Guadalajara, Jalisco.- Entreverada en las calles que van de oriente a poniente de esta ciudad, como muchas otras de la colonia Jardines del Country, muy cerca de un parque de los muchos de esa colonia entre ellos, los hundidos llenos de agua a veces y donde algunas casas tienen escapes secretos aprovechando el arroyo que forma el ojo de agua junto la fabrica de textiles de Atemajac, en esa colonia, llena de miles árboles, se encuentra la G-4, la callecilla de apenas unos metros pero famosa en Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque y Tonalá, epecialmente por los jóvenes que sabían que con esa banda no se jugaba. En esa callecilla de unas cuantas casas creció Raúl Padilla López, el hombre fuerte de la política jalisciense, el cacique pues.
El Dado El Spoke, Saúl, el que aún vive en la cárcel de Puente Grande, y otros muchos integraban la banda que se enfrentaba lo mismo con grupos de cholos de la Constitución o la Seattle que con jóvenes clasemedieros de otras colonias de la ciudad. Bravos hasta la médula e influenciados por la película Warriors sobre una banda invencible que recorre todo Nueva York para regresar a Coney Island durante una noche. Nada que ver, los de Nueva York que eran pobres marginados y estos muchachos de la G4 salieron de una de las zonas más privilegiadas de ciudad, crecieron y se juntaron a una cuadra del parque Ávila Camacho en sus mejores tiempos, un parque público con cancha de futbol, de tenis, alberca, pista atltica, parque acúatico con lanchas y a unos pocos metros del Country Club, donde los más acaudalados de la ciudad, enviaban a sus hijos a estudiar equitación en sus propios caballos, fútbol y otros deportes.
Desde lo alto del Country o desde Zoquipan, se podían ver entonces, miles de árboles, muchos ellos jacarandas que alfombraban las calles, parques y jardines con flores lilas creando una atmósfera única e irrepetible con el progreso de la ciudad actual. De esa callecilla famosa y amigo de ese grupo de jóvenes sin ser parte de la banda que buscaba la fama con la violencia, salió, Raúl Padilla López, el dueño del estado de Jalisco -políticamnete hablando- y de sus municipios. Hombre violento también pero de miras altas, él, ya para el primer lustro de los ochentas era ya un famoso líder estudiantil de cuyo auto solían disparar sus guaradespaldas aunque el día que balearon su casa, aun sin noticieros aplicados en ese entonces como ahora, corria de voz en voz y como pólvora la noticia del ataque por todo el Country y muy problamente en toda ciudad no se diga en los pasillos de la Policía Secreta de Gutiérrez Barrios y de la Secretaría de Gobernación que desde México los financiaba en su lucha contra la disidencia interna y los Tecos de la Universidad Aútonoma de Guadalajara (UAG) y que querían acabar con la educación pública y para ello trataron de modificar el Artículo Tercero constitucional.
Fue el silenciO cómplice y la falta d solidaridad con los etudiantes del 2 de Octubre lo que impulsó el poder de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) encabezada por Enrique Javier Alfaro Anguiano y de la que después fue presidente Padila, quienes recibieron del genocida Gustavo Díaz Ordaz el edificio de Carlos Pereyra numero 100 que fue destruido hace poco al encontrar fosas clandestinas donde los estudiantes enterraban a sus enemigos, muchos de ellos jóvenes que buscaban la democracia estudiantil y pedían la desaparición de la FEG. Y aunque Padilla López acabó con el pistolerismo en la Federación, no lo hizo con sus guardaespaldas, uno de ellos, un chileno que gustaba descargar su arma desde el carro de Raúl como escribió Cayetano Frías Frías en la desaparecida revista Margen de Cambio número 11.
De aquellos muchachos que salieron y pasaron por la G-4 substieron a la muerte violenta Raúl y Saúl de quien se decía en las calles había matado a una muchacha alrededor del 2000 que fue acuchillada en un asalto en uno de los Parque Hundidos, crimen jamás aclarado y fue detenido unos años despues por estar implicado a un asalto a un taxista que mató muy cerca de la G-4, en avenida Patria y Lago Superior, en el río Atemájac, uno de los muchos drenajes gigantes de la ciudad. A Saúl se le veía Armado por Lagos del Country y jardines del Country. Remataba las pistolas hasta en 200 pesos luego de usarlas. Raúl se convirtió, primero, en cacique de la Universidad de Guadalajara para después serlo de Jalisco.
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