Cuauhtémoc Villegas Durán/Ajo Blanco*
Uno de los temas más apasionantes y profundos en la historia de la humanidad son las leyes que nacen como una necesidad de regular las relaciones conflictivas entre los individuos con sus semejantes y con la instituciones públicas y privadas en los inicios de la Edad Moderna en las tribus y naciones del Medio Oriente, allá por tierras fertilizadas por los ríos Tigris y Eufrates, ubicando algunos historiadores y estudiosos del Derecho, el nacimiento de las leyes, con Moisés, líder de los judíos en su liberación y hasta 40 años después hasta su muerte en el río Jordán y otros, que lo ubican con el Código de Hammurabi, para el reino de Babilonia, un libro más complejo y realizado que las tablas realizadas por la obra de Dios y entregadas en el monte Sinaí o Horeb, al primer profeta de la Biblia.
Ya, desde entonces, la justicia nunca lo fue, ya que bastaba como ahora que dos testigos por su boca ganaran juicios llevando a la cárcel, a la bancarrota y hasta la muerte a muchos inocentes como sigue sucediendo ya que basta tener dinero para comprar lenguas viperina: testigos y jueces comprados, abogados corruptos, decisiones a consideración de “huizacheros” corruptos casi siempre al servicio del crimen organizado y de los delincuentes de cuello blanco.
Así, la ley nunca ha sido una ciencia exacta sino un instrumento de opresión de los pocos poderosos y ricos contra las masas débiles y empobrecidas, y, a la fecha, las leyes que cuestan billones de pesos a las propias víctimas siguen siendo un absurdo necesario como cuando el Senado mexicano reforma el Código Penal para permitir que los ciudadanos porten hasta 28 gramos de marihuana sin que supuestamente se les detenga pero, las policías de todos niveles, el rango más bajo y cruel del Gobierno que detiene a las personas hasta por oler a marihuana o en la supuesta defensa de las mujeres que matan a 9 hombres por cada feminicidio que les ocurre al mal llamado sexo débil, donde las abusivas y mitómanas mujeres por su sola palabra, dejan en la calle o en la cárcel, a sus víctimas que acumulan cientos de miles en México ya que tan solo en 2015, 9 mil mujeres mataron a sus parejas masculinas -mientras se cometieron mil feminicidios-, con toda la complicidad siniestra del Estado y sus leyes.
El Código de Hammurabi es, además una obra de arte y uno de los primeros trabajos espléndidamente realizados de caligrafía antigua sumeria y, en piedra, uno de los mayores homenajes a la palabra escrita.
*Cuauhtémoc Villegas Durán, Doctor H.C.en Periodismo, es director de Objetivo7
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