Por Luis Fernando Nájera/Cortesía: Río Doce.
José Noriel Portillo Gil habría sido asesinado por su propia gente, luego de un cónclave del clan Los Salazar y la facción Gente Nueva de Agua Prieta en Choix
La suerte de José Noriel Portillo Gil, el Chueco, presunto asesino de dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas en Chihuahua, se decidió en un cónclave del clan Los Salazar y la facción Gente Nueva de Agua Prieta, un grupo que controla el norte de la sierra tarahumara, leal al brazo armado de Rafael Caro Quintero y de Ismael el Mayo Zambada.
De acuerdo a diversas fuentes, la reunión de jefes de zona fue convocada para arreglar las diferencias entre ellos, y se realizó en la encrucijada del Camino Real, en Choix que es paso de diligencias desde El Fuerte a Álamos, Sonora, a 2 kilómetros de distancia del límite de este último estado. Ahí se discutieron las pérdidas del negocio, encontrando responsable a José Noriel, a quien se le dictó la pena de muerte.
El pasado jueves 23 de marzo, la gobernadora de Chihuahua, Maru Campos Galván, afirmó que a partir del asesinato de los dos sacerdotes jesuitas se intensificaron los operativos en la sierra, erradicándose la venta ilegal de cerveza, disminuyendo la tala clandestina y las extorsiones a proveedores de mineras, por lo que al grupo del Chueco se le habían reducido los ingresos. “Se impactó los ingresos, lo que lo obligaron a reducir su campo de acción hasta resguardarse en el estado vecino”, dijo.
El sábado 18 de marzo, el Chueco fue encontrado asesinado en un camino de terracería que conduce de la comunidad La Viuda a la sindicatura de Picachos, en el municipio de Choix. Este camino hace bifurcación con el viejo Camino Real, donde se celebró el cónclave de los jefes delincuenciales.
El cuerpo de Portillo Gil, quien había sido encumbrado por el clan Los Salazar desde 2016, tenía nueve impactos de bala en el pecho calibre 7.62 milímetros para AK-47 y el tiro de gracia. En el lugar se localizaron 22 casquillos. Las autoridades señalaron que el Chueco habría sido asesinado al menos 24 horas antes de su localización.
En las ropas del lugarteniente del clan Los Salazar, los fiscales nada encontraron. Ni un solo vestigio que delatara de quién se trataba. Las ropas, un pantalón de tono verde y una playera en gris, tenis negros y un chaleco táctico vacío, estaban limpios. Por eso aún cuando era uno de los más buscados y su cabeza tenía precio, nadie lo identificó.
Las autoridades trasladaron el cadáver de Portillo Gil a una funeraria en Los Mochis, donde permaneció durante tres días. Al cuarto, el martes 21 de marzo, llegaron sus dos hermanas y lo reconocieron. La noticia se hizo nacional. El Chueco había sido asesinado en Sinaloa.
Las hermanas del Chueco dijeron que era ganadero y agricultor. No hablaron de las acusaciones en su contra. Nada sobre su presunta autoría en el crimen de los sacerdotes jesuitas, Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar y del guía de turistas Pedro Palma, el 20 de junio de 2022 en el poblado de Cerocahui, municipio de Urique, Chihuahua.
Ellas dijeron que no sabían nada de su hermano desde hacía años, y que justo un año atrás rompió todo acercamiento familiar y se aisló. Él había nacido en Batopilas, pero era residente de Bahuichivo, en Chihuahua.
Aseguraron que se enteraron de su paradero cuando observaron una fotografía en un medio de comunicación digital del cadáver de un hombre tendido en el suelo. Se referían a la fotografía policíal del hallazgo de una persona el sábado 18 de marzo en un camino de terracería de la sierra de Choix, a la entrada de un rancho.
La tarde noche del jueves pasado, las hermanas declararon y reclamaron el cadáver de su hermano, aportaron muestras sanguíneas que al ser analizadas corroboraron la afinidad, pero el cuerpo no se les entregó porque faltaban pruebas complementarias, habiéndose cumplido ya las documentales, reveló la Fiscalía General de Justicia del Estado.
Ese mismo día, la Fiscal Sara Bruna Quiñónez Estrada señaló que se sigue ya una carpeta de investigación por homicidio para establecer quién o quiénes fueron los responsables de privarlo de la vida.
“Se hizo el procedimiento convencional que es, que declare ante el Agente del Ministerio Público, mostrarle el cuerpo. En estas diligencias estuvieron también presente elementos de la Fiscalía General de Chihuahua. En el proceso la hermana lo reconoció como su hermano, de nombre ya mencionado, también, acudió una segunda hermana que en los mismos términos se condujo diciendo que era esta persona”.
A la caza del ‘Chueco’
Luego del asesinato de los dos sacerdotes jesuitas y del guía de turistas, el gobierno de Chihuahua en conjunto con la Sedena desplegó un operativo en la sierra para cazar a Portillo Gil. Las autoridades pusieron precio a su cabeza: 5 millones de pesos para quienes aportaran “información veraz, eficiente y útil” que llevara a su captura.
Las autoridades estrecharon el cerco sobre el Chueco, y comenzaron los arrestos de gente allegada a él. El 23 de junio, tres días después del triple crimen, se aseguraron drogas, armas y un inmueble en Urique. Un día después detuvieron al abuelo y al tío de Portillo Gil en el municipio de Batopilas y se les confiscó una arma larga con 70 cartuchos.
El 26 de junio, tras recibir un reporte de la presencia del Chueco en el pueblo de Guachochi, detuvieron a otras dos personas y se aseguraron armas de fuego y equipo táctico, y horas después, se detuvo a cuatro integrantes de Gente Nueva.
Dos días más tarde, militares interceptaron un autobús de pasajeros y decomisaron 9 kilos de droga. Y el 29 de junio se aseguraron casi 6 mil 400 cartuchos y más de 20 granadas y armamento, en Urique.
A finales de julio detuvieron a tres hombres, entre ellos al primo del Chueco. Y las autoridades ya habían diseccionado toda la estructura criminal de Gente Nueva a su cargo: 34 colaboradores identificados, desde halcones y familiares hasta sicarios y jefes de plaza en pueblos pequeños fueron capturados, se incautaron 42 armas de fuego diversas, 28 vehículos y equipo táctico diverso, pero de Portillo Gil no había rastro. Doscientos setenta y dos días se mantuvo en la clandestinidad, hasta que su cuerpo fue encontrado en Choix, a más de 3 mil kilómetros de distancia de donde habría asesinado a los dos sacerdotes jesuitas.
El expediente de la Sedena
El diario español El País señaló que documentos hackeados a la Sedena por el grupo Guacamaya, revelan que las Fuerzas Armadas le seguían los pasos a Portillo Gil desde al menos dos años antes del crimen de los jesuitas.
La inteligencia militar tenía identificado al Chueco como el jefe de plaza del grupo delictivo Gente Nueva, brazo armado del Cártel de Sinaloa, en la comunidad chihuahuense de Urique, la cabecera municipal de Cerocahui, lugar de los asesinatos.
El informe de 96 páginas presentado en agosto de 2020, y al que tuvo acceso El País, señala que el Chueco y su gente “mantienen el control del tráfico y la venta de droga, así como secuestros, extorsiones, cobro de piso, la tala clandestina y ejecuciones, entre otros delitos”.
El parte también da cuenta de que el grupo criminal había infiltrado y controlaba a los cuerpos de policía locales. “Los grupos delictivos han incursionado en los cuerpos de seguridad pública, los cuales al ser rebasados en efectivos y/o armamento optan por no llevar a cabo acciones en contra de estos, así como por medio de amenazas”.
La Sedena creía que el capo controlaba la siembra y venta de droga en Cerocahui y que estaba involucrado en el “trasiego de enervantes al Estado de Sinaloa”.
Artículo publicado el 26 de marzo de 2023 en la edición 1052 del semanario Ríodoce.
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