclamar, pondría en primer plano la obligación prioritaria de los organismos e instituciones internacionales, de los Estados y de los gobiernos de acabar con la pobreza, descartando el inútil e inviable método del crecimiento económico ilimitado y apostando por el reparto de la riqueza mediante la fórmula de la justicia fiscal global y el establecimiento de la renta básica universal.
El problema no es seguir creando una riqueza que una minoría siga acaparando cada vez más, sino repartir la riqueza ya creada y por crear asegurando una vida digna a todos los seres humanos por el simple hecho de serlo.
El sistema no puede dar empleo y un trabajo decente a los miles de millones de personas que viven en la pobreza o corren el peligro de caer en ella. Ni siquiera es su objetivo y de hecho son cada vez más los trabajadores que padecen la llamada pobreza laboral. Además, sobre el trabajo remunerado pende la amenaza de la automatización y el desempleo masivo crónico. Y, sin embargo, el progreso material es extraordinario y la cuestión, a título de ejemplo, es si la humanidad seguirá aceptando impasible el hecho de que unas cuantas decenas de personas, menos de cien, acumulen tanta riqueza como los 3.500 millones de personas más pobres del planeta.
Si es así la pobreza no se erradicará tampoco en este siglo, pero si como fruto de la presión de los movimientos sociales, de la ciudadanía y de los pueblos, la ONU y los gobiernos del mundo ilegalizan la pobreza y asumen las políticas consecuentes con esa medida, la pobreza se convertirá en un fenómeno social residual, como lo son actualmente los rescoldos bochornosos de la esclavitud humana.