ADN/Voz Digital.- Son solo tres letras, pero en Bangladesh pueden hacer referencia al paraíso o al infierno. Todo depende del punto de vista desde el que se mire. Para los empresarios bangladeshíes del sector textil, las Export Processing Zone (Zonas de Procesamiento de Exportaciones) son Eldorado, la gallina de los huevos de oro, el sueño erótico más tórrido hecho realidad: ocho gigantescos parques industriales en los que la legislación nacional es solo de aplicación parcial, a los trabajadores se les niega el derecho a sindicarse, el Gobierno corre con los gastos de mantenimiento de las instalaciones, la adquisición de tierra en lugares especialmente deprimidos está subvencionada y las empresas disfrutan de exenciones fiscales e importación de material sin aranceles.
Para los trabajadores, sin embargo, las siglas EPZ tienen un significado muy diferente. Lo cuenta Farida, una joven de 26 años que, como la mayoría de quienes cosen las prendas que luego lucen otros a miles de kilómetros, cobra el salario mínimo más bajo del planeta -3.000 takas, algo menos de 30 euros- por jugarse la vida durante 54 horas a la semana: «No hay apenas ventilación en todo el edificio, está todo lleno de polvo, de cajas y de telas. No nos dan agua potable, así que la bebemos del lavabo, pero a partir de la cuarta planta ni siquiera llega agua al baño. Tampoco hay extintores ni escalera de emergencia».
La suya es una fábrica cualquiera situada en un edificio similar al del Rana Plaza, que se derrumbó el pasado miércoles y bajo cuyos escombros podrían encontrarse todavía los cadáveres de hasta 900 personas que permanecen desaparecidas. Ya se han recuperado 381 cuerpos, un número que convierte a la tragedia en la más mortal de un país en el que han fallecido casi 1.000 personas en siniestros similares acaecidos durante los últimos seis años.
Ayer, después de que un incendio acabase con la vida de una mujer que había sobrevivido 110 horas, y que se había convertido en el símbolo de la esperanza, los equipos de rescate dieron por finalizadas las tareas de rescate.
La tragedia del Rana Plaza reúne todos los elementos que convierten el sencillo trabajo de Farida en uno de alto riesgo: un edificio nuevo pero mal construido y con tres pisos de más, negligencia del propietario -que fue arrestado el domingo cuando trataba de huir del país- y de las autoridades competentes -posiblemente ‘compradas’- ante la aparición de grietas. A pesar de todo, Jesmin, otra joven trabajadora de fábricas textiles, que ha estado empleada dentro y fuera de las EPZ, reconoce que en las zonas especiales la situación es incluso mejor que en el resto de las 4.500 fábricas que producen ropa en Bangladesh. No en vano, las EPZ abastecen a grandes multinacionales extranjeras que temen el escándalo asociado a tragedias como la del Rana Plaza, que ha dejado al descubierto la producción de prendas de marcas como El Corte Inglés, Mango, o Primark. Todas ellas han asegurado en diferentes comunicados que están investigando el caso y que cumplen a rajatabla con sus regulaciones internas, pero los sindicatos de Bangladesh tienen una opinión muy diferente. «Las multinacionales están todavía lejos de cumplir con su cacareada responsabilidad social corporativa», asegura Nazma Akter, presidenta de la Federación Textil Sommilito.