En el año 7 a.C. ocurrió una conjunción planetaria (acercamiento aparente en el cielo de dos o más planetas), nada habitual. Júpiter se paseó casi justamente por delante de Saturno, hasta en 3 ocasiones en poco tiempo, en la constelación de Piscis. Los magos interpretarían este hecho como: un gran rey (Júpiter) de Justicia (Saturno) nace entre los judíos (Piscis). El símbolo de los peces (Piscis) está asociado a la simbología antigua del cristianismo y algunos estudiosos del tema, indican que proviene precisamente de la posición de Júpiter y Saturno en dicha constelación, incluso se ha llegado a relacionar con el nacimiento del pescador, de Jesús.
Se esperaba la llegada del Mesías, según los profetas, y estos signos indicaban que el hecho estaba ocurriendo, al menos para los Magos de oriente. Júpiter es el dios principal y Saturno su padre. ¿Qué acontecimiento más grande se podía pedir para el nacimiento del Mesías? Y no una sola vez confluyeron los planetas, sino tres. Reyes, dioses y pescadores, una simbología concordante con la aparición de una gran figura, al menos para aquellos que esperaban al Mesías.
“Después de oír al rey Herodes, ellos (los Magos) partieron. La estrella que habían visto en el este iba delante ellos, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño” (Mateo 2.9). El planeta Júpiter se desplazó lentamente hacia el este en el año 7 a.C., iba delante de los Magos, hasta que se detuvo y al poco comenzó su camino hacia el oeste. No es necesario entender al pie de la letra que los magos siguieron a los planetas Júpiter y Saturno, ya que se desplazan muy lentamente en el cielo, pero tal vez, ese acontecimiento fue lo suficientemente grande para los Magos, como para desplazarse hasta Belén y preguntar por el nacimiento del Mesías.
En 1925 se encontró una tablilla de arcilla a 100 km de Babilonia, con caracteres cuneiformes, que habla de la conjunción triple entre Júpiter y Saturno, así que fue visible en toda aquella zona. Dicha conjunción planetaria o acercamiento entre los dos grandes planetas, es posible reproducirla hoy con programas informáticos de astronomía. La tablilla está en el museo estatal de Berlín. Los Magos conocían que un acontecimiento astronómico se repetiría por tres veces durante varios meses. Probablemente partieron de oriente cuando el fenómeno comenzó, llegando a Belén, cuando éste concluyó. El viaje que realizaron duró varios meses. Hubo otras conjunciones planetarias en los años 5, 3 y 2 a.C. Aunque éstas están algo lejos de la fecha del nacimiento de Cristo que se estima en el 7 al 6 a.C.
Incluso la Luna en fase creciente hizo su aparición muy próxima y bajo los planetas Júpiter y Saturno el día 2 de noviembre del año 7 a.C. Un acontecimiento prácticamente único. El 25 de febrero del año 6 a.C. Otro fenómeno celeste tuvo lugar: Júpiter y Saturno estaban muy próximos, aún menos que en el año 7 a.C., pero un tercer planeta brillante, Marte, se colocó justo entre ellos. El astrónomo Kepler, que descubrió las leyes del movimiento de los planetas, observó este fenómeno entre el 19 y el 24 de diciembre de 1603 con los planetas en conjunción: Júpiter, Saturno Mercurio y tras numerosos cálculos, llegó a la conclusión de que se repetía cada 805 años y que había sucedido entre los años 7 al 6 a.C. con los planetas gigantes, aunque en aquella ocasión Júpiter solo pasó una vez cerca de Saturno y no tres veces como la del año 7 a.C. Por lo que fue un acontecimiento maravilloso y rarísimo en el cielo.
¿Sería un cometa como el famoso Halley, que vuelve cada 76 años? El Halley se vio el 12 a.C. Cuando ponemos una estrella con cola, en el árbol de Navidad es porque el pintor Giotto en 1304 pintó “La adoración de los reyes magos”, dibujando un cometa sobre el portal, Giotto se impresionó por la aparición del Halley en 1301. Desde entonces es una tradición. No obstante de las crónicas chinas, no tenemos constancia de la aparición de un cometa. Los chinos registraban todos los fenómenos celestes, mientras que los europeos aún creían en la inmutabilidad del Universo y los cometas eran achacados a fenómenos de la atmósfera terrestre, por lo que no eran temas interesantes y no figuraban normalmente en los registros occidentales.
Pudo ser una potente supernova, una estrella decenas de veces más grandes que el Sol que explotara, pero no hay registros de ello, ni restos en el cielo. Un acontecimiento maravilloso ocurrió el 31 de marzo del 5 a.C. Una nova iluminó los cielos. Las novas son estrellas que se hacen muy luminosas, no tanto como las supernovas, pero impresionan. La nova brilló 70 días y los magos se dirigieron al este tras ella. Cuando llegaron a Jerusalén y Herodes le dio audiencia, la nova lucía justo al sur y poco antes del amanecer, encima de Belén.
Tal vez no fue un acontecimiento el que indicó el camino de los magos a Belén, sino la suma de todos ellos. Los magos, verían las primeras señales del nacimiento, con la triple conjunción planetaria de Júpiter y Saturno en el 7 a.C., en febrero del 6 a.C. una conjunción de Júpiter, Saturno y Marte, en mayo Júpiter, Saturno y Venus, los tres planetas más brillantes del cielo y siempre en Piscis. Los magos, ante las señales del nacimiento del Mesías anunciado por los profetas, estarían preparados para partir, hasta que llegó la nova del 5 a.C. Cuando la vieron, fue la señal definitiva, comenzaron su viaje durante 70 días, tiempo en que la nova estuvo visible, hasta llegar a ver a Jesús.
Si el nacimiento de Cristo fue iluminado por algún objeto celeste, lo único verdaderamente reconocido y que ronde la fecha del nacimiento de Cristo fueron las espectaculares conjunciones planetarias y la nova que ya se antoja un poco posterior a dicho nacimiento. Lo cierto es que no hay mucho más de dónde sacar, consultando programas informáticos de astronomía y de la propia Biblia. Tal vez el misterio persista a través del tiempo y por siempre.