En Argentina, una semana clave para los sobrevivientes, pues dos casos de abuso sexual llegan a tribunales, mientras mujeres alemanas buscan cambios en el Sínodo en Roma.
Por Rodolfo Soriano-Núñez
A mediados de la semana pasada, medios de comunicación de la Ciudad de México volvieron a contar la historia de un joven sacerdote acusado de abuso sexual por parte de una de sus víctimas. En el vídeo que aparece después una de las noticias sobre este nuevo caso de abuso sexual en la Ciudad de México, brinda algunos detalles sobre las acusaciones.
Un reporte de una televisora mexicana.
A estas alturas es imposible conocer los detalles del abuso. Se desconoce si fue sólo un intento o si Jacinto Jiménez Tepetlixpa consumó el ataque a su víctima. Se sabe, sin embargo, que el ataque ocurrió en las instalaciones de la fundación que preside el sacerdote y que la víctima no era menor de edad.
Sin embargo, es posible enmarcar este nuevo caso como parte de una tendencia en América Latina. A diferencia de lo que se ve en Francia, Canadá o Estados Unidos, donde los casos son, en su mayoría, viejos ejemplos de este fenómeno, en México y otros países de América Latina hay nuevos casos cuyos protagonistas son sacerdotes recién llegados a los seminarios de la región.
Hace unas semanas, Los Ángeles Press narró el caso de Paulo Araújo, un joven sacerdote de la diócesis de Coari, en el corazón de la Amazonia brasileña, que fue detenido en la misma casa de la parroquia en la que ejercía como párroco.
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Estaba allí con la última de una serie de jóvenes con las que ha tenido algún tipo de relación. Una de ellas fue, en septiembre de 2023, una adolescente menor de edad que quedó embarazada y Araújo la obligó a abortar. Se deshizo del cadáver con la ayuda de un amigo que le permitió enterrar el feto en su huerto.
Antes, publicamos un texto, cuyo enlace aparece después de este párrafo, sobre un sacerdote ordenado en la primera década de este siglo, que antes de su ordenación abusó de al menos un niño sin hogar de Quito, Ecuador.
Años después, en marzo de este año para ser precisos, ese antiguo niño sin hogar decidió ahorcarse en la azotea de la Asamblea Nacional ecuatoriana, después de intentar sin éxito lograr algo de justicia por parte de la diócesis de Galápagos.
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En enero, Los Ángeles Press publicó un par de series cortas, disponibles sólo en español, sobre sacerdotes que sirven en la arquidiócesis de la Ciudad de México y la diócesis de Izcalli, ambas en el área metropolitana de la capital mexicana.
México violento
Sergio González Guerrero, el sacerdote de la arquidiócesis Primada de México y Morseo Miramón Santiago, el sacerdote de la diócesis de Izcalli son sacerdotes jóvenes, recién formados, que a pesar de las muchas promesas de la jerarquía católica romana mundial en los últimos 40 años o más atacaron a niños varones menores de edad. Antes y después de este párrafo están enlazados algunos de los textos de esas dos series.
El nuevo caso en la Ciudad de México es consistente con esta nueva generación de clérigos depredadores. La Iglesia Católica parece incapaz de aprender de los errores de la reforma de 2005-7 de Benedicto XVI y del proceso de reforma en curso iniciado por el papa Francisco.
Jacinto, como Sergio, Morseo y su colega brasileño Paulo ingresaron al seminario después de las reformas de Benedicto XVI y Francisco. Incluso Franklin Germán, se hizo sacerdote en Ecuador luego de las reformas del papa Joseph Ratzinger.
Morseo recibió las órdenes como presbítero en 2017, Paulo en 2018, Sergio en 2020 y Jacinto en 2021. Por lo tanto, no hay forma de afirmar que ellos o sus superiores no estaban al tanto de la crisis de abusos sexuales del clero.
En realidad, es posible que Morseo y Sergio fueran ordenados porque la diócesis de Izcalli y la arquidiócesis de México estuvieron dispuestas a “flexibilizar” las nuevas reglas para permitir su ordenación, a pesar de los caminos accidentados que siguieron al sacerdocio.
Con Jacinto, como con Paulo Araújo, no hay evidencia de que se hayan violado las reglas, pero tampoco de lo contrario, y dados los resultados, queda en manos del lector decidir si es posible confiar en los superiores de Jacinto en su orden o en el obispo de Coari, Brasil, en lo que respecta a Araújo.
Jacinto es miembro de una de las órdenes religiosas más antiguas de la Iglesia Católica. Los sacerdotes franceses Jean de Mata y Félix de Valois fundaron la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, para abreviar los trinitarios u orden trinitaria, en 1285.
A pesar de ello, tienen poco tiempo en México. A diferencia de órdenes pequeñas que colocan sus obras en México en las provincias de otros países de América Latina o Estados Unidos, esta orden en México depende de la provincia italiana.
Fue por ello por lo que Jacinto pasó algún tiempo en Italia. Fue allí donde hizo su profesión plena como miembro (hermano o fraile) de la orden, allá por enero de 2019, con novicios procedentes de todo el mundo, como relata su orden, en italiano, en el mensaje que aparece como imagen después de este párrafo, tomado de una revista editada por la orden.
Fue también ahí, en Livorno, Italia, donde el obispo Simone Giusti le ordenó como diácono el 4 de octubre de 2020, como resume la imagen que aparece a continuación de este párrafo.
Menos de un año después, el 21 de julio de 2021, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Ciudad de México, Luis Manuel Pérez Raygoza, obispo auxiliar de la arquidiócesis de México ordenó a Jacinto, como la invitación que aparece después de este párrafo resume.
Un perfil de Facebook que se identifica como la comunidad de San Pedro Yancuitlalpan, estado de Puebla, donde viven familiares de Jacinto Jiménez Tepetlixpa, el 21 de julio de 2021 y disponible hasta el 22 de septiembre aquí, publicó la invitación al tiempo que se expresaba su orgullo porque uno de sus paisanos fuera a ser ordenado en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.
Jacinto durante su ordenación en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.
San Pedro forma parte del municipio de San Nicolás de los Ranchos, una comunidad rural ubicada en las faldas del volcán Popocatépetl, a 16 kilómetros de la cumbre de esa montaña y a 28 kilómetros de Puebla capital.
El orgullo del pueblo de sus familiares y adonde Jacinto regresó para celebrar su primera misa, la llamada Cantamisa, es legítimo y comprensible. Lo difícil de entender es qué procedimiento siguen los obispos y superiores religiosos al nombrar sacerdotes para puestos clave.
Una religiosa anima las oraciones de los asistentes a la primera misa de Jacinto en San Pedro, Puebla.
Como ocurrió con Paul Araújo en Coari, tras su ordenación la orden trinitaria nombró a Jacinto como máxima autoridad de su obra más importante en la Ciudad de México, una fundación dedicada a dar alimento y refugio a personas sin hogar en la capital mexicana.
Aunque pudiera estar capacitado para lidiar con las operaciones diarias de una fundación, debe preguntarse si era emocionalmente maduro y estaba preparado para ser la máxima autoridad ahí, pues como describe la imagen a continuación de este párrafo, publicada en los primeros días de diciembre de 2021, Jacinto era el presidente del consejo y director general de esa fundación.
¿Estaba dispuesto a negociar su propio papel en la vida de las personas sin hogar gravemente marginadas de la Ciudad de México? ¿Era consciente su orden de la responsabilidad que daban a un sacerdote joven e inexperto? ¿Cuál fue el proceso de toma de decisiones que llevó a concentrar tanta autoridad en él?
Los lectores deben tener presente, en este sentido, la historia de Abbé Pierre, el héroe de la Resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial cuya historia es relevante pues era la única autoridad de Emaús, la organización sin fines de lucro creada por Pierre a mediados del siglo XX, cuando Francia sufrió una ola de frío extremo. El texto que da cuenta de ese caso aparece después de este párrafo.
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Incluso en el caso de Marcial Maciel y en muchos otros, un rasgo clave es cómo los sacerdotes con algún problema afectivo no resuelto concentran la autoridad, la responsabilidad y el poder en organizaciones sin fines de lucro. Véase, como uno de los muchos ejemplos posibles, el caso del sacerdote argentino Julio César Grassi, uno de los siete casos incluidos en la historia vinculada a continuación.
La imagen que aparece después de este párrafo, publicada a principios de diciembre de 2021, lo describe como presidente y director general de la fundación.
La posición de Jacinto como líder de esa fundación la confirma la información oficial que la fundación proporciona a las autoridades de la Ciudad de México.
El recuadro después de este párrafo muestra un archivo pdf del registro de la organización sin fines de lucro ante la autoridad en la Ciudad de México.
Jacinto no aparece allí con sus títulos eclesiásticos, sino como patrono presidente, de esa fundación. Parece difícil de creer que hubiera podido alcanzar tal posición si no era sacerdote.
Como en el caso del nombramiento de Paulo Araújo como párroco, ¿cuál fue el proceso que llevó al nombramiento de Jacinto para ese puesto en la Ciudad de México? Como en el caso de Franklin Germán Cadena Puratambi y los salesianos en Quito, o Grassi en Argentina, ¿quién decide estos nombramientos de sacerdotes en poblaciones marginadas en México, Brasil, Ecuador o Argentina?
En los casos de Cadena Puratambi y Grassi sería posible suponer que en los años 1980 (Cadena Puratambi) o 1990 (Grassi), cuando perpetraron sus ataques, había poco conocimiento sistemático sobre los efectos potenciales de otorgar tanto poder a clérigos novatos, pero el caso de Jacinto en la Ciudad de México o el de Araújo en Coari, Brasil, emergen después de 40 años de experiencias negativas con este tipo de nombramientos para puestos que requieren algo más que entusiasmo.
Y Jacinto, como Grassi lo hacía hace 30 años en Argentina durante el gobierno de Carlos Saúl Menem, estaba muy dispuesto a jugar el papel y a posar en las fotos que se publicaban en el perfil de Facebook de la fundación para demostrar su cercanía a las personas en situación de calle o sin techo, entre otros marginados de la Ciudad de México.
Eso es lo que uno observa en las imágenes que la página de Facebook de la Fundación Cen-Tri-Fam (Centro Trinitario Familiar) publicaba hasta la semana pasada cuando se supo de la acusación contra Jacinto.
Que la fundación es relevante para la orden se ve en el hecho de que hace dos meses, en julio, estuvieron allí dos líderes mundiales de la orden trinitaria, el padre Luigi Bucarrello y el padre Antonio A. Fernández, como prueba la imagen que precede a este párrafo.
La foto que precede a este párrafo muestra a Jacinto de pie y mirando al padre Fernández mientras firma el libro de Visitas Ilustres en la fundación. La siguiente foto muestra al padre Bucarrello presidiendo una misa en la capilla del edificio de la fundación.
Es difícil saber cómo responderá a esta crisis la orden de Jacinto, los trinitarios. Y más difícil aún es saber cómo la afrontará la arquidiócesis de México. Aunque no fuera párroco de la arquidiócesis, celebraba misas en el territorio a cargo del cardenal Carlos Aguiar Retes, por lo que debía tener licencias eclesiásticas.
Tarde o temprano, Aguiar se verá involucrado en este asunto, como lo estará si se ofrece alguna medida de justicia a la víctima de Sergio González Guerrero. Si no, la Iglesia Católica en México demostrará, una vez más, cuán despectivos son sus líderes cuando tratan con las vidas de sus propios fieles.
Si algo se ha aprendido después de 40 años de crisis de abusos sexuales del clero es que es la propia Iglesia Católica la más afectada por la indiferencia de los obispos en este tema. Basta con volver al texto de la semana pasada sobre el sacerdote peruano de Chiclayo, Eleuterio Vázquez Gonzáles, enlazada después de este párrafo, para ver cómo sus víctimas estaban entre las familias más fieles, más leales de su parroquia.
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Sin embargo, el cardenal Aguiar Retes ya debe saber que el 16 de septiembre, el mismo día de la independencia de México, el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas publicó la versión adelantada y sin editar de sus informes sexto y séptimo combinados sobre México.
El documento, como ya ha sucedido, nombra específicamente a la Iglesia Católica por su papel en lo que el documento llama “abuso sexual por parte del personal religioso de la Iglesia Católica” (p. 7). De ahí pasa a recomendar que se cree…
«…una investigación formal independiente dirigida por el Estado sobre el abuso sexual infantil en la Iglesia Católica, con plenos poderes de investigación, con vistas a identificar las fallas de las instituciones estatales, identificar a las víctimas, incluso de abusos pasados, y establecer un mecanismo para compensarlas.»
Aunque es difícil creer que el gobierno actual o el entrante acepten la sugerencia del Comité de Naciones Unidas, el riesgo de una mayor politización del asunto está ahí. Las muchas contradicciones en el comportamiento de la Conferencia del Episcopado Mexicano, indispuesta a cumplir siquiera con el requisito de que todas las arquidiócesis del país tengan una comisión para prevenir el abuso sexual, así como el resentimiento que genera su actitud hacia las víctimas y sus familias dan forma a la peor combinación imaginable.
Más aún para una iglesia que también enfrenta serios desafíos demográficos debido a una base cada vez más envejecida y al crecimiento constante, aparentemente imparable, de quienes se declaran sin religión o sin afiliación religiosa en el censo nacional mexicano que, a diferencia del de Estados Unidos y otros países tiene una pregunta específica sobre afiliación religiosa.
El documento completo de la ONU se puede encontrar aquí. Sólo está disponible en inglés.
En menos de un mes, el 21 de octubre, Argentina tendrá, por primera vez en la historia de la crisis de abusos sexuales del clero, a dos sacerdotes en juicio.
La crisis ha sido dura allí y sería relevante que haya esta coincidencia en los juicios, aunque Jorge Mario Bergoglio, antiguo arzobispo de Buenos Aires, no fuera, como es, el máximo dirigente de esa iglesia.
Se trata de Carlos Fernando Páez, a quien lo juzgará un juez en Tartagal, Salta en el noroeste argentino. El otro trata de los abusos perpetrados por Daniel Amado Martín Bustamante, en Lomas de Zamora, un municipio de la provincia de Buenos Aires, muy cercano a la capital nacional, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y a mitad de camino entre esa ciudad y la de La Plata, como muestra el mapa de arriba.
Más de mil 350 kilómetros separan los juzgados donde ocurrirán los juicios, que versan sobre dos casos diferentes, lo que confirma que no se trata de abusos sexuales de clérigos homosexuales, sino de abusos sexuales por parte de clérigos en general.
La Fiscalía de Salta había solicitado un juicio para Páez desde mayo de 2022, pero como suele ocurrir en América Latina, los pedidos no son resueltos por los jueces con la rapidez que se requiere, por lo que será el próximo mes cuando Páez enfrente los cargos.
Abusó de un ahora exseminarista cuando era párroco de Santa Cruz en Villa Saavedra de Tartagal, 60 kilómetros al sur de la frontera con Bolivia, como muestra el mapa ya referido líneas arriba.
Un resumen del caso desde la óptica de la Fiscalía de esa provincia de Argentina está disponible aquí.
Aunque la Fiscalía de Salta luchó para mantener reservada la identidad de la víctima, Kevin Montes, el exseminarista, estaba dispuesto a compartir su testimonio con los medios argentinos. Un relato de su experiencia con el abuso está disponible aquí.
Otro relato está disponible aquí, publicado cuando se esperaba que el juicio estuviera a punto de comenzar, en abril de 2023.
Un elemento clave del testimonio de Montes es que enfatiza que el abuso que él sufrió a manos de Páez, desde 2015 hasta 2017, no era algo nuevo.
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Según Montes, Páez ha abusado, incluso de varones menores de edad en las instalaciones de las parroquias donde ha trabajado, desde 1998. Montes enfatiza también que muchas de las víctimas de Páez no están dispuestas a ofrecer un testimonio.
Una diferencia entre el caso de Páez y el de Daniel Amado Martín Bustamante es que este último fue acusado por una joven de violarla. La víctima lo denunció en marzo de este año, aunque no está claro si el abuso inició cuando la víctima tenía 18 años o antes, lo que se sabe es que ella era feligrés de Martín Bustamante.
Martín Bustamante se entregó a las autoridades y si bien primero declinó la posibilidad de hacer una declaración, luego habló para calificar la situación como una “relación amorosa”, y no como abuso o violación como señala este texto publicado por medios locales.
Como es frecuente en América Latina, las autoridades argentinas que atienden el caso en Lomas de Zamora no han querido indagar si existen otras acusaciones contra el sacerdote.
Fue separado de sus funciones por la diócesis de Lomas de Zamora pero sigue siendo sacerdote, como lo demuestra la imagen a continuación, captura de pantalla de la página web de la diócesis disponible, hasta el domingo 22 de septiembre, aquí.
Finalmente, en lo que respecta a Argentina, mañana martes un tribunal de apelaciones decidirá si desestima o acepta una acusación contra Raúl Eduardo López Márquez. La razón es que los abusos ocurrieron entre 1997 y 2001 en Chumbicha, Catamarca, pues ha vencido el plazo de prescripción.
Sin embargo, otra acusación contra el mismo sacerdote ya está en juicio, por lo que es posible que la corte de apelaciones pueda desestimar el reclamo de la defensa, lo que abriría la puerta para víctimas en una situación análoga.
En Alemania, la crisis de los abusos sexuales ha estado a punto de obligar a abandonar sus sedes al menos a dos cardenales. Fue el caso de Reinhard Marx, arzobispo de Münich, y de Reiner Maria Woelki, arzobispo de Colonia. A pesar de sus intentos de poner fin a sus mandatos, Roma los mantuvo en sus cargos.
Sin embargo, hay una crisis profunda. Dada la naturaleza de la relación Iglesia-Estado y el Código Fiscal en Alemania, hay formas de medir la ira que afecta a la base católica alemana, cansada del flujo interminable de noticias sobre sacerdotes depredadores y/o abusadores que contradicen con sus acciones su interpretación severa de la moral sexual católica cuando se trata de otras personas pero que, cuando son otros sacerdotes, desestiman cualquier transgresión.
Por ello, Alemania ha sido el epicentro de un movimiento muy activo para ofrecer una alternativa a la comprensión de Roma de la moral sexual y, sobre todo, formas prácticas y efectivas de terminar la crisis de abusos sexuales del clero.
Sin embargo, los grupos de laicos alemanes empeñados en esta tarea son blanco frecuente de ataques de obispos y otros líderes en los mundos católicos de habla española e inglesa que desestiman su crítica de la situación. También repudian su objetivo de cambiar las reglas sobre el celibato sacerdotal y las reglas que excluyen permanentemente a las mujeres de la ordenación.
En las próximas semanas, los laicos alemanes liderados por María 2.0, la Katholischer Deutscher Frauenbund (KDFB o Asociación de Mujeres Católicas Alemanas) y Wir Sind Kirche (Somos Iglesia), harán lo posible para influir en sus propios obispos, así como en obispos, sacerdotes y laicos de otros países durante el próximo Sínodo en Roma en octubre.
Durante el Sínodo a celebrarse en Roma en octubre próximo, los laicos alemanes encabezados por las líderes de la KDFB darán detalles de sus propuestas.
Un resumen de siete puntos de sus ideas se encuentra en una carta al obispo Bertram Meier de Augsburgo:
La carta está disponible sólo en alemán en formato pdf en el sitio web de la KDFB aquí, como parte de su más reciente dossier de prensa.
La KDFB es muy activa en Instagram. En esa red social es posible activar la traducción automática de algunos mensajes en esa red social. Una de sus publicaciones más recientes aparece después de este párrafo y desde allí es posible encontrar más información sobre ellas y sus propuestas sobre la crisis de abusos sexuales del clero y otros temas.
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