Los habitantes de Jesús María supieron lo que es el terror. Disparos indiscriminados desde una avioneta y dos helicópteros, 12 horas de tiroteos y un “secuestro” de 36 horas sin agua, luz, señal de teléfono ni comida.
En las calles del poblado, ubicado al norte de Culiacán, la tarde del viernes todavía había camionetas, algunas de ellas blindadas, tiroteadas, quemadas y bloqueando el paso de las calles zigzagueantes.
Entre el entronque de la carretera Internacional México 15 y la carretera al poblado había al menos ocho vehículos tiroteados y quemados, entre ellos los del subsecretario de Seguridad Pública del Estado, Carlos Alberto Hernández Leyva, y sus escoltas, a quienes los militares dispararon desde un helicóptero en una confusión.
En el trayecto a Jesús María, fueron destruidos al menos 15 vehículos más, algunos con blindaje artesanal y otros con blindaje de fábrica.
Ya en el pueblo, en el entronque de la calle principal con el camino a la casa de Ovidio, hay otros cinco vehículos tiroteados y metros antes de llegar a la vivienda, hay tres más.
En las inmediaciones y en el patio de la casa, hay cientos de casquillos y granadas que no estallaron, sangre y equipo táctico.
Vecinos de la comunidad describen que fue un horror lo que vivieron durante los tiroteos y después con el “secuestro” en sus propias casas.
Desde alrededor de las 4:30 horas del jueves se empezaron a escuchar los balazos. Los militares llegaron abriendo fuego desde una avioneta y dos helicópteros, señalan.
Comentan que tiraban de manera indiscriminada a las casas. En una vivienda con techo de lámina las balas atravesaron y los habitantes tuvieron que arrastrarse por el piso. Ahí dos niños se cortaron las piernas con los vidrios quebrados cuando se arrastraban.
En otra casa con techo de lámina, las balas atravesaron y cayeron en el pie a una mujer y en el brazo a un hombre.
Los vecinos aseguran que a Ovidio lo detuvieron y se lo llevaron en cuanto llegaron en la madrugada, pero los enfrentamientos siguieron hasta casi entrada la noche.
“Ya se lo habían llevado para qué chingados seguían tirando. Todavía, antes de irse, el boludo volvió a tirar”, comentó una joven.
“Si ya sabían dónde estaba el muchacho, porqué tiran a todos lados”, expresa otra mujer.
Durante el día, comentan, pasaban los helicópteros y volvían a soltar ráfagas.
Entre las 4:30 y las 16:00 horas del jueves estuvieron tirados en los pisos o debajo de las camas hasta que cesaron los balazos y luego siguieron encerrados en sus casas hasta al filo de las 16:00 horas del viernes, cuando los militares se retiraron y les permitieron salir de sus viviendas y del poblado.
El jueves por la mañana, cuando aparentemente habían terminado los enfrentamientos, un niño de nombre Luis, de entre 10 y 12 años, salió de su casa y un soldado le disparó a la cabeza. El menor quedó herido y hasta el viernes los militares permitieron que lo trasladaran a un hospital.
La casa de la loma
El lugar en el que detuvieron a Ovidio está ubicado en una loma y tiene una cochera para seis vehículos y una casa con una palapa grande.
En el lugar quedaron dos camionetas Mercedes Benz, un razer y dos cuatrimotos tiroteadas, rodeados de cientos de casquillos.
También hay rastros de sangre, un casco blindado y tres granadas que no estallaron y que fueron cubiertas por los militares con toallas amarillas, pidiendo a los pobladores que no las tocaran, ya que después iría personal especializado por ellas.
Afuera quedaron una camioneta Volkswagen y una Suburban.
El inmueble quedó sin sellos de aseguramiento y con las puertas abiertas.
Las casas de los alrededores tienen balazos en las fachadas y los techos. En dos casas también hay granadas activas tapadas con toallas amarillas y los carros de los habitantes presentan balazos y se preguntan quién les va a pagar los daños.
Una de las vecinas tiene techo de lámina y se tuvo que salir porque las balas atravesaban y se resguardó en otra vivienda con techo de concreto.
Según los vecinos durante los tiroteos hubo varios sicarios muertos pero los mismos soldados se los llevaron. Aseguran que nadie del poblado murió.
El viernes por la tarde encontraron dos cadáveres tirados en el camino que conduce a La Guásima. Son dos hombres que vestían pantalón de camuflaje militar, playera negra y equipo táctico.
Acusan que los soldados se metieron a las viviendas y robaron alimentos, ropa y perfumes.
En el poblado La Campana, ubicado por la México 15, también hubo tiroteos y muertos que fueron retirados del lugar. A sus habitantes también los tuvieron sitiados e incomunicados por 36 horas.
El viernes por la tarde, una de las vecinas logró que la dejaran salir a hacer una llamada telefónica a una zona donde hubiera señal.
La mujer describió lo que pasó la madrugada del jueves: “fue un horror, un temor horrible, el helicóptero descargó y teníamos temor de que perforaran nuestras casas”.
Comentó que tanto sicarios como militares se metían a las viviendas para resguardarse. La iglesia fue tomada por sicarios que disparaban desde adentro y desde el campanario.
El panteón, detalla, quedó lleno de casquillos.
Cuando pidió que la dejaran salir a buscar señal para hacer la llamada, dice que un soldado le comentó que todavía faltaba lo peor.
Desde que empezaron los tiroteos la madrugada del jueves hasta alrededor de las 16:30 horas del viernes, los soldados sitiaron Jesús María, 13 comisarías y varias comunidades de Badiraguato y los habitantes no podían entrar o salir. “Nos tenían secuestrados”, comenta una de las afectadas.
Los militares impedían el paso desde la carretera México 15 y hasta ahí llegaban personas que querían pasar al pueblo a ver a sus familiares debido a que no sabían nada de ellos porque habían cortado las comunicaciones.
Tras la intervención de personal de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos y la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos de Sinaloa, permitieron el ingreso junto con periodistas.
Cuando entraron los defensores de derechos humanos y periodistas, los militares se retiraron del pueblo y se quedaron sobre la carretera México 15.
Una de las pobladoras manifestó que cuando se retiraban los soldados, uno de ellos les dijo “esto no ha terminado, lo peor está por venir”, otra mujer asegura que un militar le dijo que “la guerra va a seguir otra vez, apenas va a empezar lo bueno”.
Cuando defensores y periodistas se retiraban de la comunidad, los soldados volvieron a entrar al pueblo en un convoy de 11 camionetas. Parecía un cambio de turno.
Artículo publicado el 08 de enero de 2023 en la edición 1041 del semanario Ríodoce.
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