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Es muy habitual tener en consulta a personas que vienen preocupadas porque últimamente han notado disminución de su deseo sexual, o en ocasiones, no son ellas mismas quienes se preocupan, sino sus parejas, quienes les incitan a que tomen medidas frente a esta nueva situación.

En primer lugar para entender por qué sucede esto, encuadraremos el deseo. El deseo está regulado por hormonas, más explícitamente por la testosterona. Las mujeres tienen menos cantidad de testosterona que los hombres, y esto favorece el mito de que los hombres tienen más deseo sexual que las mujeres; sin embargo esto es falso, las mujeres tienen el nivel necesario de testosterona para tener el mismo deseo que los hombres. Los hombres necesitan la testosterona para otras cosas, por eso tienen más cantidad, pero no influye en el deseo de ambos.

La falta de deseo, puede producirse por falta de testosterona, por alguna causa médica, por lo que sería necesario que el médico mandara una analítica, para comprobar que los niveles son los adecuados, y que no es debido a ello. Algunos medicamentos, tienen como efecto secundario la inhibición del deseo, por ejemplo algunas píldoras anticonceptivas. Al notar que tenemos falta de deseo, habría que descartar por tanto, mediante nuestro médico de cabecera o ginecólogo que no se debe a ninguna de estas dos causas.
Y aunque, anteriormente hemos dicho que el nivel de testosterona de la mujer es el indicado para tener el mismo deseo que los hombres, son las mujeres las que más acuden a consulta por este problema, por lo que ¿qué puede estar influyendo a que las mujeres sean más propensas a sufrir inhibición del deseo?

Debemos contextualizar el deseo, como algo que previene a la satisfacción de un placer, pero en ningún caso es una necesidad primaria. Las necesidades primarias son por ejemplo, comer, beber, dormir…pero tener o no tener deseo, no es algo de lo que dependa nuestra supervivencia, por lo que es totalmente prescindible en nuestra vida.
Para entender el proceso del deseo, vamos a compararlo con el hambre. Imaginemos, que tengo mucha hambre, y eso me hace sentir molestias en la tripa, mareo, sonidos del intestino…(eso sería la sensación del deseo, pero con otro tipo de señales), además en todo proceso del deseo hay un objeto de fantasía, en el caso del hambre sería por ejemplo imaginarme lo que me quiero comer, por ejemplo me apetece mucho una tarta de chocolate, o un perrito caliente…después pondría en marcha una serie de estrategias, para obtener mi objeto de deseo, en el caso del hambre, intentaría pasarme por una panadería, o buscaría una máquina de comida, por último obtendría el objeto real, que significaría la consecución del placer, en el caso de tener hambre, sería encontrar la máquina de comida, comprar una chocolatina y comérmela.

La inhibición del deseo, aparece en muchas ocasiones por un fallo en el comienzo del proceso, y sobre todo aparece en mujeres, debido a nuestra educación sexual, muy diferente de la que obtuvieron los hombres. Por tanto hay mujeres que tienen falta de deseo porque no han aprendido a desear, una no desea lo que no se le ha potenciado. La sexualidad, por lo general no es un valor en nuestra cultura, ya que si no, la sociedad habría puesto en marcha educación en sexualidad, y le daría la importancia que requiere, fomentando espacios, tiempos…esto induce también a la falta de deseo, ya que ésta puede ser producida debido a miedos aprendidos de la sexualidad, para inhibir el deseo simplemente basta con un pensamiento negativo hacia la sexualidad. Algunos miedos que se dan frecuentemente en las personas que sufren falta de deseo, son por ejemplo que una persona sexual es similar a ser una persona pervertida, prostituta…,se tiene miedo al fracaso, a la comparación, al rechazo, a la pérdida de control, e incluso miedo al compromiso. Todos estos miedos son irracionales, y hay que combatirlos, para que la persona deje de poner en marcha mecanismos de defensa (que son los responsables de mantener la inhibición del deseo). El terapeuta tiene la labor de reeducar sexualmente a la persona afectada transmitiendo el valor positivo de la sexualidad, para que pueda comenzar a vivir la sexualidad desde el placer.

Hasta ahora hemos visto como la falta de deseo puede ser producida o bien por una causa física (niveles hormonales o reacciones secundarias a medicamentos) y serían tratadas por un médico, también podría ser causada por miedos irracionales, para lo que sería necesario acudir a terapia sexual. Pero, además de estas causas, es frecuente que las personas noten que anteriormente tenían más deseo de lo que consideran tener ahora, y no tienen ningún miedo irracional respecto a la sexualidad, ¿qué es lo que ha pasado entonces?

El deseo es una de las cosas más frágiles del mundo, y cualquier situación de la vida diaria de la persona puede alterarlo. Como dijimos anteriormente, no es una necesidad fisiológica básica, por lo que podemos prescindir de él en cualquier momento. En este caso, habría que analizar cómo es la vida de esta persona y cómo era antes y además es imprescindible ver cómo lo afronta, y de todo esto concluir qué es lo que puede estar afectando a su deseo. Por ejemplo en épocas de mucho trabajo, de estrés, en las que prima el cansancio, la persona siente la necesidad de dormir, de descansar, y puede olvidar sacar algún momento para el deseo sexual. Ante preocupaciones, estados de ánimo alterados, priman otras necesidades antes que las del deseo.

Existe la creencia errónea de que el deseo surge por sí solo, sin que nosotros tengamos que hacer nada para fomentarlo, pero esto no es así. Cada persona debe mimar su sexualidad, sacar tiempo (aspecto que hoy en día es complicado), es necesario activar la clave erótica que nos hace vivir determinados momentos de forma sensual y que incitan a tener deseo, pero para todo esto es necesario tener una actitud activa y ser nosotros mismos quienes activemos nuestro propio deseo.

Por último, otro de los motivos que pueden causar la falta de deseo son los problemas en la relación de pareja, que en muchas ocasiones afectan a todos los ámbitos de la vida de la persona, y por tanto al frágil deseo individual.
En conclusión, es necesario un buen diagnóstico para conocer la causa exacta de nuestra inhibición del deseo, y a raíz de ahí y con el apoyo del terapeuta, poner en marcha, el tiempo, el espacio, la preocupación y los mimos que nuestra sexualidad se merece, ya que somos nosotros una vez más los responsables de nuestro propio deseo y por tanto de la felicidad y beneficios que ello aporta.
Almudena Luján San Félix,