Río Doce.- Los helicópteros se sostuvieron en el aire por algunos minutos. De ellos se lanzaron largos mecates y en rapel descendieron policías. Era una imagen que miles de ojos furtivos observaban a la distancia, desde El Bule.
Esos ojos sabían que ese grupo especial rastreaba El Recodo, una zona de monte entre Villa de Ahome y El Bule. El escondite de los delincuentes.
Al mismo tiempo, en el pueblo, ubicado a unos 30 kilómetros al norte de esta ciudad, decenas de policías ministeriales en patrullas y camionetas blancas rodeaban una cuadra completa. Buscaban a unos fuereños que tenían algunos años viviendo en el poblado. Desde entonces, desde ese 13 de agosto, desde las 17:00 horas de ese día, la tranquilidad se perdió en la comunidad.
Hoy los habitantes se encerraron bajo candado. Están medio muertos de miedo. Más temerosos los que con años de trabajo y esfuerzo han logrado amasar una pequeña fortuna. La maquinaria agrícola que poseen es seña de ello, y señuelo para los delincuentes, propios o fuereños.
El miedo, dicen los habitantes, se anidó hasta en las alcobas. Aunque todos se conocen desde generaciones atrás, ahora la desconfianza al vecino es un fenómeno nuevo. Las miradas furtivas dan cuenta de ello.
Una semana después del operativo policial, ninguna autoridad ha reportado operación alguna. Y eso intriga más a los habitantes, que no saben a ciencia cierta qué fue lo que ocurrió, a quien se detuvo, porqué.
Juan Francisco López Leal, Subprocurador Regional de Justicia en la Zona Norte, dijo desconocer los hechos e ignorar qué clase de operación policial se realizó. “Ehh, de eso no sé nada. No me informaron de nada, así es que no puedo informar nada”.
En la Policía Ministerial del Estado nada informan porque no hay mando y el que existe se encuentra enclaustrado a piedra y lodo, como si temiera al mismo aire. En la Policía Municipal es el mismo tenor. Silencio sepulcral, silencio cómplice. La Policía Federal Ministerial no reporta incidente alguno. Pese al hermetismo, los residentes saben que algo pasó, y están en ascuas.
Explican que fueron policías ministeriales y civiles, los que tomaron el pueblo. Civiles en camionetas blancas, aclaran con precisión y dan señas. Esas camionetas estaban en la sede local de la Unidad Especializada Antisecuestros (UEA), pero al igual que otras unidades especiales sólo informa y cacaraquea casos cuando le conviene. De este no hay informe oficial. El Bule es un misterio.
Pese a todo, se sabe que se aprehendieron a tres personas: Roberto J. Favela, Robert, de Cobayme; el ex policía municipal, Héctor Cervantes Cruz, el Kaly, de Los Mochis, y a Jesús Alberto Espinoza Beltrán, el Mono, de El Bule, así como un menor de edad no identificado.
De ellos, el Kaly, ya tenía antecedentes penales pues en el año 2008 fue procesado por ser miembro del grupo de policías municipales que se especializaron en el robo de joyerías, casas de cambio y de fertilizantes. Por la forma en que operaban, esos policías asaltantes se denominaron “Los hombres de negro”.
El 25 de febrero del 2001, el Kali, fue nuevamente detenido por sus excompañeros por un asalto a transeúnte, en Los Mochis.
La captura del Robert, El Kaly y El Mono quedó consignada en el expediente 285/2013 que se procesa en el Juzgado Segundo Penal por los delitos de secuestro y extorsión de un civil de San José de Ahome.
En las víspera, el juez de la causa no aceptó una entrevista para hablar del caso, pues un guardia de seguridad del enrejado reciento transmitió que el aquel había dicho que no estaba autorizado para hablar con reporteros. Pese a ello, se sabe que el juez aún no define sujetar a proceso a los tres indiciados pues la defensa de estos duplicó el término para aportar pruebas de su inocencia y desacreditar lo afirmado por la Unidad Especializada Antisecuestro. El término concluye el fin de semana.
Según lo trascendido, el secuestro había sido perpetrado en la segunda semana de agosto. La víctima habría sido un agricultor de San José, cuyo padre había logrado una regular fortuna por décadas de trabajo. Estos pidieron un rescate cuantioso, pero no había forma de reunir el monto. El rescate se redujo considerablemente con la oferta de dar un solo pago. Los captores del agricultor lo aceptaron, pero cebados continuaron exigiendo el resto del dinero.
Durante el cobro de un abono, la unidad antisecuestros atrapó a uno de los secuestradores que había mutado a extorsionador. Éste delató a sus cómplices y uno a uno fueron detenidos, pero nunca presentados al estilo de la UEA, en un operativo que fue visto por decenas de ojos furtivos.
Los mismos ojos furtivos que observaron también una vieja vagoneta que circulaba por entre las tierras. Los hombres que la ocupaban se llevaron a un joven tractorista. Ello es también otro misterio en El Bule.